El Banco Mundial define la pobreza como "la imposibilidad de alcanzar un nivel de vida mínimo". Otros personajes que se ocupan de la economía, afirman que la pobreza "existe cuando una o más personas están o caen bajo un cierto nivel de bienestar económico considerado como un mínimo razonable ya sea en términos absolutos o por los estándares de una sociedad específica". Cualquier definición de pobreza incluye un nivel de bienestar por debajo del cual una persona es considerada pobre. Por lo tanto, es necesario evaluar el bienestar. En este sentido, hay tres enfoques principales en la literatura: el de bienestar, el de las necesidades básicas y el de las capacidades.
Según el Coneval la pobreza extrema la podemos ver reflejada cuando una persona tiene tres o más carencias sociales, de seis posibles y, además, su ingreso total es menor que la línea de bienestar mínimo. La población en esta situación dispone de un ingreso tan bajo que aun si lo dedicase por completo a la adquisición de alimentos, no podría acceder a aquellos que componen la canasta alimentaria.
En Michoacán, tenemos cifras escandalosas de pobreza que hacienden al siete por ciento del total de la población, lo que equivale a casi 350 mil personas en todo el territorio michoacano.
Estos datos, que son del año 2020, siguen siendo preocupantes, pues no olvidemos que la pandemia ha golpeado más duro a las familias. Por ejemplo, cada vez hay más desempleo y bajos salarios, consecuencias de la crisis generalizada que ya conocemos que, por un lado, tiene origen en la misma pandemia y también por las malas políticas que ha implementado el gobierno en turno.
Pero no es solo este índice el preocupante o el que debe llamar la atención, también en el estado hay más carencias sociales como rezago educativo, servicios básicos de vivienda y en no pocos casos a la falta de la vivienda misma, así como el acceso a la salud.
En materia de educación encontramos que Michoacán, siempre ha tenido muy malos ratos ocupando los últimos lugares en aprendizaje, pero hoy se encuentra en la peor crisis de su historia.
Además, desde el inicio de la pandemia, un 13 por ciento de los estudiantes de educación básica han desertado de las escuelas, lo que corresponde aproximadamente a 180 mil estudiantes.
En cuanto a la vivienda, según datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi) el 37.5 por ciento de los michoacanos no cuentan con una vivienda propia y en muchísimos casos tampoco los medios económicos ni de prestaciones sociales o programas para poder hacerse de una.
La falta de una vivienda digna se ha traducido en problemas como el hacinamiento, la invasión de predios, el “hurto” de casas-habitación, la creación de asentamientos irregulares y el abandono de las mismas propiedades ante la imposibilidad de seguirlas pagando. Y, de los que sí cuentan con una vivienda, carecen de servicios como: drenaje, luz, pavimentación, entre otros.
Por otro lado, en el tema de las carencias alimentarias, la cifra es del 23.3 por ciento de la población, como veíamos anteriormente, el ingreso es tan pequeño que no se puede adquirir la canasta alimentaria.
Finalmente, aunque no es todo lo que se debe analizar, está el acceso a la salud. Aquí la cifra es del 38.7 por ciento, quiero aclarar que los datos hacen referencias sólo hasta el año 2018. Sin embargo, con el arribo de la pandemia esta cifra queda rebasada. A lo anterior hay que agregar que la entidad se ubica en la posición 13 entre los estados con más gasto total en salud, pero la realidad es que se destina muy poco a la atención médica. Lo que ocasiona que Michoacán, a pesar de haber reducido la carencia por acceso al sistema de salud, ocupe el último lugar en acceso de su población al servicio de salud.
Y, otro factor que es importante revisar son las muertes por coronavirus, pues ya tenemos 70 mil casos de contagios y casi ocho mil muertes, consecuencia de los que nos referimos con anterioridad.
Pues bien, esta situación de pobreza se ilustra de manera general para el estado de Michoacán, mediante el cálculo de indicadores que señalan la precariedad de sus habitantes como el resultado de bajos ingresos, de un déficit en servicios, así como de las escasas oportunidades para el desarrollo humano, lo cual se convierte en un incentivo para la migración de michoacanos hacia Estados Unidos. Entonces no queda más alternativa que atender la problemática que vivimos los michoacanos a través de una política pública redistributiva, y no con programas asistencialistas gubernamentales de tipo focal como los que implementa el Gobierno federal. Por otro lado, los cálculos realizados indican que el rezago social del estado de Michoacán hace necesario impulsar estrategias de desarrollo económico con la intervención estatal, sin dejarlo todo al libre mercado. Ojalá que el nuevo Gobierno estatal que está por entrar en funciones en Michoacán, preste atención a estos males.
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