Una de las profesiones que han perdido mucho del reconocimiento, respeto y admiración que se tenía, es la de ser maestro.
Hablar de esos maestros de antes a los que les tocó poner los cimientos de la pedagogía, desbrozando caminos, sembrando vocaciones, forjando a los maestros. Algunos dirán que esos sí eran maestros, productivos hasta el último momento, llenos de pasión y con una gran convicción que le dan sentido a toda una generación de niños y jóvenes. Escucha uno hablar de esos maestros de antes, esos que se nombran con admiración y respeto. Escuchamos sus relatos cargados de dignidad y logra uno emocionarse, tiempos en que la decisión de ser maestro era una decisión de vida, era un compromiso muy importante, pues en sus manos pasan cientos y cientos de niños y jóvenes que necesitan ser educados.
El maestro y la maestra eran respetados y valorados por una sociedad que veía en ellos la encarnación del saber, tenían principios muy claros y correctos que transmitían a todos aquéllos que pasaban por sus aulas. En muchos pueblos y comunidades el maestro era el personaje más importante después del cura, el maestro se convertía en el escribano, en el líder que ayudaba al pueblo a gestionar sus necesidades, un ejemplo a seguir por todos sus alumnos, inspirados no solo por el temor, sino por su coherencia entre el decir y hacer. Respeto que, nacida de su rectitud y honestidad, de su entrega como maestro, de su generosidad para compartir su sabiduría, pero, sobre todo, la humildad para reconocer que tiene necesidad de seguir aprendiendo.
Los libros de estilo austero eran muy preciados, se cuidaban del polvo, se compraban para leerlos y se leían para aprender, se compartían como un regalo muy preciado. La educación encendía entusiasmos y fervores colectivos, el contenido de los libros era a menudo tema de conversación en reuniones poco formales, contagiaba a familias enteras en la lectura de libros.
Muchas cosas han cambiado, y muchas de ellas permiten mejorar las condiciones de vida, no soy de los que piensan que todo tiempo pasado fue mejor, actualmente hay muchos descubrimientos de la ciencia que el maestro puede aprovechar para motivar a sus alumnos a aprender. Pero, en lo que se refiere a la educación, hay cosas que necesitamos valorar y recuperar, los maestros de antes llegaban a conocer la vida y la familia de sus alumnos, permitiendo con esto influir en su formación.
Ser maestro significa tener en cuenta lo que necesita el alumno para adquirir aprendizajes útiles para la vida, una profesión en la que recibes lo que das y en la que tienes que comprometerte con la sociedad para crear a los mejores profesionales del futuro. Ser maestro es vocación, y solamente aquellos que la sienten serán capaces de transmitir conocimientos verdaderamente importantes a los alumnos que los reciben. Ser maestro es sentir orgullo cuando oyes a un alumno decir “esa fue mi maestra en el colegio”.
Como manifestó Jean Piaget: “El principal logro de la educación en las escuelas debe ser crear hombres y mujeres capaces de crear cosas nuevas. No simplemente repetir lo que las generaciones anteriores han hecho”.
Desde esta tribuna, aprovecho la oportunidad para felicitar al Maestro más esforzado, tenaz, paciente, culto e inteligente que tenemos cientos de miles de mexicanos; quien con su ejemplo cotidiano nos enseña a ser cada día mejores seres humanos ¡Gracias Maestro Aquiles Córdova Morán, dirigente del Movimiento Antorchista Nacional!, gracias porque nos ha enseñado a ser útiles, porque tenemos la gran tarea de educar, organizar y politizar al pueblo de México.
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