No hay más remedio que admitir que las expectativas que despertó y alentó Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y su promesa de Cuarta Transformación en la que, la norma sería “por el bien de todos, primero los pobres”, y el resultado la regeneración nacional y la entrada de la nación a una época de progreso y desarrollo inéditos, se convirtieron en un fenómeno que ya hacía muchos años no lograba la clase política, a la que él mismo llamó “mafia del poder”, esa misma que nunca ha dejado el poder, y que no podía, por lo mismo, hacer efectivas esas promesas, fue o una mentira perversa o un rotundo y escandaloso fracaso; yo personalmente me inclino por la primera respuesta.
Y en esta etapa final del sexenio de López Obrador, como en todos los sexenios anteriores, en la que se va a dedicar, como todos los presidentes anteriores, a dos cosas principales: a robarse lo más que pueda; y a establecer convenios y pactos para cubrir sus espaldas. Esta última se mira colosal, y habrá de ser todavía bastante más costosa para todos nosotros, que somos quienes ponemos el dinero, después de todos los rencores y enfrentamientos que ha fabricado sin necesidad, con el agravante de que no ha habido presidente que más daño le haya hecho a la nación en su conjunto ni a cada mexicano en particular (me refiero a la gente del pueblo y no a los magnates, entre los cuales a algunos ha perseguido y perjudicado, y a otros los ha beneficiado); ni otro que haya violado tanto la ley ni se haya ganado tantos méritos para pisar la cárcel; ni otro que, por su soberbia, visceralismo e irracionalidad, se haya ganado tan enorme cantidad de enemigos legítimos o no, quienes solamente esperarán una oportunidad para cobrarle todas sus trapacerías.
En esto y en la pasarela de sus mal llamadas “corcholatas”, se habrá de gastar lo que resta de su administración (en tiempo y en recursos), y los que nos quedaremos chiflando en la loma seremos los mexicanos, quienes podríamos bien preguntar ¿y la transformación?
Usted perdonará, amable lector, pero debemos recordarle que los antorchistas se lo advertimos a tiempo y que no solo vaticinamos el dilema, sino que dimos la respuesta, que no tiene nada de mística ni de agorera, sino que simplemente estaba basada en exactamente todo lo contrario: el juicio sereno y responsable de quien realmente está trabajando y pendiente de una verdadera transformación a favor del pueblo, que es la mismísima razón de existencia del Movimiento Antorchista.
El recordatorio es breve y afable: un diagnóstico filoso de los males de la sociedad, condenatorio y que le permitía un discurso incendiario y esperanzador, contra un análisis equivocado (o mañoso, como yo afirmo) acerca de las causas y las propuestas de soluciones, que ya vimos que no solucionaron nada, si no es que, más bien, todo lo contrario. En política, las casualidades y los milagros no existen y López Obrador estaba destinado al fracaso, o, como yo estoy convencido, desde un principio mentía, sabiendo que su promesa de transformación era un vil y miserable engaño.
¿Qué podemos esperar en esta recta final?, las dos cosas que ya dije más arriba, y se lo apuesto; esto será una prueba y resultado de que lo que digo es cierto. No espere más, amigo, es buen momento de dispersar la falsa esperanza, por lo menos para que no le pegue la diabetes o se le suba la presión. Y no es que no debamos sentir coraje, sino que este no nos agarre desprevenido.
Sienta coraje, sienta mucho coraje, pues lo peor que puede pasar es que normalicemos la corrupción y el engaño, o que perdamos nuestra capacidad de indignación y el deseo de corregir. La cobardía no necesita pretextos, la dignidad siempre es valiente.
Pero, sobre todo, ¿qué podemos hacer? Podemos y debemos hacer mucho. No vamos a impedir que AMLO siga destrozando al país en el mismo sentido en que lo ha hecho toda su vida (no solo como presidente), en eso hay que tener claro que habremos de trabajar mucho, después de que salga del gobierno, para llevar al país hacia adelante desde dónde lo haya dejado.
Pero lo que si podemos hacer ya, es comprender el engaño y trabajar desde ahorita para convencer a los mexicanos de que el camino de la trasformación no es el que propuso y prometió AMLO, y al mismo tiempo advertirle que no debe desanimarse, que sí hay solución, que sí es posible esa transformación que merece y necesita, solo que esta no depende de un político o de un grupo alrededor de este, sino que se requiere la fuerza actuante de las masas trabajadoras, adicionadas de una teoría y un proyecto sólidos, científicos y responsables, de construcción de una nueva nación, más poderosa, más orgullosa y más justa, sobre la base de los conocimientos de la ciencia social, y empujado por la fuerza de las masas.
Ese proyecto de nación existe y esa ciencia transformadora también, solamente hace falta la fuerza de las masas para empujarlos, y para eso solo hace falta que el pueblo levante la mirada, deje de creer en fantasías y sueños guajiros y se disponga a tomar en sus manos los destinos del país. No debe ser uno sólo ni un grupúsculo de iluminados o demagogos, sino el pueblo trabajador, pero para eso debe estar educado y organizado, entendido de las posibilidades y los mecanismos para lograrlo, dispuesto y con la capacidad y fuerza para hacerlo.
¿Y esto es posible?, tan lo es que ya es, por lo menos en germen, como lo es una semilla, por ejemplo, con todos los elementos que se necesitan, aunque todavía habrá de crecer y desarrollarse hasta tener la fuerza necesaria; solo hace falta que sea el grueso del pueblo el que se sume a este proyecto, lo abrace y lo empuje. Te invitamos a conocerlo, ya tú podrás juzgar si te parece o no que sea posible y merecedor de tu adhesión y dedicación.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario