No hay duda del enorme e histórico saqueo a la paraestatal Petróleos Mexicanos (Pemex) de parte de las élites políticas, empresariales y delincuenciales que han hecho de México un botín.
La venta de gasolinas robadas comenzó como robo hormiga por trabajadores menores y terminó siendo una estructura paralela al interior de la dependencia en la que han participado funcionarios, directivos, empleados sindicalizados y de confianza, contratistas, empresarios, industriales, etcétera. El saqueo fue operado desde dentro.
El precio de las gasolinas se ha disparado exponencialmente. El del litro de magna era de 17.74 pesos, la premium 18.81 y el diésel a 19.29. Hoy cuestan casi ocho pesos más.
Como parte del plan que durante la campaña del todavía presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, propuso para rescatar a Pemex —que vive su peor crisis de producción en más de cuatro décadas— una insuficiente inversión de 66 mil millones de pesos para aumentar la producción, la perforación de 506 pozos, la rehabilitación de las seis refinerías para elaborar gasolinas y diésel, y construir una nueva refinería en Dos Bocas.
En su toma de posesión, el presidente también se comprometió a no aumentar el precio de las gasolinas:
“Hago el compromiso responsable que pronto, muy pronto, cuando terminemos la refinería que vamos a construir en México y se rehabiliten seis refinerías, va a bajar el precio de las gasolinas y de todos los combustibles”.
Pero el precio de las gasolinas se ha disparado exponencialmente. El precio del litro de gasolina magna era de 17.74 pesos, la premium 18.81 y el diésel a 19.29. Hoy cuestan casi ocho pesos más.
Respecto al robo de combustible, como recordaremos, de manera inusitada se presentó el cierre de cientos de gasolineras en la mayoría de los estados del país, con grandes retrasos en la entrega, formándose filas de hasta dos y tres kilómetros de automóviles, teniendo que pasar sus conductores las noches en sus automóviles en espera de cargar gasolina.
El argumento del presidente fue un cambio en su estrategia de distribución como parte de un plan para combatir el robo.
Como era de esperarse, para darles tranquilidad y confianza a los mexicanos, López Obrador anunció: “Nuestras terminales de almacenamiento y despacho cuentan con suficiente inventario para cubrir la demanda de la población”, cosa falsa.
En realidad, trató de ocultar la novatez y torpeza de su Gobierno; la mentira le funcionó. La gran mayoría de los mexicanos le aplaudieron, pues “se trataba de acabar con la corrupción” de los Gobiernos que habían saqueado a Pemex, señalando principalmente a Felipe Calderón, a pesar de que el último Gobierno fue el de Peña Nieto.
En días recientes se ha revelado que, a pesar de que el presidente prometió acabar con las tomas clandestinas para la ordeña de combustibles, estas aumentaron 123 % en los primeros cinco años de su Gobierno, con respecto al mismo periodo de la gestión de Peña Nieto.
De 2019 a 2023, Pemex contabilizó 64 mil “piquetes” en su sistema de distribución, la cifra más alta en la historia de la empresa, muy distante de las 28 mil 600 tomas registradas entre 2013 y 2017.
El huachicoleo, pues, continúa a plena luz del día en las autopistas México-Querétaro y México-Puebla, a pesar de la presencia de la Guardia Nacional.
En 2019, AMLO ordenó el cierre de ductos y transportar el combustible en pipas; sin embargo, los huachicoleros aceleraron esta práctica en ductos que van de Tuxpan, Veracruz, a la refinería de Tula, Hidalgo, o de Tula a la CDMX, o a la refinería de Salamanca y al estado de Jalisco.
El pasado 9 de julio, AMLO, adornándose, declaró que se ha reducido en 94.2 % el robo de combustible y que entre el primero de diciembre de 2018 y el 30 de junio de 2024, se han “ahorrado” 337 mil 730 millones de pesos, cantidad equivalente al costo de la refinería de Dos Bocas. Sin embargo, las cifras oficiales, reales, indican que se han incrementado.
Según el propio Gobierno, cada día los huachicoleros ordeñan a Pemex 747 mil litros de combustible, equivalentes a 25 pipas de 30 mil litros, a 18 millones de pesos al día y a 562 millones de pesos al mes.
Ninguna diferencia hay entre los Gobiernos corruptos del pasado y el Gobierno de López Obrador. La corrupción sigue campante, gozando de buena salud.
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