En el corazón de Tlaxcala, la realidad económica pinta un cuadro desolador. Según la reciente Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del INEGI, el 57.43% de la población ocupada se encuentra sumida en la informalidad, careciendo de las prestaciones laborales básicas que merecen. Esta alarmante cifra no es una acusación a los trabajadores, sino un reflejo amargo de un sistema económico que no ha sabido proveer empleos formales y bien remunerados.
Las estadísticas crudas revelan la magnitud de una problemática que no cede. En Tlaxcala, la informalidad laboral no solo persiste, sino que ha aumentado en un 15% en los últimos cinco años que ha gobernado Morena. ¿Dónde está la respuesta eficaz del gobierno estatal y federal?
En lugar de abordar el problema de raíz, las autoridades optan por la mano dura, manifestándose en operativos de desalojo. El pasado 10 de noviembre, cerca de 80 comerciantes tlaxcaltecas fueron desplazados de sus lugares de trabajo, dejando a más de 100 familias en la incertidumbre de perder su principal fuente de ingresos. Esta es la realidad cruda y despiadada que enfrentan día a día aquellos que buscan ganarse la vida dignamente.
La respuesta de las autoridades, encabezada por la morenista Maribel Pérez Arenas, ha sido insensible y desafiante. Los comerciantes afectados buscaron respuestas, no con protestas violentas, sino con manifestaciones pacíficas. Sin embargo, su petición de respeto por su lugar de trabajo y el derecho a sustentar a sus familias fue respondida con indiferencia. ¿La alternativa ofrecida? Una reubicación a un espacio trasero de una tienda comercial, donde la afluencia de clientes es prácticamente nula.
Es fácil para las autoridades señalar a estos comerciantes como obstáculos al espacio público, evasores de impuestos y fomentadores del desorden. Pero, ¿qué opciones reales tienen para ganarse la vida dignamente en un sistema que no les brinda oportunidades? La represión no es la solución; es una respuesta superficial a una problemática estructural.
La verdadera urgencia radica en la creación de más y mejores empleos formales en Tlaxcala. En lugar de perseguirlos, deberían brindarles apoyo. Sus labores no solo les dan dignidad, sino que también son el sustento diario de sus familias.
El desalojo ocurrido el 10 de noviembre, no solo son un ataque a la fuente de ingresos de cientos de hogares tlaxcaltecas, sino también un golpe a la ya precaria calidad de vida que muchos experimentan. Los afectados, lejos de rendirse, anuncian que continuarán con las manifestaciones hasta que se cumpla su derecho al trabajo. Una señal clara de que la lucha por el derecho a trabajar con dignidad no se apaga fácilmente.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario