Vamos bien y requetebién, dice la tristemente la célebre frase que el presidente Andrés Manuel López Obrador, soltó cuando la situación padecida por los mexicanos era y sigue siendo, verdaderamente, espantosa en todos lados.
Los mexicanos vivimos una lastimosa realidad en materia de salud pública, con cientos de miles de muertes por la pandemia de covid-19 y la escasa atención médica por la falta de médicos y medicamentos.
Los mexicanos vivimos una crisis de seguridad pública, que es la mayor y más escandalosa en décadas por su costo en vidas humanas de vidas; y no se diga de la crisis económica que pega, día a día, directamente en las condiciones de vida de la gente; así como la crisis por falta de obra pública e infraestructura que ha tenido su expresión no sólo en el recorte de participaciones a los estados y municipios, sino también en la desaparición de programas y organismos que ayudaban a sacar adelante problemas importantes, por ejemplo el Fonden.
Y todo para agarrar el dinero de los impuestos que pagamos todos los mexicanos, los frutos de la venta del petróleo y las utilidades generadas por las paraestatales, para invertirlos en las obras emblemáticas e inservibles prioridad de López Obrador y de su gobierno que es más neoliberal que los neoliberales, y en las dádivas electoreras en apoyos directos sólo a determinado número de familias de escasos recursos, con la finalidad de comprar conciencias y lealtades para que más gente vote por Morena en las elecciones que vienen.
Es preciso decir que está claro que recibir una despensa o cualquier beneficio directo, incluido el dinero efectivo en pequeñas cantidades, que da el gobierno, sí son una ayuda en el muy corto plazo, pero, definitivamente, a la larga resultan ser perjudiciales porque no son las que necesita el país para acabar con la pobreza porque es inversión al consumo, en vez de hacerse en el área productiva de riqueza, para que surta efecto positivo; deben hacerse complementariamente a otras de fondo, como un programa efectivo que logre el empleo para todos, un salario remunerador para todos los trabajadores, un cobro de impuestos que sea progresivo centrándose en que paguen más quienes más ganan, y una necesaria reorientación del gasto que hace el gobierno enfocado en resolver las auténticas necesidades del pueblo, para garantizar una más justa y equitativa repartición de la riqueza social que producimos entre todos los mexicanos.
¿Por qué? Porque los apoyos actuales no alcanzan para cubrir gastos elementales, menos para adquirir medios y fuerza de trabajo asalariada, indispensables para poder producir mercancías y con ellas pasar, gracias a la plusvalía del trabajo, a ocupar un sitio en la clase que percibe su parte de riqueza social por medio de las ganancias, ni tampoco salir de apuros mayores como en el caso de una grave enfermedad, o poder lograr, gracias a la bonanza de su economía la necesaria infraestructura que su colonia o comunidad pueda contar con servicios elementales como luz, agua, pavimentaciones, etc.. y a la larga sólo hace a los pobres más dependientes.
El problema se agrava porque este esquema se repite “c” por “b” en casi todos los gobiernos que ha ganado Morena o sus aliados, dejando casi en el desamparo a las clases que más lo necesitan, sólo para dejarles el recurso de seguir esperando salir adelante con dádivas sociales y no con la solución del problema que es su pobreza. Por eso la solución, ocupa de la participación del pueblo, organizándose y luchando para poder alcanzar el poder político del país, y entonces sí, llevar adelante un modelo económico que beneficie a todos, pero primeramente a los trabajadores, que son los que producen con sus manos la riqueza de la sociedad.
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