Hoy inicia el ciclo escolar y se reanudan las clases presenciales de acuerdo con la indicación del presidente de la república Andrés Manuel López Obrador: “las clases van a comenzar el próximo 30 de agosto llueve, truene o relampaguee”; los datos de la pandemia por la covid-19 en México son escalofriantes, resulta que seguimos en el nada honroso cuarto lugar a nivel mundial por el número de fallecidos y el de contagios, las cifras oficiales indican que los muertos rebasan los 250 mil y el de contagios suman más de 3 millones de personas; de acuerdo con el recuento de la Universidad Johns Hopkins.
Es cierto que una parte de la población ya ha sido vacunada; sin embargo, el avance hasta la fecha, de acuerdo con datos proporcionados por la secretaria de Salud dice que se ha inmunizado a 55 millones 928 mil 566 personas, de las que el 55 por ciento tiene un esquema completo de vacunación y el 45 por ciento, medio esquema; es decir, sólo el 23% de la población tiene las dos dosis que se requiere para considerar que la vacuna esta completa y que puede cumplir su función. Menos de la cuarta parte de la población cuenta con la vacuna.
Por otra parte, cifras no oficiales de las mismas autoridades sanitarias creen que, con base en las actas de defunción, la pandemia ha dejado más de 350,000 muertos en el país y estiman que México acumula en realidad 3 millones 425,605 casos de contagio.
El presidente insiste en que se deben reanudar las clases, pareciera muy loable la decisión del presidente del reinicio de las clases presenciales, de darle continuidad a la educación de los niños y jóvenes mexicanos, pareciera que realmente está preocupado por la suerte de los estudiantes, preocupado por las consecuencias de la falta de educación y de las secuelas de la inactividad académica en las escuelas. Es cierto que es necesario reactivar las clases presenciales, darle continuidad a la educación de los jóvenes, pero no a costa de exponerlos a una matanza inmisericorde.
Los datos de la tercera ola de covid-19, no dejan lugar a dudas, la variante Delta ha cobrado la vida ahora de niños, jóvenes y adultos, se resiente con mayor fuerza el azote de esta enfermedad entre la población trabajadora que necesariamente tiene que salir a trabajar; a pesar de ello, el gobierno no ha decretado el confinamiento obligatorio de la población, sencillamente porque no ha implementado políticas públicas de apoyo en alimentos, salud y educación, porque eso implicaría detener la actividad productiva y que la economía tenga un mayor retroceso del que ha tenido de por sí, esa es la verdadera razón por la que ahora se pretenden restablecer las clases presenciales aunque eso implique poner en riesgo a la población en general y a los estudiantes en particular, a que veamos un incremento vertiginoso de los contagios y las muertes.
“Datos de la Secretaria Ejecutiva del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA), actualizados al 15 de agosto, indican que, de 1,613 casos registrados en junio entre menores de 0 a 17 años, para julio aumentaron a 5,373, un alza de 233%. A la primera quincena de agosto sumaban 4,055 casos. Es importante destacar que Sipinna usa para su reporte sólo los casos confirmados por prueba de laboratorio”, de acuerdo con la información publicada en el diario Excélsior de fecha 24 de agosto de este año.
Ahora vemos como jóvenes, niños y adultos se están contagiando de covid-19, de entre los cuales algunos están falleciendo, los más débiles y enfermizos. Es común que muchos de ellos prefieren no acudir al médico o alguna clínica pública por el temor de terminar de contagiarse y morir irremediablemente, además de no contar con los recursos necesarios para pagar la atención médica, las medicinas y el oxígeno.
Vemos cómo en los hechos se está implementando la política de la “inmunidad de rebaño”, según la cual que se contagien todos los que se deban contagiar y que se mueran todos los que se tengan que morir, esa es la política del gobierno de la 4T.
La enfermedad, la pobreza y la falta de un adecuado sistema de salud y de educación está haciendo estragos entre las familias trabajadoras, recientemente el Banco Mundial señaló que la inseguridad alimentaria crece a niveles alarmantes, que el hambre se está agudizando, lo cual obedece, dicen, a distintos factores, señala que a los conflictos sociales, las condiciones socioeconómicas, el cambio climático y las plagas; específicamente se refiere a la covid-19 que ha afectado a los más vulnerables, a los pobres; en general señala que el índice de precios ha aumentado el 30 % en términos generales.
Al presidente no le importa la vida de la población, de los estudiantes, no le importa su salud, educación y bienestar, se llena la boca de mentiras cada que sale a declarar en sus mañaneras o en los distintos eventos en los que le toca hablar, los hechos así lo demuestran. El reinicio a clases es un ejemplo claro de esta aseveración, a sabiendas que tal política va generar un incremento de los contagios, a sabiendas de que van a morir más personas, a sabiendas de que el pueblo trabajador no cuenta con las condiciones mínimas para enfrentar la enfermedad, tales como medicinas, atención médica y una buena alimentación, se empecina en la reanudación de las clases presenciales porque en ello ve una reactivación económica que con sus políticas económicas y asistenciales no ha podido impulsar; ahora, se propone que el mismo pueblo se ocupe de dicha reactivación económica aunque tenga que sacrificar miles de vidas que seguramente se perderán con su política de la “inmunidad de rebaño”, tal pareciera una política genocida del gobierno de la 4T.
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