El intermediarismo forma parte del lenguaje común en el sector agrícola y se refiere a los agentes económicos que realizan la actividad comercial y se apropian de una parte considerable del valor generado en las unidades de producción. Además, es un tema complicado y confuso. En el sector campesino se maneja con muchos sobreentendidos, y se tienen distintas percepciones acerca de este sector.
Los intermediarios constituyen un puente, a veces necesario, entre las necesidades de comercialización de los productores primarios y las últimas etapas de la cadena de producción consumo. Son agentes económicos especializados en la compra y venta, el acopio y traslado de los productos primarios a los distribuidores, y usualmente poseen también información valiosa del mercado, aventajando con esto el productor primario. Cuando se incrementa el número de intermediarios en una misma cadena resulta en un intermediarismo con carácter excesivo.
Esta característica significa que merma de manera significativa la proporción del valor final del producto que podría llegar a retener el productor primario. Donde principalmente ocurre el intermediarismo –o donde resulta más agresivo- es con los productores minifundistas; ellos mismos facilitan estas prácticas de intermediación cuando sus operaciones son poco eficientes, como lo es comprar insumos caros, escasa productividad al no conseguir los volúmenes de cosecha aceptables que demandan los compradores, circunstancias que no les impiden tener condiciones de negociar un mejor precio de sus productos.
A las malas prácticas se suma la formación de una estructura asimétrica en el medio rural. Según Saavedra y Rello 2010. Las políticas públicas asistencialistas en México derivaron en un minifundismo que actualmente y lamentablemente es identificado como figura de pobreza en la agricultura. Por ejemplo, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, 2014) esto repercute en la existencia de una estructura agraria dicotómica e inequitativa, entre ellos, y quienes cuentan con recursos de mayor escala.
Al abordar el tema referente a la producción agropecuaria, Saavedra y Rello (2010), refieren que una gran parte del porcentaje de la riqueza en la Cadena de Valor está ligada a funciones económicas relevantes como lo son la comercialización y el acopio, misma que, para desventura de los productores, están habitualmente dominadas por los intermediarios comerciales.
Por todo lo anterior, en nuestro país hay productos agrícolas que del campo a la mesa de los consumidores se encarecen 500 por ciento. En el camino, intermediarios pagan bajos precios a los productores para posteriormente ofrecer el producto a elevados costos, quedándo con los mayores márgenes de ganancia, asevera Braulio Carbajal. (La Jornada, 11/06/2023)
Un reporte del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA) denominado Márgenes de comercialización de productos hortofrutícolas y pecuarios, indica que en mayo un alimento básico como el chile jalapeño fue comprado al productor en 4.80 pesos, pero una familia lo compra en 27.72 pesos, una diferencia de 478 por ciento.
En el quinto mes del año, el margen aumentó de forma importante, pues en abril la diferencia era de 393 por ciento, y se adquiría a 5.85 pesos y terminaba en 28.82.
Los mayores márgenes se observan en el canal de intermediarios que compran al mayoreo, donde destacan las grandes cadenas de autoservicio, que compran a un precio bajo en las centrales de abasto, para después ofrecerlos a las familias a uno mucho más elevado.
El GCMA explica que los intermediarios finales enfrentan costos como fletes, almacenaje, empaque y embalaje, además de otros factores sociales como la inseguridad.
Los campesinos también han enfrentado un encarecimiento en sus costos debido a precios más elevados en insumos para la producción primaria, como por ejemplo agroquímicos, fertilizantes, semillas, maquinaria y energéticos, a lo que se le deben sumar impactos climáticos y de temporalidad. Gran parte del margen entre el precio que se paga a productores y se vende a consumidores, es producto de especulación.
Analicemos. Del campo a la mesa del consumidor, se encuentra que el encarecimiento se da en el momento exacto en el que se oferta en el establecimiento final de los que compran al mayoreo en la central de abasto, pues estos compraron cada kilogramo en 7.60 pesos para inmediatamente ofrecerlo en 27.72, lo que descarta costos de traslado del campo a la ciudad.
Para acabar con el intermediarismo es necesario que el gobierno federal tome cartas en el asunto. Busque estrategias para que los productos del campo lleguen a los hogares evitando esa “bola de nieve” que hace que se encarezcan los alimentos de manera exponencial.
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