La palabra libertad, que tiene su origen en el latín libertas, libertatis junto con la palabra democracia del griego demos, que significa pueblo, y kratos, gobierno, se ha deformado por siglos, ya que originalmente fue creada por el pensamiento humano con el objetivo de facultar al pueblo para participar en las decisiones políticas, económicas e ideológicas de la sociedad, pero ahora es el arma más vulgar de dominación a lo largo de la historia.
Esta brutal arma ha sido utilizada por el modo de producción capitalista, el cual proyecta una ilusión de libertad individual luego de que las personas nacen con una existencia predeterminada que los destina a la producción y subsistencia del mismo sistema.
Con su mayor representante, los Estados Unidos (EE. UU.), y cada uno de sus pasos en su historia repletos de consumismo sin límite, se han desarrollado enormes monopolios que devoran al mundo entero con su método descarnado de la explotación del hombre aparentemente libre y que no tiene otra cosa más que vender su fuerza de trabajo.
El régimen capitalista, en pleno siglo XXI, ha sobrevivido todo este tiempo gracias a su bandera de generación de dinero, en sus distintas formas, en papel y electrónico principalmente, y ha sido engendrado por la gran maquinaria productiva llamada empresa que contradictoriamente es movida por los más desafortunados, los cuales, si no dejan la vida traducida en su fuerza de trabajo, no pueden acceder a servicios tan elementales como la salud, educación, alimentación, obras y servicios para sus comunidades, y tampoco cuentan con una vivienda digna.
Esto es una carnicería diaria en la que se derraman litros de sangre y sudor con tal de que no muera el sistema libertador que solo beneficia a unos cuantos. Esta supuesta libertad se traduce en la simple decisión de elegir al verdugo.
El hombre libre en el capitalismo se ha convertido en una extensión más del mismo capital, el cual, tiene que soportar jornadas de hasta doce horas al día de inescrupulosa actividad mecánica, lo que acarrea graves problemas de salud al no poder dormir ni alimentarse adecuadamente. Esta libertad exige que el hombre se incorpore a este calvario desde temprana edad, le ha enseñado que el que no trabaja es un holgazán y que no merece disfrutar los frutos de la riqueza que el propio capitalismo genera gracias al esfuerzo que han impreso los propietarios de los medios de producción: que mentira tan mas aberrante.
¿Pero qué pasa cuando un pueblo denuncia este crimen disfrazado de libertad? Será momento de utilizar la supuesta libertad de expresión de la que el capitalismo argumenta que gozamos todos, valernos de la herramienta del leguaje en los diferentes medios de comunicación; sin embargo, esta libertad es solo una ilusión, debido a que cada medio tiene un dueño que remunera y que promociona todo lo que no contravenga sus propios intereses. Se transforman, entonces, estos medios en enormes máquinas de publicidad e idiotización.
El capitalismo impone el oasis del pan y circo, cuyos conceptos actúan como muletas que impiden al hombre visualizar su miseria existencial, el sinsentido de su existencia.
La libertad del capitalismo no conoce de conciencia, por el contrario, desconoce totalmente el bienestar colectivo de las naciones, solo le interesa controlar, por medio de sus monopolios, el dinero y el poder político y, en consecuencia, ejercer sin límites la represión en contra de cualquier fuerza popular que intente atentar sus intereses.
El capitalismo en su etapa superior imperialista internacional no tiene fronteras, solo le interesa intervenir en naciones generando guerras sin tregua con tal de apropiarse de sus recursos naturales, principalmente del petróleo y el gas natural, que son la moneda más valiosa universal por excelencia.
¿Dónde está entonces la supuesta libertad que predica diariamente el capitalismo descarnado? No existe.
Por ello, el Movimiento Antorchista sostiene que para que un hombre sea verdaderamente libre, debe ser un hombre consciente, crítico y educado, capaz de transformar su realidad y deje de pensar de manera individualista, pero para ello necesita contar, en un principio, con un estado gobernado por el pueblo y para el pueblo que le proporcione un buen empleo con un salario digno que le permita, a él y a su familia, garantizar su sano desarrollo.
Además, requiere de un esquema fiscal progresivo en el que se cobren más impuestos a los dueños de los grandes monopolios, así como racionalizar el gasto público para que beneficie a las mayorías.
Solo así la humanidad podrá hablar de que goza de la verdadera democracia y libertad. La invitación es a organizarse despertar al gigante. Que así sea.
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