Fue impresionante la formidable cantidad de datos precisos entre nombres de gobernantes, diplomáticos, cancilleres, embajadores y secretarios de relaciones exteriores de las diferentes épocas; de lugares y fechas; así como de acontecimientos significativos que marcaron las relaciones sostenidas entre los Gobiernos de Rusia y nuestro país a lo largo de la historia.
Este solo hecho habría bastado para colmar con creces las expectativas, por muy exigentes que fueran, de todos quienes tuvieron la oportunidad de escuchar la exposición del Ingeniero Aquiles Córdova Morán, dirigente nacional y maestro de todos los antorchistas de México, con motivo de la celebración de los 100 años de relaciones diplomáticas entre la entonces URSS y México.
Necesitamos apoyar todos al mundo nuevo y multipolar que surge, y la mejor forma es haciendo lo propio donde podemos y nos corresponde, luchando por constituir esa gran fuerza que necesita el pueblo pobre de México.
Pero no fue el único aspecto relevante de la brillante exposición que mantuvo por horas la atención del público asistente; también resplandeció con luz propia el magnífico manejo del análisis de dichos datos, así como el diestro manejo del método materialista histórico-dialéctico de la realidad, que dio como fruto conclusiones palpablemente acertadas y comprensibles, que a la luz del correcto razonamiento aparecieron como consecuencia natural del conocimiento sentado precedentemente.
Quiero expresar, a título de ejemplo, mi particular apreciación tratando de asimilar el método ya señalado, que respalda el título de la presente colaboración: las relaciones diplomáticas establecidas por el gobierno de Álvaro Obregón (que no era socialista ni el representante de los intereses del peladaje como Villa y Zapata, en 1924), haciéndonos el primer país del continente en reconocer al joven Estado Socialista Soviético, es decir, el de los pobres encabezados por comités de obreros, soldados y campesinos; surgido en 1917 en Rusia de la primera revolución proletaria triunfante en el mundo, dirigida por el genial político y maestro mundial de los trabajadores, Vladimir Ulianov Ilich (Lenin).
Estas relaciones se dieron con base en el reconocimiento y cercanía que derivaron del idéntico rechazo y animadversión sufridos por ambos procesos revolucionarios, el de México (1910-17) y el de Rusia (1917), por parte de la potencia estadounidense que habría de llegar con el tiempo a ser hegemónica, y que propugnaba porque quien gobernara nuestro país fuera el traidor Victoriano Huerta, más afín a sus intereses, según los datos históricos que se encuentran en los libros.
Eso revela, desde mi punto de vista, que, en efecto, las relaciones entre los Estados nacionales no se corresponden necesariamente, al interior, y de hecho casi nunca sucede, con las relaciones de un determinado Estado con su pueblo.
Ello, aplicado en el caso actual a las relaciones diplomáticas del Gobierno mexicano con otros países de avanzada como es el caso de Rusia y China, que van a la vanguardia en la lucha por un mundo nuevo y mejor, multipolar, que se vea reflejado en una sociedad donde no sólo haya una economía estable sino también un auténtico bienestar de toda la población.
Según veo, no significa que el Gobierno de nuestro país sea él mismo, en verdad, de avanzada, y esté luchando denodada y consecuentemente por acabar con la pobreza en México, por construir una sociedad más justa y equitativa para todos, o ya, cuando menos, con la verdadera intención, real y genuina, en los hechos, de acabar con el neoliberalismo.
Este último es sólo un modelo, el más agresivo y salvaje, pero sólo un modelo, del modo o sistema de producción capitalista culpable de la situación actual por su naturaleza intrínseca de apropiación privada del trabajo social y la consiguiente acumulación de la riqueza en pocas manos, mientras la pobreza hace su presa en las masas.
Por eso creo que la conclusión que se puede sacar de esto es que, para que eso suceda, no hay otra más que el pueblo se organice, se concientice, se politice y luche por mejorar sus condiciones de vida como le corresponde y como está establecido en la constitución; pero sobre todo para que alcance, más temprano que tarde, por la vía democrática, el poder, para hacer desde ahí lo necesario para que su suerte cambie de veras, y el mundo vaya mucho mejor para bien de todos los que lo habitamos.
Necesitamos apoyar todos al mundo nuevo y multipolar que surge, y desde mi punto de vista, la mejor forma es haciendo lo propio donde podemos y nos corresponde, luchando por constituir esa gran fuerza que necesita el pueblo pobre de México para cambiar, cuando llegue al poder, la estructura económica de nuestra sociedad para acabar realmente con la pobreza que nos ata y nos asfixia.
Sólo entonces, con base en un exponencial desarrollo, tendremos la presencia internacional significativa que nos corresponde en el concierto de las naciones del mundo.
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