No hay duda de que hay desesperación en quienes integran la cúpula del partido oficial, más de quienes ya ostentan un cargo público y aspiran a renovarlo o buscar otro más lucrativo a través de próximas elecciones. Nada nuevo hay en esto, en un sistema que se diga democrático es normal que quienes aspiren a un cargo administrativo público lo obtengan por medio del voto de los ciudadanos.
En nuestro país, quienes aspiran a ser presidentes municipales de uno de los 2,466 municipios que hay en México y hasta para el cargo de presidente de la república, lo deben hacer por medio de estructuras políticas que comúnmente conocemos como partidos políticos, que los integran un selecto grupo de individuos, bien informados de la situación social que prevalece, y lo que hacen es representar fielmente los intereses de quienes conforman esa organización política. Su interés de ocupar el puesto deseado es solo ese, salvaguardar sus intereses, la mayoría de estos económicos.
Aunque últimamente, modificaron nuestra constitución para dar cabida a los llamados candidatos independientes estos son una falacia, una trampa para incautos que no se explican por qué presidentes van y presidentes vienen y nunca ven resueltos sus problemas y necesidades más apremiantes.
La desesperación por no ver solucionados los problemas que a diario enfrenta la gente trabajadora, se explica solo por este hecho: votan pensando que el candidato en turno ahora sí va a cumplir, no se esfuerzan por querer saber qué intereses realmente representan quienes integran ese partido que postula dicho candidato.
La mayoría de la gente trabajadora no sabe que nada en común tiene con el candidato; si está ahí en su comunidad o en su colonia, es por que así se lo exige el protocolo democrático establecido en nuestro país, y se tiene que someter a esa rutina que es visitar los lugares en que vive la gente para solicitarles el voto, pues es la única vía en México para ocupar un puesto importante en la administración pública. Si no fuera así, nunca los verían caminando por sus calles.
Una vez alcanzado este propósito es indiscutible que trabajarán en beneficio de los intereses que realmente representan, y estos intereses raramente son los de la gente que confió y creyó lo que decían en campaña; son, sin exagerar, hasta contrarios los intereses que representan y los que dicen defender; los de la gente que les dio el voto. No hay por qué extrañarse de que los funcionarios que elegimos no cumplan lo que prometen en campaña, está claro que no son ni de nuestra condición, ni representan nuestros intereses.
Dicho lo anterior, queda más claro porque tanta preocupación del partido oficial para que los votantes conozcan a quienes consideran los más fieles representantes de sus intereses. No escatiman nada, simplemente porque tienen el poder, tienen mayoría en el congreso de la unión y administran a su antojo los impuestos que el pueblo paga.
Recuerdo toda la alharaca que antaño se armaba cuando se sabía que algún funcionario público utilizaba su tiempo, y los recursos públicos que administraba para beneficiar a algún candidato; ahora es algo normal, al menos tres funcionarios públicos, con responsabilidades de primer nivel, abiertamente están ya en campaña por la presidencia de la república. Adán Augusto López; secretario de Gobernación, Marcelo Ebrard; secretario de Relaciones Exteriores y la corcholata favorita del presidente Claudia Sheinbaum; jefa de gobierno de la Ciudad de México. Esta última, sin ningún pudor, en la propaganda impresa de todo tipo, no tiene empacho de explotar la imagen del presidente para posicionarse en la preferencia del electorado que habrá de elegir nuevo presidente el próximo año. Descaro total de primer nivel.
¿Porque esta premura para posicionarse en el ánimo de la gente? No se necesita nada especial para darse cuenta de la situación que enfrenta Morena, el partido oficial. Como afirmamos antes, quienes integran la administración ejecutiva de este organismo político, no representan los intereses de la clase trabajadora de México, es falso que el gobierno morenista se distinga por defender los intereses de los pobres.
Su slogan de “primero los pobres” fue solo eso; un chiché para conseguir votos fáciles; se esfuerzan pues por hacer creer a la gente que son los representantes de sus intereses, y que por eso deben votar por ellos. El dilema que ahora tiene Morena es volver hacer creer a la gente lo que no son, para que vuelva a votar por ellos en las próximas elecciones.
No se nos olvide que Alfonso Romo Garza, destacado representante de los empresarios mexicanos, se desempeñó como jefe de la Oficina de la presidencia de la república.
En la recta final de la administración federal ha quedado evidenciado y demostrado que son los nuevos representantes de la oligarquía financiera mexicana, los empresarios agraciados, son amigos del hijo del presidente o del mismo presidente: Solo un ejemplo de lo que la prensa nacional dio cuenta hace unos días; se les asignan obras de infraestructura pública por invitación especial, sin someterse a licitaciones públicas.
Nos queda clara la estrategia morenista: hacer creer a la gente lo que no son. Ellos, los morenistas, saben perfectamente que sus programas sociales estrella, de asignación directa de efectivo, no resuelven nada, pero sí sirven para manipular y condicionar el voto popular. Que esto es así, lo demuestra cualquier estadística que se quiera consultar.
Siendo México uno de los 197 países que hay en el mundo, ocupando históricamente el lugar número catorce en la producción de riqueza, es decir, solo trece naciones producen más riqueza que nosotros y, sin embargo, seguimos teniendo características de país subdesarrollado.
Las estadísticas también enseñan que los países que no tienen rezago en el bienestar social, lo han superado privilegiando la inversión en infraestructura pública básica donde más se necesita, generando empleos suficientes bien remunerados y aplicando una política fiscal progresiva, es decir, donde paguen más impuestos quienes más ganan. Y los resultados están a la vista de todo mundo: son países desarrollados en donde al menos la gente trabajadora vive con bienestar aceptable.
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