La OMS (Organización Mundial de la Salud) nombró a la última variante de la Covid-19, “Ómicron” y declaró que se ha convertido en una variante preocupante desde que se identificó en Sudáfrica el pasado mes de noviembre de 2021 y que presenta un riesgo global alto y potencialmente grave.
Al inicio de la pandemia, las variantes del SARS-CoV-2, recibían nombres científicos con una combinación de letras y números, para abreviar se referían a las variantes según el país donde era identificada por vez primera, pero este método resultó un estigma contra los habitantes de esos países, además de presentar confusión y desinformación. En mayo de 2021, la OMS declaró que cada variante nueva llevaría el nombre de las letras sucesivas del alfabeto griego. Las primeras variantes con mutaciones significativas nombradas con esta nomenclatura fueron la de Reino Unido (B.1.1.7) a la que se le designó alfa y otra variante surgida en Sudáfrica en 2020 se le nombró Beta y así sucesivamente conforme identificaban a una variante. Posteriormente la OMS, otorgó el nombre de variante B.1.1.529, Ómicron, decimoquinta letra del alfabeto griego. La letra Ómicron equivale a la letra inglesa breve “o” y parecida a la “o” del alfabeto español. Alfa y beta siguen siendo variantes de preocupación, así como Gamma que fue identificada en Brasil. Lambda fue identificada en Perú y Delta en la India, que es la que aún se encuentra como dominante a nivel mundial. Existen otras variantes que no causaron preocupación inmediata pero que denominaron “variantes de interés” y están por ser evaluadas, entre ellas están Mu, Zeta, Theta, Iota, Kappa y Épsilon. Si llegaran a identificarse más de 24 variantes significativas, la OMS ya no tendría letras griegas, por lo que anunciaría un nuevo sistema de nombres.
Una variante es una mutación que ocurre en el virus luego de un tiempo. Solo mediante la evolución natural con el tiempo, a medida que el virus infecta a las personas, tiene la oportunidad de replicar su genoma y cada vez que lo hace, hay posibilidad de que se produzcan errores o mutaciones.
Hemos pasado dos años con este virus y a medida que ha infectado a millones de personas, ha replicado su genoma miles de millones de veces y se han incorporado los errores. Estos errores produjeron mutaciones o variantes. Era completamente esperable que se produjeran esas variantes o mutaciones en este virus debido a que no ha podido ser erradicado por completo y mientras no exista una vacuna que acabe con el virus, este seguirá mutando.
El genoma de los virus contiene la información sobre las características particulares de cada uno, algunas tan importantes como las especies a las que puede infectar, su modo de transmisión o su interacción con los mecanismos de defensa celulares. Debido a que los virus contienen material genético están expuestos a cambiar, es decir a mutar. Una mutación es un cambio en la secuencia del ADN (ácido desoxirribonucleico) o del ARN (ácido ribonucleico) y cada vez que se replican haciendo copias de sí mismos, se generan errores en su genoma que se traspasan a las siguientes generaciones. Estos cambios o errores en ocasiones no tienen mucha importancia, pero algunas veces el virus cambia de tal manera que afecta su capacidad de adaptarse y replicarse o bien puede fortalecerlo, por este motivo los científicos están siempre atentos a la capacidad mutante de los virus.
Desde que el SARS-CoV-2, realizó el salto a nuestra especie ha acumulado más de 12,700 mutaciones, la mayoría no ha tenido consecuencias biológicas, pero otras han dado lugar a las variantes. Algunas de ellas se denominan variantes de interés (VOI) o de preocupación (VOC).
Variante de interés (VOI); es una variante del SARS-CoV-2, que porta cambios genéticos que pueden causar una enfermedad más severa, escapar al sistema inmune, afectar el diagnóstico de la enfermedad o su transmisibilidad, provocando transmisiones comunitarias en varios países, aumentando su prevalencia con un impacto notable sobre la salud pública.
Variante de preocupación (VOC); es una VOI que ha demostrado mayor transmisibilidad, un peor pronóstico, mayor virulencia o una menor eficacia de las medidas de salud pública, incluidos los tratamientos conocidos y las vacunas.
La variante Ómicron ya se encuentra en nuestro país y en la primera semana de enero del presente año los contagios se han incrementado, el máximo de contagios está en los 28 mil diarios, que lo llevan a estar a niveles similares a los vividos durante la tercera ola de septiembre de 2021. En otros países la situación también es preocupante, por citar el ejemplo de Estados Unidos, las salas de emergencia están abrumadas de pacientes infectados. Especialistas en la materia afirman que la variante Ómicron del Coronavirus es tan contagiosa como el sarampión, uno de los virus más infecciosos que existen y esto es debido a su capacidad de contagio, pero no a sus síntomas.
A pesar de esta realidad, el presidente Andrés Manuel López Obrador y la Secretaria de Educación, Delfina Gómez, han minimizado los efectos al afirmar que no hay evidencias sobre la capacidad de contagio de la nueva cepa y que se trata de solo ruido mediático, por lo que dieron la indicación que alumnos y docentes deben regresar a clases presenciales, esto es enviar a los estudiantes al matadero, debido a que las mismas autoridades tomaron la mala decisión de no vacunar a los menores de 15 años. Error tras error están cometiendo estos funcionarios y las consecuencias las pagará como siempre el pueblo trabajador y esta ocasión serán nuestros niños.
2022 será un año más complicado aún para México debido a la variante Ómicron y las malas decisiones de los gobernantes y es de vital importancia adquirir vacunas, las cuales están acaparadas por los países ricos. Es una enorme irresponsabilidad el gastar 3,800 millones de pesos en un ejercicio inútil como la revocación de mandato y más en este momento en que las vacunas de alta calidad son necesarias.
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