“Exceso de mortalidad: casi 600 mil fallecidos por todas las causas a lo largo de la pandemia”, tituló su nota del 24 de octubre el portal aristeguinoticias, y agregó, con base en datos oficiales, que “la pandemia de covid-19 ha provocado un exceso de 595 mil 263 muertes en México, lo que representa un incremento de 46.5 por ciento con respecto a los fallecimientos esperados en un periodo sin pandemia”.
En México, entonces, durante la pandemia han muerto, según datos oficiales, casi 600 mil mexicanos más de los que hubieran fallecido de haberse mantenido la tendencia normal de fallecimientos de los años previos a la pandemia. Las causas principales de esos fallecimientos en exceso fueron ataques cardiacos, covid-19, diabetes, influenza y neumonía, enfermedades renales y cerebrovasculares, a las que se agregan las víctimas de homicidios y accidentes, que como sabemos arrojan cifras espantosamente altas.
A pesar de que estos datos se quedan cortos y no incluyen miles de muertes no reportadas a las autoridades competentes, colocan a México en cuarto lugar mundial de exceso de fallecimientos por todas las causas y son responsabilidad del Gobierno federal, que no hizo absolutamente nada eficaz, primero para evitar que se detonara la pandemia y luego para evitar que el sistema de salud se colapsara y muriera gente que padece otras enfermedades. Y no se trata de afirmaciones mías. Según un estudio encargado por la OMS: “Los datos muestran que México fracasó en su respuesta a la pandemia en relación con países comparables. El país tiene una de las tasas más altas de casos y muertes por covid-19 a pesar de ocupar los últimos lugares en aplicación de pruebas. Esta escasez de pruebas implica que el subdiagnóstico y el subregistro de las muertes por covid-19 es muy sustancial”, concluyó el informe “La respuesta de México al COVID-19: Estudio de Caso”.
Al no haberse tomado medidas para hacer pruebas masivas y aislar a los enfermos de covid-19, y al negarse López Obrador a distribuir recursos públicos de emergencia para que la gente permaneciera en sus casas, a pesar del clamor que se manifestó en miles de humildes hogares a lo largo y ancho de México con un letrero colgado al exterior que decía “en casa y sin comida”, protesta civil que tanto irritó al presidente y a otros altos funcionarios de la 4T por exhibir públicamente su desinterés por la tragedia creciente de millones de mexicanos, la gente tuvo que salir a buscar sustento a toda costa, por lo que se multiplicaron las infecciones y los fallecimientos de Covid-19, se saturaron los hospitales y eso impactó en la atención a otras enfermedades porque dejaron de programarse citas médicas, escasearon los medicamentos y la atención de emergencia tuvo dramáticos cuellos de botella porque los casos graves deambulaban en busca de quien los atendiera y muchos murieron en las calles o en sus casas.
Y, por lo que se ve, el problema aún escalará más: “La pandemia dejó desatendidas algunas enfermedades y eso repercutirá en que se agudizarán urgencias como el infarto al corazón y cerebral”, explicó este sábado a la agencia EFE Daniel Sánchez, presidente de la Sociedad Mexicana de Medicina de Emergencia, quien agregó: Detalló que antes de la pandemia una persona con un infarto al corazón tenía un tiempo de llegada a un hospital en zona urbana de 4 a 6 horas aproximadamente, y unas 12 horas para zonas rurales. Mientras que los que sufrían un infarto cerebral llegaban entre 3 y 4 horas después de los primeros síntomas. “Pero con la covid-19 esto se ha exponenciado, los pacientes llegan días después a los hospitales o simplemente no llegan”, agregó. Asimismo, exaltó que los pacientes con enfermedades crónicas han dejado de tener tratamiento, principalmente porque las unidades de consulta externa fueron cerradas, porque los hospitales se reconvirtieron o porque tenían miedo al contagio” (Forbes, 12 de junio de este año). En respaldo a esta afirmación de que el sistema de salud empeoró notablemente con el Gobierno actual, leemos: “Construye la 4T menos hospitales. En tres años, la Cuatroté abrió 174 clínicas; en el mismo lapso, Peña Nieto entregó 460 unidades. Durante los primeros dos años de la pandemia de Covid-19, el Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador sólo construyó cuatro hospitales de alta especialidad a pesar de la emergencia sanitaria, todos ellos fueron creados el año pasado, en este 2021 no se destinaron recursos para ello, según el Tercer Informe de Gobierno. A pesar de que los mexicanos requirieron de mayor atención en los servicios de salud, el gobierno del presidente López Obrador sólo creó 53 unidades médicas de atención externa, es decir, consultorios médicos”, publicado en El Sol de México, el 3 de septiembre.
En cuanto al exceso de víctimas de homicidio doloso, un total de 103 mil 791 hasta el momento, la más alta cifra comparada con los últimos cinco sexenios, es resultado directo del fracaso de la política de “abrazos, no balazos”, que no puede ser tomada a risa sino sancionada por los mexicanos con un firme reproche a la banalidad presidencial y a la complicidad implícita que esa frase representa hacia los delincuentes, y es un claro indicador del incumplimiento absoluto de la promesa de campaña de AMLO de atacar las raíces sociales de la delincuencia, pues sobran evidencias para demostrar no se acaba con la pobreza repartiendo selectivamente apoyos en efectivo, con recursos sustraídos de otras necesidades vitales del mismo pueblo.
En conclusión, seiscientos mil fallecimientos en exceso son otra evidencia, enorme e irrefutable, de que el país está mal gobernado. Teniendo ese gigantesco número de víctimas como saldo acusador de la ineptitud gubernamental, resulta indignante la escena en la que el funcionario que hace dos años dijo que en el peor escenario morirían 60 mil mexicanos de Covid-19, me refiero al subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, informó esta semana a su jefe el presidente que estaba “cumplida la meta” de vacunar a mayores de 18 años, cifra alcanzada “mágicamente” mediante el truco de agregar a la estadística, de un día para otro, a 7 millones de vacunados. Una cruel burla más desde el balcón presidencial, que sería irrelevante si el presidente no fuera, como dijo Benedetti al referirse a un ministro burlón: “el palo mayor de un barco que se va a pique”. Urge despertar, organizarnos y salvar a ese barco que es México, donde hoy navegamos todos y donde nacerán las próximas generaciones de mexicanos.
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