En las múltiples ocasiones en que, por diferentes razones y con distintos argumentos, me he permitido dar a conocer al público lector mis opiniones, he sostenido que el gobierno de la Cuarta Transformación es un verdadero fracaso. El arribo a esta conclusión no es producto de ninguna fobia contra Morena, o de un conservadurismo trasnochado, tampoco producto de rencores o de odios colectivos o personales, y menos producto de ansias insatisfechas de poder o de enriquecimiento fracasados.
Sin apasionamiento de ninguna clase y empleando la mayor objetividad posible, no puede uno dejar de ver, tal y como lo acaba de demostrar la Auditoría realizada al primer año de gobierno morenista, que la cancelación del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México fue un error económico mayúsculo, producto de ocurrencias, de “originalidad” mal entendida y de un equivocado deseo de venganza partidista del presidente morenista, que lo llevó a erogar la enorme cantidad (en números redondos) de 300 mil millones de pesos. Eso, les guste o no a los partidarios de Morena, fue una decisión totalmente errónea, que habla de un gobierno incapaz de entender y aceptar lo equivocado de una decisión y corregir el desacierto. Parece ser que la divisa del gobierno en turno es: “aquí nada más mis chicharrones truenan”.
El mal manejo de la pandemia del coronavirus es una prueba más de la incapacidad del gobierno para implementar, oportuna y eficazmente, medidas preventivas, atención oportuna suficiente y altamente capacitada a los contagiados; muestra la incapacidad para el acondicionamiento oportuno y en cantidad necesaria de hospitales, para así atender la elevada demanda de servicios hospitalarios y evitar la catástrofe sanitaria que hoy vivimos, que ya ha cobrado la vida de más de 180 mil mexicanos. A la luz de estas cifras, queda demostrado que recomendar estampas religiosas para detener la pandemia, no sólo fue una muestra de soberana ignorancia, sino también un ridículo mayúsculo que nos colocó a los ojos del mundo entero como ignorantes y supersticiosos. Ahora bien, el desarrollo de la pandemia en el estado de Puebla, los consejos de “comer mole de guajolote y chilate caliente”, para evitar el coronavirus, igual que el consejo de las estampas, nos colocan ante el mundo entero, como un pueblo ignorante, gobernado por bárbaros, que están, por tanto, incapacitados para ascender a altos niveles de bienestar.
La Auditoria Superior de la Federación (ASF) puso al descubierto el mal manejo de miles de millones de pesos en el primer año de Gobierno morenista, demostrando con ello que la tan cacareada honestidad del gobierno es una vil engañifa. Tan osado atrevimiento se ha visto copado en las redes sociales por los “bots” morenistas, que buscan desinformar a la opinión pública, desprestigiando a la ASF y haciendo aparecer al Gobierno morenista como la honradez andando.
Con estos ejemplos, aunque no son los únicos, busco demostrar que no se puede estar de acuerdo con este tipo de gobierno, que no se puede permanecer indiferente ante tanto abandono y abusos, por lo que las críticas a su ineficiencia y el desacuerdo con su actuar, están más que justificadas. Por si hicieran falta argumentos para demostrar la ineficiencia gubernamental que nos aqueja, la renuncia de diferentes secretarios de Estado, se explica, o bien porque el Presidente los considerara incapaces para el puesto que les asignó, o porque éstos no están de acuerdo con las ocurrencias gubernamentales o con las mentiras manejadas para justificar las equívocas medidas tomadas. En cualquiera de los dos casos, y cualquiera que sea la explicación, queda clara una cosa: hay una total y absoluta incapacidad política administrativa para conducir al país a buen puerto.
En este contexto se explica la renuncia del secretario de Gobernación de Puebla, el licenciado David Méndez. Con esto se prueba que es ya una constante de los gobiernos morenistas, tanto en el gobierno federal como en los estados, la incapacidad e ineficiencia administrativa para conducir los destinos del país y el de las diferentes entidades donde gobiernan. Fue el gobernador Miguel Barbosa, quien le asignó a David Méndez la Secretaría de Gobernación. Y no es que no tengan derecho a hacer los ajustes pertinentes en el aparato administrativo, lo criticable es que, para justificar la remoción o cese, se usen plumíferos a sueldo para ridiculizar, ofender, desprestigiar y liquidar políticamente a quienes cayeron de la gracia del gobernador. Si quien puso a David Méndez sabía o no de los grandes defectos del exsecretario de gobernación, que ahora se hacen públicos, eso es culpa, error u omisión del Gobernador que lo eligió. Por tanto, el culpable y quien debiera renunciar es el gobernador, pues él es el único responsable de los errores o abusos del funcionario renunciado.
La política represiva implementada por Barbosa para acallar las inconformidades de la población, para evitar el libre juego democrático y la libre expresión de las ideas, los métodos gansteriles para liquidar a organizaciones contrarias a su gobierno, son razones más que suficientes para declarar, sin temor de ninguna especie, que el gobierno de Barbosa está absoluta y totalmente incapacitado para dirigir los destinos del estado de Puebla. La similitud de acciones del gobierno federal y del estatal, nos lleva a concluir que los gobiernos emanados de Morena son un fracaso rotundo. Que todos sus slogans son frases huecas, que tratan de ocultar las graves consecuencias en detrimento de la nación, de sus acciones y decisiones en los terrenos político, económico, material, social, educativo y de salud.
Por todas estas razones, están más que justificados los llamados a la población por parte de los partidos políticos y de las organizaciones sociales, para que emitamos de una manera razonada nuestro voto en las próximas elecciones constitucionales. No se busca con ello cobrar venganza o desprestigiar para alcanzar el poder por el poder. Se trata de elegir, con conocimiento de causa, para corregir el rumbo político que hoy con Morena nos parece incierto y peligroso. Deben elegirse mujeres y hombres con una nueva visión de los problemas que enfrentamos, que se encuentren armados de la herramienta social científica para resolverlos, sin alterar la paz social y dando resultados tangibles que repercutan en la vida de las clases más desprotegidas del país. Que sus propuestas planteen medidas auténticamente comprometidas con nuestra Nación, que respondan al auténtico interés del pueblo, que eviten el aumento de la pobreza, que planteen mejorar la educación, que combatan la pobreza dando trabajo bien remunerado a la población que hoy con la pandemia se encuentra sin empleo, sin salud sin educación, sin comer y muriéndose de hambre. Ése es el reto de todos los partidos y sus candidatos.
Plantear estos planes como acciones indispensables para el bienestar y prosperidad de México y de todos los mexicanos, es colocarse, en el terreno de los hechos, como amantes de la transformación social y como enemigos del inmovilismo; es comprometerse con el progreso y con las clases más necesitadas del país. Una actitud así los llevará a un sonoro triunfo. Hablarle al pueblo sobre sus necesidades, plantearlas como acción política de los nuevos candidatos, entenderlas y cumplirlas con verdadera pasión y entrega, es reivindicar la política -hoy desprestigiada y odiada por la ciudadanía-, como arma para alcanzar el mejoramiento anhelado y consolidar la paz social de la que hoy apenas gozamos. Si no lo hacemos hoy, mañana será tarde.
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