No es lo mismo ser borracho que cantinero. No es lo mismo ser gobierno que oposición. Ambas partes tienen sus retos, dificultades y sus comodidades. La máxima del presidente de la República, desde antes de ser gobierno, es limpiar al país de la corrupción. Para esto enumera los principios de la 4T: no robar, no mentir y no traicionar. El problema de casi todos los males del país, dice, es la corrupción y no se cansa de repetirlo hasta el cansancio. La realidad misma se ha encargado de evidenciar un error de origen en la estructura de militantes, simpatizantes y afiliados al proyecto político del presidente, es decir, a Morena. Y esto es, que, en la desesperación por cubrir los requisitos para la formación como partido, una horda de políticos mañosos y con vicios muy sucios se colaron a su partido.
Perro que come huevos ni quemándole el hocico. De esta manera, tanto para la formación como partido político, como para llenar los espacios políticos ya como gobierno, Morena se creó con cascajo político de los otros partidos en franca caída; junto con ellos llegó el robo, la mentira y la traición. Por eso, al presidente de la República como a la 4T les es tan difícil desmentir o explicar porqué sus propios simpatizantes incurren en actos de corrupción o delito, que prefieren o distraer con otro tema o simplemente callar como momias (este dicho le gusta al presidente).
Hágase la ley en los bueyes de mi compadre. No es novedad también que el presidente haciendo uso (y abusando) de su investidura, desde el espacio de la mañanera, ataca, señala, satiriza o humilla a quienes se atreven a señalar los errores de su administración. Incluso a quienes en su momento le sirvieron como instrumento a su favor para su campaña de polarización (Carmen Aristegui). Lo hace con la oposición, con el periodismo independiente, con los intelectuales o con las organizaciones no cercanas a su movimiento. Pero, cuando se trata de sus propios funcionarios, ahí sí, no opina nada y se limita a decir que las instituciones hagan su trabajo. Y Delfina Gómez, tranquilita en su sillón del despacho de la SEP.
Sí robé, pero poquito, una rasuradita nada más. Fue la frase con que respondió cierto alcalde nayarita allá por el año 2014. Delfina Gómez es señalada, acusada y sancionada, junto a su partido político (Morena), por retener y desviar el 10 por ciento de 72 quincenas a trabajadores (550) del Ayuntamiento de Texcoco (2013-2015), para beneficiar con este dinero a las actividades ordinarias del partido político en creación Morena. Después de la correspondiente averiguación y presentación de pruebas el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), falló a favor de los trabajadores e impuso una multa a MORENA por 4 millones 529 mil pesos. Y que ha de haber dicho Delfina Gómez: fue una rasuradita nomás y además para la causa del señor presidente.
Por la boca muere el pez. Señor presidente, ¿no robar, no mentir y no traicionar?, pero, si su titular de la Secretaría de Educación Pública le robaba al mismo pueblo bueno que tanto defiende. Delfina Gómez ahora sí que llegó al colmo de la desfachatez, al invertir la máxima obradorista de que los funcionarios de la 4T deben tener 10% capacidad y 90% honestidad, al cambiarla por: 10% honestidad y 90% capacidad para mentir, traicionar y robar. Total, ha de decir que el fin justifica los medios. El dato revelador de la farsa presidencial es que a las organizaciones sociales que ha señalado por robar al pueblo y a las cuales sometió a una campaña de exterminio no se les ha demostrado una sola vez que haya en efecto robado al pueblo bueno.
Repite una mentira con suficiente frecuencia y se convierte en verdad. De esta manera aleccionaba el director de prensa nazi Joseph Goebbels a sus subalternos. Profesionalizar las mentiras parece ser el objetivo del presidente al sentenciar cada mañanera una sociedad mexicana en la que todo lo que hace el gobierno está bien, un país en donde la pandemia se puede resolver con VapoRub y estampitas, una sociedad donde lo que dice el presidente es verdadero, pero, lo que dicen sus enemigos, todo es falso; un país donde el crimen organizado y armado es confrontado con abrazos y regaños de sus mamás, una economía que está mal pero esta bien, porque antes estábamos peor (inflación 7.3%), y porque además la economía va mejorando porque ahora se da dinero en tarjetas que solucionan el mal de raíz. Todas estas mentiras y más salen de boca del presidente.
Más rápido cae un hablador que un cojo. No se trata de desear el mal porque sí, mucho menos que le vaya mal al país. Se trata de que la política social y económica por la que nos lleva la 4T no ha mostrado cambios sustanciales en las necesidades de los mexicanos, y muy por el contrario se esfuerzan por minimizar los problemas graves como la precarización de la economía, los altos índices de violencia, las cifras récord de contagio por covid-19 y Ómicron. Es necesario hablar con claridad a la gente sobre lo mal que le está yendo al país y alertar en su caso de una probable pérdida de confianza del pueblo en la 4T de seguir así. No es que nos deba preocupar el que la 4T pierda credibilidad, sino el que nuestra organización se atrase en la tarea de convertirse en la verdadera alternativa del pueblo. De lo contrario dejaríamos la nación en los mismos pillos del PRIAN o en manos de los destructores de la 4T. Alumbremos el camino de la verdadera transformación de México.
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