Es evidente que la administración actual de México, encabezada por el presidente, en un sexenio que está a pocos meses de acabar, está envuelta en una serie de contradicciones y desafíos que ponen en tela de juicio la eficacia y la coherencia de sus políticas.
La realidad que vive el país, marcada por una crisis de seguridad y una economía estancada, contrasta fuertemente con la narrativa oficial que insiste en pintar un panorama positivo.
El discurso oficial del Gobierno siempre fue presentar un país en constante mejoría, pero los hechos muestran lo contrario.
El hecho de que el crimen organizado controle actualmente 750 municipios, en comparación con los 80 durante el Gobierno de Calderón, muestra una expansión preocupante de la influencia criminal en el país.
Las elecciones más grandes de la historia mexicana se han caracterizado no sólo por su magnitud, sino también por su violencia y falta de democracia, donde los candidatos seleccionados parecen ser más amigos de los líderes de los partidos que representantes genuinos del pueblo. Este escenario refleja una grave desconexión entre el Gobierno y las necesidades reales de la ciudadanía.
Los expertos en diversos campos, desde la economía hasta la sociología, coinciden en que la situación del país no es tan prometedora como la administración actual quiere hacer creer. La seguridad es uno de los aspectos más críticos y reveladores de esta contradicción.
La falta de una estrategia coherente para combatir la corrupción y el crimen organizado, junto con los esfuerzos altamente politizados del Gobierno, ha empeorado la situación en lugar de mejorarla.
La cifra alarmante de 185 mil 169 homicidios dolosos durante el actual sexenio, superando los doce años de gobernación del PAN, ilustra la magnitud del problema.
Además, el hecho de que el crimen organizado controle actualmente 750 municipios, en comparación con los 80 durante el Gobierno de Calderón, muestra una expansión preocupante de la influencia criminal en el país.
La política de “abrazos y no balazos” del presidente ha sido un fracaso rotundo. En lugar de reducir la violencia, ha permitido que esta se propague y que el miedo entre la población aumente.
La desigualdad, la pobreza y la falta de oportunidades continúan siendo las principales causas que alimentan el crecimiento del crimen organizado, y la administración actual no ha logrado abordar estos problemas de manera efectiva.
La desconexión entre la política del Gobierno y la realidad en el terreno es una llamada de atención urgente. Es urgente que la sociedad mexicana despierte y reconozca la gravedad de la situación. La lucha contra las causas principales del crimen y la violencia debe ser una prioridad si se desea evitar que el país siga cayendo en este abismo de inseguridad y corrupción.
La Cuarta Transformación prometida por el presidente ha fallado en entregar los resultados esperados. El discurso oficial de progreso y mejoría se desmorona frente a la cruda realidad de un país sumido en la violencia y la corrupción.
Los mexicanos debemos exigir un cambio real y efectivo en las políticas gubernamentales para enfrentar estos desafíos de manera directa y revertir el rumbo actual hacia uno de estabilidad y prosperidad para todos los mexicanos.
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