En México ya se ve con mayor claridad la crisis en la que se encuentran sumidos los partidos políticos. Lenta y constantemente, se engrosa la lista de desaciertos que realizan en el ámbito teórico y práctico. Partamos del hecho de que los proyectos de nación integrales y claros son inexistentes en la base ideológica de los partidos vigentes, dígase PRI, PAN, PRD y MORENA. Hay motivos para enfatizar en este último.
Un nuevo partido político, por sí solo, para el elector mexicano figura como una pequeña bocanada de aire fresco, un suspiro cuando menos, precisamente por tratarse en primera instancia de una aparente alternativa política, una oportunidad escasa por renovar su interés electoral. En ese sentido, para un partido se hace indispensable construir y mantener funcional su órgano propagandístico, aquella herramienta que permite difundir las ideas, proyectos y métodos de acción de un partido para hacérselas llegar al electorado, esperando como resultado la incondicionalidad de sus simpatizantes.
Así, entre la ola de nuevos partidos, surgió en 2011 el Movimiento Regeneración Nacional, hoy posicionado como Morena, con Andrés Manuel López Obrador como principal figura política y al frente de la presidencia de México.
Por la naturaleza del fenómeno, sorprende a primera vista que Morena haya alcanzado la titular del Poder Ejecutivo nacional, mayorías legislativas, alcaldías y gubernaturas en puntos muy específicos de la República mexicana en un periodo relativo de siete años. No obstante, un análisis atento concluye que el proyecto del partido en el poder no es sino el de López Obrador iniciado tras la coyuntura política del año 2000.
A partir del inicio de siglo, López Obrador emprendió desde la jefatura de gobierno de la CDMX, anteriormente DF, la conquista del poder político nacional. Entre 2006 y 2010 su participación fue respaldada por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) sin conseguir el objetivo. No fue hasta 2018, a siete años de la fundación de MORENA que consolidó su proyecto, cuyo fundamento discursivo fue la lucha contra la corrupción.
En “Propaganda, nueva fuerza política”, Jacques Driencourt, precisa que “una técnica científica que ya sea por medio de una acción continua o por la utilización racional o metódica de ciertos medios, tiene por objeto provocar la adhesión de la masa a una idea o una doctrina, de obtener el apoyo de su opinión, de empujarla hacia una determinada conducta”
Entendiéndose la propaganda como herramienta cuyo derecho a utilizarse es de todo gremio político que aspira a tomar el poder, aquí conviene plantear una disyuntiva: ¿es la corrupción el problema fundamental de México?
Sintetizando, el proyecto político de López Obrador consta de una revolución moral del país, una reformación de los valores establecidos en la conciencia colectiva determinada por el orden económico imperante del neoliberalismo. Se ufana en señalar que la descomposición de los valores y tradiciones del mexicano han nutrido, esencialmente, la corrupción social y el peculado en las administraciones públicas, sumando la degradación de toda una nación. Para corregir, ha envuelto su figura individual como única capaz de reivindicar al mexicano y que, con su ejemplo, según él, moralmente superior sería capaz de lograrlo.
De allí se desprende su política económica de austeridad, apoyo de transferencias monetarias directas a diversos sectores sociales y eliminación de programas sociales. El más reciente de ellos fue la eliminación de las Escuelas de Tiempo Completo que beneficiaba a 3.6 millones de jóvenes en condición de pobreza y pobreza extrema con alimentación gratuita e implementación de actividades deportivas y culturales en sus instituciones educativas.
AMLO no ataca ni la corrupción ni al neoliberalismo. En síntesis, el neoliberalismo es la nula intervención del Estado en las relaciones económicas, dejando en desamparo al individuo frente a los mercados y los elevados costos de las mercancías. ¿De qué educación, salud, vivienda, alimentación y trabajo puede gozar el mexicano cuando éste se encuentra sin salario fijo o raquítico, prestaciones, servicios médicos gratuitos, escuelas y vivienda dignas o sin nulas obras y servicios en sus comunidades y colonias? El resultado, 3.8 millones de personas más en condición de pobreza durante 2018 y 2021.
“El gobierno mexicano gastó en 2019 un monto de 3 mil 245 millones de pesos en publicidad oficial, lo que representa una tercera parte del gasto ejercido durante el primer año del expresidente Enrique Peña Nieto (9,632 millones) y poco más de la mitad que Felipe Calderón (7,381), de acuerdo con el último informe de las organizaciones ARTICLE 19 y Fundar”. (Animal Político 3 de Julio de 2020)
Ante la realidad, ¿se tiene una postura crítica frente al oficialismo mediático del gobierno en turno o se es víctima de la enorme maquinaria propagandística?
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