MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Las sombras de Goya

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Las pinturas de Francisco de Goya representan un mundo siniestro, sobre todo sus “pinturas negras”, aquellas que cubrían las paredes de la famosa Quinta del Sordo, finca en la que el pintor pasó sus últimos años en España. 

El impacto que produce la “serie negra” ha sido bien analizado. Por muy porfiado que sea el compromiso en el análisis siempre hay dudas y titubeos con respecto a lo que el pintor quiso decir con su obra en general y lo que significa cada obra por sí misma, como si no hubiese modo preciso de pronunciarse sobre los percances de su creatividad.

La sordera en Goya, según Trías, al igual que en Beethoven, influyó decisivamente en la reclusión de sus motivos, en el alojo de sus temas, en una asfixiante reflexión que ocasionó su ámbito creador. En 1792 rompió con el canon mimético que gobernaba hasta esa fecha el estilo de sus obras sustituyéndolo con la muestra de la realidad social a través de sátiras que podrían parecer ‘disparates mentales’. De hecho, el término “capricho” (‘evento mental; hecho propio y específico de la cabeza’) da nombre a su serie de grabados en donde se burla de la nobleza y del clero de finales del siglo XVIII. 

El mundo “fantástico” de “Caprichos y Disparates” es marcadamente tenebroso. En esos cuadros asaltan, del fondo negro y ocre, los gestos agresivos presos de pánico y de locura: así son los desarrapados de “La romería de San Isidro” y ni hablar de “Saturno devorando a su hijo”. En dichas pinturas que muestran un retroceso al dibujo, Goya difumina los contornos y hace aparecer, casi como fantasmas, figuras terroríficas. Esta característica, la de eliminar todo componente táctil o de modelado escultórico, será la que conquiste el impresionismo y la que geste el expresionismo. 

Goya, en su afición por suprimir el modelado, domina magistralmente la escenografía teatral, este es el recurso que lo ampara e impide que sus apariciones fantasmales queden devoradas por el fondo mate oscuro. Parece presagiar la imagen en movimiento evocando con pinceladas el puro gesto.          

Quizá este es su recurso más propicio para retratar todos los horrores de la vida, percibió y mostró la miseria humana, la injusticia, las guerras, incluso la brujería y la superstición. Llegó a lo aterrador. 

Inventó, guiado por la sociedad, un mundo de personajes que se distinguían por sus vicios. Los defectos de cada persona le sirvieron para hacer analogías entre los seres humanos y los animales: los búhos eran para él animales que no soportan la verdad  (por eso prefieren vivir en las tinieblas); los gatos, ladrones y traidores; los perros, aduladores; los monos, bestiales e impuros, etc. Así hacía la representación de un pueblo sumido en el abismo de la barbarie.

De acuerdo con Valeriano Bozal, Goya era “consciente de que retrataba el carácter español; era muy crítico. Si sólo ves sus pinturas, puedes dudar; pero si las comparas con los dibujos, éstos son clarísimos. Las escenas de muerte o de guillotina, que a él le obsesionan, son de una lucidez absolutamente pasmosa. Todo indica que ha reflexionado mucho. Era un tipo muy racionalista, no en plan Mondrian sino reflexivo. No tenía nada de espontaneidad ingenua”. 

Francisco de Goya es partícipe de la asolación de la humanidad y la capta con un canon propio. En la medida en que su obra revela la vida, se sitúa ese mundo de horror y de sombras que por ningún motivo debe ser omitido ni mucho menos obviado, pues de serlo florece impúdicamente.

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