“Proletarios de todos los países, uníos”. Así finalizaba el Manifiesto Comunista elaborado por Marx y Engels que fue publicado en Londres en febrero del año 1848. En ese entonces Europa se vio sacudida por el grito revolucionario de miles de obreros que se unían en una lucha para liberar a sus hermanos de clase. Aunque si bien ambos pensadores pertenecían a la Liga de los Comunistas, las movilizaciones y huelgas que en su mayoría eran de carácter espontáneo, no tuvieron mucha influencia por parte de la Liga. Hubo un periodo de calma hasta la proclamación de la Comuna de París en Francia de 1871. Es entonces, después de que Adolph Thiers entonces presidente provisional lanzó al ejército contra los comuneros provocando miles de muertes, que las clases trabajadoras, empiezan a voltear la mirada hacia los principios del Manifiesto.
En este contexto nace y se desarrolla uno de los hombres más extraordinarios de la historia, un hombre con una capacidad intelectual que le permitiría comprender la realidad que lo rodeaba y con la voluntad y la fuerza necesaria para transformarla. Vladimir Ilich Uliánov conocido mejor por el nombre de Lenin, cuya interpretación no ha encontrado justicia en la mayoría de sus críticos o seguidores. Tony Cliff rompe con cualquier visión estática de las ideas de Lenin sobre la naturaleza del partido revolucionario. Primero Uliánov apostó por romper el modelo teórico y elitista de los círculos marxistas, y dirigió su interés hacia la lucha obrera. Posteriormente y poco más de medio siglo después de la aparición del Manifiesto, en 1902 cuando Lenin publica su obra titulada ¿Qué hacer?, gira en torno al asunto y considera que es necesaria la introducción de las ideas socialistas, pero desde otro sector fuera de la clase trabajadora. En este ensayo Lenin concreta su concepción del partido como instrumento esencial para la toma del poder por parte de los trabajadores. En él critica el economicismo, teoría que acotaba la lucha obrera a pelear dentro de los límites económicos y hasta donde estos lo permitieran. Cliff hace justicia al considerar como aspecto importante del ¿Qué hacer? el papel que se le da al periódico revolucionario. Rusia territorialmente es muy grande, y en aquellos años no era distinto, ante el reto de organizar una red de revolucionarios que estuvieran en contacto con la clase trabajadora y ante la coyuntura política donde abundaban políticas contrarias a la organización de las masas que apostaban por la descentralización de los obreros, Lenin considero sumamente importante contar con la venta y distribución de un periódico que actuara como cohesionador ideológico.
Para entender el marxismo leninismo hay que partir desde la concepción materialista de la historia. El marxismo en la práctica revolucionaria de Lenin se convierte en una herramienta científica de interpretación de la realidad misma que siempre está en constante cambio (materialismo dialéctico) y de la historia (materialismo histórico). Es evidente que su aporte a la teoría revolucionaria de Marx y Engel es inconmensurable. Lenin estudia y desarrolla el concepto de la fase superior del capitalismo, el imperialismo, como la conjunción de todas las contradicciones propias de este sistema. Desarrolla la teoría del partido, no solo como un organismo integrado por el pueblo mismo organizado, sino también con una conciencia política de clase que los impulsara a lograr su meta ultima, la toma del poder político por parte de la clase explotada.
La revolución de 1905 fue la premisa y el ensayo de la revolución de 1917 que fue una lucha emanada del pueblo mismo, una lucha de clases que no tenía precedentes y que tenía una meta clara, la emancipación del hombre mismo. Lenin enfatizó la acción e iniciativa de las propias masas, como dice Cliff, “…el marxismo no acepta el determinismo mecánico, el fatalismo ni la obstinación voluntarista. En su base encontramos la dialéctica materialista y el principio de que las masas descubren sus propias habilidades a través de la acción.”
Su aporte a la práctica revolucionaria es más trascendental, tan importante al desarrollo de la historia humana, desde la revolución de 1917 hasta nuestros días. Decir que la URSS salvo, no solo a Rusia, si no a la humanidad entera de la extinción durante la segunda guerra mundial, no es exagerado. Demostró que es posible la dirección de un país tan grande como Rusia por sus mismas masas trabajadoras mientras estas estén unidas y sean dirigidas por las ideas marxistas.
Querido lector, ¿no te parece la realidad de Rusia de 1900 muy semejante a la realidad de México en pleno siglo XXI? Toda la fuerza, recursos materiales y mediáticos del capitalismo internacional en combate contra la idea de que es posible que el pueblo se organice, luche y triunfe por mejores condiciones de vida, no es gratuito o fortuito. El actual gobierno aborrece cualquier tipo de organización del pueblo, ¿por qué?; no permite que los mexicanos se eduquen, impide que tengamos el derecho a la salud, quita los apoyos sociales que mitigaban un poco las dificultades de vida de los mexicanos, atropella al medio ambiente y los derechos humanos. La respuesta, amable lector, es que López Obrador finge ver que el problema del país es moral y quiere darle soluciones morales. El problema del país es sistémico y las soluciones tienen que ser sistémicas. Pero mientras se logra el cometido, los pueblos del mundo, el pueblo de México debe unir fuerzas, unirse como hermanos y dejar de estar, como dice el poeta, “puñal en mano estábamos, hermano contra hermano”.
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