La gravedad de la situación nacional obliga a cualquier ciudadano con compromiso social a hacer un análisis económico y político que ajuste cuentas a quienes, jugando a la revolución, traicionan al pueblo que dicen defender y llevan a nuestro país a un periodo de retroceso y de conculcamiento de derechos constitucionales conquistados mediante prolongadas y dolorosas luchas históricas.
En nuestra realidad se acumulan insolubles contradicciones sociales; conocerlas y estudiarlas en su desenvolvimiento nos da mayores posibilidades de influir en la sociedad, que cuando son sepultadas en el tiempo y la resignación de los afectados. Por ello, en una serie de entregas, intentaré presentar las pruebas de que, a pesar del discurso, aumenta la precariedad en el hogar, salud, vivienda, empleo, educación, etcétera. No obstante, pretendo elaborar un documento más amplio, para no caer en abstracciones que parcialicen el objeto de análisis.
Analizaremos a la “transformación” en curso, desde el ámbito en que dicen realizarla sus artífices, esto es, desde la “izquierda”. Porque debemos conocer cuál es la base sobre la que se sostiene su proyecto de gobierno.
Cuando se realizó la primera Asamblea Nacional Constituyente, a inicios de la Revolución Francesa, los diputados de la aristrocracia, la alta burguesía y el clero, que defendían el poder real, se sentaron a la derecha del presidente de la Asamblea, y los representates del pueblo pobre, a la izquierda. Luego entonces, esta se identifica con los defensores del pueblo, y aquella, con los de las clases ricas.
Asumo, por tanto, que quienes dicen gobernar “por el pueblo y para el pueblo” ajustaron a nuestra realidad la teoría que la izquierda ha acumulado en su historia, y saben que cualquiera que instaura un gobierno de izquierda auténtico debe partir ineludiblemente de los principios del marxismo-leninismo, que no es otra cosa que el conjunto de conocimientos científicos acerca de la sociedad.
En El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Engels dice: “El estado (…) es un producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo determinado; es la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos irreconciliables, que es impotente para conjurarlos. Pero a fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna no se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del ‘orden’. Y ese poder, nacido de la sociedad, pero que se pone por encima de ella y se divorcia de ella más y más, es el Estado”.
Veamos ahora cómo opera en nuestro país esta estructura. Con el discurso del “combate a la corrupción”, el partido en el poder creó instituciones ineficientes y plagadas de opacidad; propusieron impulsar el empleo conservando los viejos programas sociales y creando proyectos faraónicos onerosos y sin proyección real alguna, y con el argumento de “abrazos no balazos” permitieron que la violencia se desbordara por todos lados.
Así pues, resulta que nuestros izquierdistas dejaron intacto al Estado y su aparato de gobierno. No existe participación de las masas populares, a nombre de quienes dicen dirigir la “transformación”, e incluso se les ha combatido con ferocidad inaudita. He aquí la más evidente contradicción, pues no se comprende cómo sostendrán su poder sobre los “neoliberales” y la “mafia del poder” si los documentos básicos de la auténtica izquierda, como ¿Qué es la Sociedad?, de Martha Harneker, sostienen que sin la participación de las grandes masas populares no puede haber revolución (“transformación”, según la 4T).
Peor aún, la realidad de las clases trabajadoras se agrava peligrosamente -al fallar estas políticas públicas superficiales-, pues el neoliberalismo incrementa, sin cesar, la ganancia del gran capital, precarizando el empleo y las prestaciones laborales y abalanzándose sobre el presupuesto gubernamental destinado a gasto social en vivienda, salud, educación y seguridad.
Este inevitable proceso, empuja a cada vez más sectores sociales a exigir atención a sus demandas más urgentes, pero el Estado neoliberal, fortalecido al permitir a los morenistas llegar al poder —dispuestos a pagar cualquier precio por obtenerlo—, impulsa las exigencias del capitalismo extranjero y mexicano de reducir la inversión en gasto social. Por tanto, la 4T no puede ofrecer soluciones a estos sectores y buscará por cualquier medio, burlar sus genuinas demandas.
Vayamos a los ejemplos: en Oaxaca hubo manifestaciones de organizaciones y comunidades, las radicales operaron mediante el bloqueo y el vandalismo al palacio de gobierno; otras, mediante el diálogo legítimo. A las primeras se les brindó soluciones y hasta se aplaudió la legitimidad de sus demandas; a las otras, se les reprimió mediáticamente sin probar la supuesta ilegitimidad de sus demandas; a las comunidades se les ofreció “atención directa”, pero se les evadió con supuestos impedimentos técnicos y burocráticos.
Tanto más, la 4T, en la que priva la competencia por el botín, encabeza una cruzada por la sustitución de funcionarios altos, medios e incluso bajos, de las instituciones que dependen del aparato estatal, para lo cual se ven forzados a darle carácter de “legalidad” a la represión oficial. Por ejemplo, la inconstitucional sustitución del Tribunal de Justicia Aministrativa, y para doblegar a los jueces que se resistieron, se encarceló al Secretario General del desaparecido instituto, en una evidente violación procesal y con la intervención directa de funcionarios estatales.
Otro ejemplo es el despido de profesores de la Universidad de los Valles Centrales de Oaxaca (UTVCO) y del Instituto de Estudios de Bachillerato de Oaxaca (IEBO), por intentar formar sindicatos para la defensa de sus derechos laborales.
En nuestro país no hay un gobierno auténtico de izquierda; por lo menos no en el sentido verdaderamente revolucionario. Los hechos nos dicen que no se ha modificado nada sustancial del Estado y su aparato de gobierno, pues prevalecen los mismos proyectos neoliberales, los mismos programas sociales y los mismos mecanismos de represión.
En el acelerado proceso de desgaste de su gobierno al servicio del neoliberalismo, Morena, que se hizo pasar por izquierdista, no tiene más remedio que tratar de contener la inconformidad, cada vez más grande, porque no puede renunciar a empobrecer a las clases trabajadoras. Por tanto, como ciudadano comprometido con la sociedad, siento que es mi responsabilidad alertar a la sociedad oaxaqueña de la pretensión del gobierno actual de trocar la injusticia en “legalidad”.
Viene en mi auxilio uno de los más importantes teóricos del Derecho (Helmut Coing), quien dice: “…y siempre existe el peligro de que el orden jurídico se convierta en instrumento de los poderosos, el peligro, esto es, de que el derecho no sancione más que lo que los poderosos deseen”. Y hacia allá avanzamos peligrosamente.
Las masas populares sólo tendrán justicia social cuando surja un auténtico partido del pueblo pobre, que con responsabilidad, demuestre al capital la necesidad que tiene de mejorar el nivel de vida de las clases trabajadoras. Un partido verdaderamente de izquierda, cuyo aparato estatal haya resuelto el antagonismo que le ha dado origen y trabaje en favor de ese pueblo y sus necesidades.
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