En el 2021 la fortuna de las 500 personas más ricas del planeta alcanzó la suma de 8.4 billones de dólares, cantidad superior al Producto Interno Bruto (PIB) combinado de toda América Latina, informó el portal digital BBC News (4 de enero 2022). En este segundo año de pandemia, las economías de los países se convulsionaron por los efectos colaterales de la contingencia sanitaria, con 45 millones de personas al filo de la muerte por el hambre aguda que padecen y un incremento estimado de 163 millones de nuevos pobres en el mundo, junto a esto, los multimillonarios incrementaron en más de un billón de dólares su riqueza.
Las proyecciones más optimistas de crecimiento para la economía mundial se estimaron por arriba del 5 por ciento en 2021, la riqueza de las 20 personas más ricas del mundo creció 30 por ciento durante el año. En crecimiento porcentual destaca en primer lugar el empresario de origen indio, Gautam Adaní, cuya riqueza aumenta 122.8 por ciento, se coloca en segundo lugar el fundador de Tesla, Elon Musk, que incrementa su riqueza en 75.3 por ciento y en tercer lugar se colocó el fundador de Google, Larry Page, que incrementa su riqueza en 57 por ciento. Elon Musk está en primer lugar de las personas más ricas del planeta con un crecimiento de su riqueza de 117.5 millones de dólares, casi el doble de lo que incremento el francés Bernard Arnault, que sumó 62.7 millones de dólares a su riqueza y se encuentra en el sitio número tres, abajo de Jeff Bezos que ocupa el segundo lugar, según la lista de multimillonarios de Bloomberg.
Mientras que la elite adinerada del mundo vive la “belle époque” (El País, 07/12/2021), el 85 por ciento de la población vive en pobreza y una de cada diez personas en el mundo vive en pobreza extrema, al subsistir con menos de 1.9 dólares por día, según reportes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Tal parece que analizamos dos mundos distintos: el de los grandes adinerados que incrementan constantemente su riqueza y el de los pobres, que aumentan en cantidad y se hunden cada vez más en los umbrales de la miseria. Pero no son dos mundos, es uno sólo y en él se manifiesta la desigualdad social que se acentúa y profundiza en la medida en que el sistema capitalista reproduce y concentra en unas cuantas manos la riqueza mundial a condición de condenar a la muerte, el hambre y la pobreza a millones de seres humanos.
En términos vulgares podemos decir que la desigualdad social está determinada por la desigualdad económica que impera en el orden social vigente, de tal modo que no es lo mismo ser patrón que ser obrero, aunque los dos sean hombres y jurídicamente se les reconozca igualdad ante la ley, lo cierto es que el patrón obtiene ganancias y el trabajador un salario, pero la diferencia no se determina solo por la porción de riqueza que les toca o por la forma en que se nombra a sus ingresos, lo que los distingue verdaderamente son la relaciones sociales que se establecen entre los hombres en un determinado modo de producción a partir de su carácter de propietario o no propietario de los medios con que se produce y en ellas podemos distinguir dos polos opuestos bien definidos: los poseedores (dueños de fabricas, transporte, tierras, dinero, etc.) y los desposeídos que no tienen prácticamente nada.
Intentemos ver la cosa más de cerca. Carlos Marx, al iniciar su gran obra “El Capital” señala que: “La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un “inmenso cúmulo de mercancías” y cada mercancía como su forma elemental” (Karl Marx. El Capital. FCE, primera reimpresión 2015. Pág. 41). Lenin al escribir sobre Marx y su obra dice: “La producción de mercancías es un sistema de relaciones sociales en que los distintos productores crean diversos productos (división social del trabajo), y todos estos productos se equiparan entre sí por medio del cambio” (V. I. Lenin. Carlos Marx. Breve esbozo biográfico con una exposición del marxismo. Pekín, 1975. Pág. 19). Lo que motiva al capitalista, al patrón, cuando echa a andar su empresa no es la producción de mercancías sino la utilidad que obtiene de ellas al venderlas, pues de su venta el obtiene un incremento de su capital (dinero) inicial. “Marx llama plusvalía a este incremento del valor primitivo del dinero que se lanza a la circulación... (Pero,) la plusvalía no puede brotar de la circulación de mercancías, pues esta sólo conoce el intercambio de equivalentes; tampoco puede provenir de un alza de los precios, pues las pérdidas y las ganancias recíprocas de vendedores y compradores se equilibrarían; se trata de un fenómeno masivo, medio, social, y no de un fenómeno individual. Para obtener plusvalía ‘el poseedor del dinero necesita encontrar en el mercado una mercancía cuyo valor de uso posea la cualidad peculiar de ser fuente de valor’, una mercancía cuyo proceso de consumo sea, al mismo tiempo, proceso de creación de valor. Y esta mercancía existe: es la fuerza de trabajo del hombre. Su consumo es trabajo y el trabajo crea valor. El poseedor del dinero compra la fuerza de trabajo por su valor, valor que es determinado, como el de cualquier otra mercancía, por el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción (es decir, por el costo del mantenimiento del obrero y su familia)” (Ibíd. Pág. 22).
Tenemos, entonces, dos hombres que concurren al mercado en aparente igualdad, uno en calidad de comprador, con dinero, y otro en calidad de vendedor que no ofrece más que su fuerza de trabajo. Sin embargo uno va a quedar subyugado “voluntaria y legalmente” a otro, el trabajador al patrón, el poseedor de la fuerza de trabajo al poseedor del dinero. Y no es sino a partir del trabajo del obrero que el patrón podrá realizar la ganancia de su dinero invertido y a cambio de ello entregará una ínfima parte del valor producido para la alimentación y subsistencia del trabajador y su familia en forma de salario. Por ello es que siempre el capitalista, los dueños de las grandes industrias y capitales, sacan siempre las enormes tajadas de la riqueza producida y los trabajadores apenas y reciben lo mínimo para atemperar sus males y el hambre. Las clases trabajadores extinguen su vida produciendo siempre para provecho del patrón y por ello sus condiciones de vida serán siempre paupérrimas e inequitativas.
Lo dicho anteriormente puede explicar porque el 10 por ciento más rico se queda con el 76 por ciento de la riqueza del planeta y el 50 por ciento más pobre se queda solo con el 8 por ciento de esa misma riqueza (El País, 07/12/2021). En México durante el 2021 el crecimiento del PIB apenas rebasó el 5 por ciento y Carlos Slim incrementó su riqueza en 30.6 por ciento. Un obrero mexicano percibió un incremento salarial de US$ 296.6 dólares durante todo el 2021 ($6,209.20 pesos, con el tipo de cambio publicado por el Diario Oficial de la Federación para diciembre de 2021), en tanto la riqueza de Slim creció 17.3 millones de dólares, esto significa que el incremento de la riqueza de Carlos Slim es 58,092 veces el incremento del salarió mínimo de un obrero mexicano.
Existe una desigualdad inaudita tolerada por el dominio de los ricos, condenando a la humanidad a los peores males sociales y esta situación va amainar cuando las clases trabajadoras luchen por condiciones de vida más dignas a partir de una mejor distribución de la riqueza, pero ello les impone la necesidad de educarse políticamente y organizarse en torno a sus intereses de clase, sólo así podrán lograr su cometido, sin estas condiciones nada o muy poco será posible.
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