Obras son amores y no buenas razones —dice el refrán popular— y dice bien, para establecer cómo se juzga a una persona, institución o gobierno: sus acciones pero principalmente, las obras.
Por eso, en estas líneas, se invita a los habitantes de la Ciudad de México—capital y ejemplo de lo que ocurre en el país—, en general y, en particular, a mis vecinos de Iztapalapa y Tláhuac a pensar un aspecto de nuestra vida diaria: lo que ocurre en el transporte.
¿Es necesario describir las banquetas con cuarteaduras, desniveles y estrechez, asimismo el arroyo vehicular con baches, fugas y grietas? ¿Se requiere insistir en el ruido y el constante atosigamiento de vendedores de todo tipo? ¿No hay malandrines de toda laya asechando en las calles y avenidas? Los detalles particulares de su colonia anótelos estimado vecino...
En cambio, en las áreas residenciales de los ricos o de las oficinas de estos y de las autoridades de gobierno las calles presentan buena calidad, ¿por qué no ocurre esto en las colonias donde viven los trabajadores? ¿Por qué casi todo sigue ocurriendo igual que antes?
Consideremos lo anterior y sumemos lo siguiente. Todos, en alguna ocasión, hemos subido a una combi y/o a un microbús los cuales fueron autorizados y concesionados, se decía por parte de las autoridades, para mejorar la prestación de un servicio que antes de los 80’s del siglo pasado proporcionaban camiones de gran tamaño ¿Alguien se acuerda de los Delfines? ¿De la Ruta 100?
Han pasado los años y la mayoría de nosotros considera que ir a trabajar o a otro destino equivale a subir a la combi o al microbús —dejamos para otra ocasión el STC, Metro—con situaciones, en la actualidad, casi iguales en las últimas cuatro décadas:
• Mal estado de las unidades. Algunas chatarras tan estropeadas que en la prisa por la puntualidad al checar en el empleo, dan ganas de bajar y empujar.
• Asientos incomodos debido a las dimensiones incorrectas. O bien, los propietarios que “se la saben” quitan lugares para que se “beneficien” más pasajeros.
• Amontonamiento del “pasaje” más allá de la capacidad del vehículo. Esta tradicional deficiencia cobra gran relevancia, ahora en la pandemia, pues los conductores atiborran el vehículo contradiciendo las mínimas medidas sanitarias contra el covid-19.
Al respecto, en el documento Impacto de los Determinantes Sociales de la COVID en México (UNAM, 4 de mayo 2021) comentado por El Financiero (24 de mayo del 2021) se demuestra que en 2020 un 93% del total de los fallecidos eran trabajadores manuales u operativos, amas de casa y jubilados. Y entre ellos, conductores del transporte público.
¿Es necesario señalar que a los trabajadores se nos hace viajar como ganado vacuno? o ¿Recordar el cansancio, al inicio de la jornada laboral, derivado de tantos maltratos?
Es para el transporte público la “lata de sardinas” para los chambeadores como política de los gobiernos anteriores y presentes pero que ante la actual pandemia conduce a pensar, ¿el Metro contribuirá en mayores contagios? ¿La propagación del virus se reforzará en el Metrobús? Esto porque en ambos transportes la saturación, a las horas pico, y todo el día en algunas estaciones llega a grados aberrantes.
Pero regresemos a nuestro tema principal.
• En microbuses y combis, puertas y ventanas tienen grandes deficiencias y no cumplen su función. Y ahora, en color amarillo el semáforo epidemiológico, no pidas al conductor que ventile porque te insulta y expulsa de la estropeada nave.
• La música estruendosa y el acompañante que distrae o el uso del teléfono celular y conducción rápida o poco precavida es otro conjunto de situaciones frecuentes que ponen en riesgo los bienes y vida de todos.
Por cierto, El Vitor —personaje de comedia interpretado por Adrián García Uribe— compendía y resume la actitud y forma de vida de muchos microbuseros aunque, por fortuna para nuestros hermanos de la clase obrera, no son así todos los trabajadores del volante.
• Costo elevado de la tarifa.
Los más sobresalientes aspectos negativos de lo anteriormente dicho se explican porque los concesionarios del transporte —ayer en los gobiernos neoliberales como hoy en la 4T— tienen una mentalidad utilitaria, eficaz y deseosa de crecientes ganancias producto de la explotación de las choferes asimismo por todos los indebidos ahorros que no se detienen ante la incomodidad, afectación a la salud y riesgos para conductores y pasajeros.
Es una forma de pensar y actuar que se pregona modelo de “éxito social” entre nuestras familias, colonias y barrios la cual se justifica como más inteligente a pesar de que “atropella” la dignidad, bienestar, salud y seguridad en bienes y vida de quienes están a bordo del vehículo. No cabe duda, se explotan a otros seres humanos y, sin límite alguno, se comercializa todo. Esto es, el capitalismo en su más cruda expresión: el neoliberalismo.
Nada de lo antes anotado es nuevo para la Dra. Claudia Sheinbaum ni para el Lic. Andrés Manuel López Obrador (AMLO), pues ambos han gobernado la Ciudad de México y cuentan con información pertinente y detallada. Pero para los trabajadores, ciudadanos de a pie, quienes vivimos en la periferia de la ciudad, sí es cada día más grave, molesto y preocupante tal conjunto de hechos. Entonces, dichos políticos en la realidad, en el día a día nada han efectuado para mejorar la transportación de los empleados y trabajadores de la ciudad, ¿realmente les importarán sus necesidades?
Es totalmente cierto, que todos los rasgos enunciados y otros como el robo con violencia y, todos los días, inhumanos asesinatos de pasajeros se presentan más agudos en el Estado de México, mangoneado por Alfredo del Mazo Maza, perturbando la salud física y emocional así como la economía de los trabajadores y sus familias. Pero que algo sea allá abominable no justifica ni exime de la responsabilidad a quienes permiten por desinterés, inacción o contubernio que se encuentre mal aquí el trasporte en combi o microbús.
En resumen: pasan los años y, en la vida cotidiana, continúan los problemas y deficiencias en el transporte referido así como el grave perjuicio a la salud de trabajadores y pobladores de la periferia de la CDMX. Así, se muerden la lengua por incapacidad o mienten descaradamente la gobernadora de la CDMX y el Jefe del Ejecutivo Federal.
Además, los hechos por todos conocidos pero relatados aquí muestran cual es el sentido de las afirmaciones del presidente AMLO cuando asegura que primero son los pobres pues los hechos indican que lo son pero en ser perjudicados pues no se hace algo en serio y a fondo para protegerlos; al asegurar que se terminó el neoliberalismo —en su versión de Atlacomulco— silencia lo que todos vemos: la versión neoliberal de su empresario favorito Salinas Pliego y otros semejantes lleva tres años en auge pero la diferencia de su gobierno, respecto a los otros del pasado, es que ahora toca palos y cárcel abiertamente a quien se manifiesta o critica como ocurría antes, durante el antiguo régimen de los 70’s del siglo XX, en el cual fue educado, añora y manda su regreso el Sr. presidente.
No nos engañemos. Nadie de los ricachones o del gobierno de la 4T vendrá “desinteresadamente” con algún apoyo a proteger a los trabajadores del país y vecinos de Iztapalapa o Tláhuac en materia de transporte ni en ningún otro rubro.
Los banqueros e industriales junto con los políticos de la 4T se piensan que somos “el pueblo bueno” transportable como reces cuya vida es prescindible y sólo necesaria para votar para que unos u otros permanezcan. Y a cambio, sudor, sangre, lágrimas y migajas en lugar de toda la gran riqueza que crea nuestra energía y espíritu creativo como trabajadores.
Es indispensable la digna defensa de los derechos y logro de mejorías en la vida de nuestras familias tales como un mejor transporte público y una vida sana y prospera para los nuestros. Logros que solo son alcanzables gracias a la conversación de los problemas, acuerdo entre nuestros compañeros o vecinos y el impulso organizado para exigir cambios reales y no meros discurso matutinos.
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