Cuando hablamos de Yucatán nos imaginamos sus playas, zonas arqueológicas, fauna, cenotes e incluso la cultura y comida, pero pocos ven el lado gris de este, sin duda, bello estado que llama a turistas nacionales e internacionales, a pasar unas vacaciones inolvidables, pues disfrutan de lo bello de la entidad.
La primera parada a esta entidad es la capital, Mérida, la blanca ciudad, nombrada así por el material blanco como la piedra caliza que es un rasgo muy peculiar de la región, que hace resaltar aún más el blanco con el sol.
Esta ciudad concentra el 42.66 por ciento de la población de Yucatán, donde un 22.9 por ciento de su población, 220 mil 724 habitantes viven en pobreza sin servicios u obras públicas, mismas que se ubican en distintas partes de la ciudad, principalmente en el sur, donde se ve también la nombrada por varios como cartolandia, cajas hechas con las propias manos de los meridanos y con materiales endebles.
Esto es un gran contraste con el norte de la ciudad, modernizado y que se caracteriza por su desarrollo. A pesar del predominio de nivel de desarrollo en Mérida como asentamiento de mayor jerarquía dentro del sistema urbano estatal y metropolitano en la cuidad, concentra el intercambio de personas, bienes y servicios de todos los niveles y tipos del estado; propiciando un fenómeno histórico dividido en la población en dos partes, la rica y moderna y la hundida en la pobreza sin servicios.
La parte norte de la ciudad registró los menores niveles de ocupación y elevados precios del suelo. La población meridana en general reconoce este espacio como el lugar en donde se encuentra el trabajo y mejores condiciones de vida, que se han dado a partir de las mayores inversiones en infraestructura de la ciudad. Siendo esta parte de Mérida, una de las más desarrolladas y habitables por aquellas familias con suficiente poder adquisitivo. Mientras que el sur, alberga casas dormitorio, pues vive la clase trabajadora que todos los días se traslada al Norte.
El sur de Mérida está conformado por familias inmigrantes de otras partes del estado y municipios aledaños que abandonan sus tierras en zonas indígenas y llegan a la cuidad en busca de mejores oportunidades de vida, pero la realidad es otra, al no encontrarse con una vivienda construida de materiales resistente, al contrario, están construidas con desechos en asentamientos irregulares; o caso contrario, en casas que se encuentran en obra negra en un terreno que les ha concedido el Instituto de Vivienda del Estado de Yucatán (IVEY).
En la mayoría de estas casas, se pueden apreciar fachadas desgastadas y descoloridas por el tiempo, debido a la falta de mantenimiento. Las familias que habitan estas viviendas, regularmente están integradas por niños que cursan en alguna escuela cercana y por hombres y mujeres que se emplean en negocios aledaños o bien se desplazan en el transporte público hacia el norte o centro de la ciudad, para ocuparse en alguna residencia, fábrica o empresa.
De esta forma, se puede decir que Mérida se encuentra dividido y extrapolado en el plano socioeconómico y territorial en dos espacios reconocibles para toda la población, marcados por la desigualdad y que caracteriza a la zona Sur como la de los pobres y que son, en ocasiones, excluidos de un empleo, educación, salud, vivienda y hasta una alimentación adecuada.
Sin embargo, en este mismo país y en nuestro Estado, está muy lejos para la clase trabajadora ese bienestar de vida que tanto gritan a los cuatro vientos los gobernantes. Hay tanta injusticia para los pobres y menos oportunidades.
Como es el ejemplo de 400 familias del predio irregular Emiliano Zapata, a quienes la pandemia los golpeó fuertemente en sus bolsillos. Provenientes de distintos puntos de la entidad, donde abundan niños, personas de la tercera edad, madres solteras y obreros. Al ya no contar con el recurso para el pago de renta de una vivienda, se vieron a la necesidad de engrosar esos cinturones de pobreza y marginación que hoy se ve claramente en el sur de Mérida.
Ante la necesidad de vivienda, se obligaron a ocupar predios irregulares para darles un espacio a sus hijos, a pesar de que su hogar esté construido con materiales endebles, que en cualquier momento ésta se puede venir abajo, atentando contra su integridad. Pero al parecer esta situación no le preocupa al Gobierno estatal o incluso federal, pues hasta la fecha no han recibido algún apoyo que les garantice seguridad.
Carentes de programas sociales y acciones, ubicados en plena capital y olvidados también por su gobierno que le exige mejores condiciones de vida. Esta situación se va alargando y por ello las familias tienen que seguir organizadas y luchar por mejorar su situación, continuar con su denuncia y exigir un mejor lugar para vivir, donde no tenga que poner en riesgo su integridad.
Así pues, estas son las dos caras de Mérida que poco se conocen. Por lo tanto, a pesar de que no le guste al gobierno, el pueblo se tiene que organizar y luchar de la mano y para ello, el Movimiento Antorchista lo viene haciendo desde 48 años, que no se desespera de su objetivo final, porque quien no lo hace, tiene su victoria segura.
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