El significado de la palabra “interés”, según la Real Academia Española, es: “provecho, utilidad, ganancia”. Con frecuencia escuchamos decir que vivimos en “un mundo interesado”, o sea, que ningún individuo hace nada sin pretender recibir algo a cambio para beneficiarse él solo; pero, preguntémonos, ¿siempre ha sido así? ¿Cuándo este principio se volvió la regla general de conducta de los miembros de la sociedad? ¿Es éste el más conveniente para el desarrollo de un país, para acabar con todos los males que laceran la vida de sus ciudadanos?
La historia de la humanidad establece que hubo un periodo de ésta en que no había “ni lo tuyo ni lo mío”, los hombres no colaboraban entre sí por “interés individual”, sino lo hacían solidariamente por el bien del grupo. A este periodo histórico se le llamó comunismo primitivo, y, la historia, nos explica que el hombre, indefenso, ante las inclemencias de la naturaleza y los peligros con las fieras, guiado por su instinto de supervivencia, vio que debería unirse y vivir en grupo, ayudarse y protegerse mutuamente; compartía todo lo que tenía porque era producto del trabajo colectivo. Posteriormente, con el desarrollo de las fuerzas productivas y de los conocimientos, se mejoraron las herramientas para cazar, pescar y recolectar frutos, se descubrió la agricultura y ganadería, luego la alfarería, etc. Con ello se logró garantizar la alimentación a un mayor número de personas, lo que llevó, por lo tanto, a que los grupos se desarrollaran en nuevas formas: gens, hordas, clanes, tribus, etc. Con el sobrante de producción se pudieron dedicar personas a otras actividades no productivas pero necesarias: un ejército permanente, sacerdotes, gobernantes, instructores, etc.
Es con la división social del trabajo que aparece al surgir la propiedad privada sobre los productos del trabajo. La sociedad dividida en oficios creó las condiciones para que estos procuraran aumentar sus riquezas y condiciones de vida; surgen, pues, las clases sociales y comienza una lucha por tener el control de la sociedad por imponer sus condiciones para lograr sus intereses, pero para hacerlo había que someter a sus oponentes. Nacen así las sociedades donde se da la explotación del hombre por el hombre: esclavismo (amos y esclavos), luego el sistema feudal (señor feudal y siervo de la gleba) y, posteriormente, el capitalismo (capitalistas y obreros), sistema en el que vivimos.
Ahora bien, en un principio, en momentos de crisis, en las sociedades precapitalistas, la lucha entre clases antagónicas era abierta, frontal y despiadada. Ahora, en las últimas décadas del capitalismo o de “libre mercado” en que nos toca vivir, el método ha cambiado: la clase dominante, los capitalistas, han aprendido con el transcurso del tiempo a mantener el control de la sociedad utilizando todo el desarrollo científico y tecnológico a su alcance. Además, ha impuesto su manera de pensar, su ideología, logrando convencer a integrantes de clases humildes y trabajadoras de que su sistema socioeconómico es la más conveniente para todos, que su sistema es el más “democrático” y desarrollado. Pero la realidad es que es una democracia de y para los dueños del dinero.
Muchos nos confundimos y creemos que los ganadores de una elección por “vía democrática” gobernaran en favor de todos, confían en lo que dicen los candidatos en campaña, sin detenerse a analizar qué grupo económico y social representa, y si, por tanto, los intereses que persigue ese grupo son los mejores para nuestra sociedad. La realidad es otra: cuando ganan hacen todo lo contrario a lo que prometieron en campaña.
En México tenemos el mejor ejemplo, López Obrador participó en dos elecciones con un discurso de izquierda, es decir, contrario a los intereses de la clase gobernante y en ninguna ganó. Él dijo que le hicieron fraude. Fue hasta que se alineó a la clase del dinero cuando le prepararon el camino para ganar en el 2018, le dieron un partido político (Morena), el dinero suficiente (recordemos los videos de su hermano Pío) y poniendo las dependencias del entonces gobierno a sus órdenes, a cambio tenía que comprometerse, una vez ganando las elecciones, cuidar los intereses del grupo dominante.
Solamente así se explica que una vez que toma el pode AMLO toma partido por los intereses de la clase del dinero y haya quitado a la clase humilde beneficios como: PROSPERA, Apoyos al campo, Seguro popular, Seguro catastrófico, Becas para deportistas de alto rendimiento, Empleo temporal, Medicamentos a niños con cáncer, etc. Por el contrario, a la clase capitalista, a los grandes empresarios, a la que representa, no solamente no les aumentó impuestos, sino que les reparte a manos llenas las rentas nacionales. ¿Quién ganó las concesiones mineras? Carlos Slim, ¿quién administra el recurso de becas? Elektra, ¿a quién le compró el gobierno los ventiladores Covid-19 más caros?, pues al hijo de Bartlett, el aeropuerto de Santa Lucia, lo construye grupo Carso de Carlos Slim, él mismo que participa en el Tren Maya, etc.
Preguntémonos, ¿por qué López Obrador continua con un 65% de aprobación? (Mitofsky, 30 de noviembre del 2021) Porque todavía tiene mareados a los pobres con sus discursos mentirosos y demagógicos y los tiene mediatizados con sus dádivas en dinero. En los hechos el gobierno de la 4T es un gobierno que va en contra de los intereses de la clase trabajadora. Vemos un estancamiento económico en el país. Según Banxico, México cerró con una inflación del 7.34% (la más alta en 20 años). Esto al final a quien más afectará será como siempre al campesino, al obrero, a la ama de casa, a muchos jóvenes que quieren terminar una carrera universitaria; porque la vida se hace más cara. No nos confundamos: no siempre los que gobiernan lo hacen pensando en los más desprotegidos, los más humildes, y los que más necesitan; tengamos siempre presente que la 4T sirve a los intereses de los grandes empresarios y no a nosotros los pobres. Ojalá no se nos olvide la próxima vez que tengamos que elegir. Vale
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