Sin ninguna duda, la pobreza es el principal problema social de México y conocer la verdadera magnitud del problema y sus distintas características es fundamental para su combate. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) es el organismo público responsable de esta labor, la información que brinda refiere a la conceptualización y medición de la pobreza, medidas que nos permiten valorar su evolución, pues es su combate uno de los indicadores, de la disposición y capacidad de los gobiernos para beneficiar efectivamente a los sectores más golpeados por la economía de mercado.
De acuerdo con los resultados de este organismo, en 2020, sólo 23.5 por ciento de los mexicanos gozan de condiciones suficientes y seguras para su desarrollo, esto representa poco más de 29 millones de personas; es decir, que el resto, casi 100 millones, de la población del país padece alguna carencia o es muy probable que la sufra. De esta magnitud es la terrible situación.
Prácticamente de cada cuatro mexicanos, tres son pobres, lo que implica que a la gran mayoría le está vedado desarrollar y explotar todas las capacidades creativas y productivas que un individuo de nuestro tiempo pudiera alcanzar.
El Coneval presenta, junto con esta valoración, una serie de mediciones complementarias que, no obstante que deberían ser leídas para afinar nuestro conocimiento del problema, han servido y se han interpretado para matizar la terrible realidad y magnitud de la pobreza en México. Entre esos indicadores se hallan algunos que, hasta por el fraseo, intentan restar grado a la crueldad de la situación. Por ejemplo, se habla de pobreza moderada, carencias sociales, vulnerables por ingresos. Se sugiere así que la población que no tiene satisfecha alguna necesidad social, como educación o vivienda, es menos pobre o que su pobreza es menos dura para quien la padece. Entre estas últimas se halla el concepto de pobreza laboral.
Este indicador se define como la población en la que el ingreso laboral del hogar resulta inferior al valor monetario de la canasta alimentaria (pobreza laboral); es decir, la población que, aun dedicando el monto completo del ingreso obtenido por la actividad laboral, padecerá hambre. En pocas palabras, esto significa que la pobreza laboral sería una estimación de la magnitud de la pobreza extrema si el ingreso de los hogares se redujera al ingreso laboral.
El 19 de agosto de 2022, el Coneval presentó su estimación de la población en pobreza laboral para junio de ese año; según el reporte, 38.3 por ciento de la población se halla en esta condición, casi 50 millones de personas. El Coneval destacó que este porcentaje disminuyó entre el primero y el segundo trimestres de 2022 asociado principalmente al incremento del número de ocupados que permitió a algunos hogares complementar sus ingresos laborales.
Si atendemos únicamente a esta tendencia, la noticia es buena; sin embargo, hay que decir que el dato es mayor al registrado en el primer trimestre de 2020 en 1.7 puntos porcentuales lo que implica a más de 2 millones de personas. La noticia también se atenúa con el dato de la proporción de la población ocupada que se halla en esta condición; este indicador es de 12.3 por ciento: 7 millones de trabajadores ocupados, en activo, no consiguen ingresos ni siquiera para adquirir la canasta básica alimentaria; la mayor parte de estos son trabajadores informales. Este último indicador sí registró un incremento en relación con el trimestre directamente anterior y, seguramente, está directamente afectado por la creciente inflación que padecemos.
El Coneval estima que la pobreza extrema en México no rebasa el 9 por ciento de la población: alrededor de 11 millones de mexicanos padecen hambre, no desnutrición, sino hambre. Sin embargo, el indicador de pobreza laboral muestra indicios de que dicho estimado se queda corto dada la precariedad laboral, el desempleo, y la inflación galopante.
También se quedan cortos los programas gubernamentales para paliar el problema, las transferencias monetarias sufren los embates de la inflación y representan una gota de agua dulce en un mar. El verdadero cambio de modelo social y económico, el que ponga en el centro de la política las necesidades de las grandes mayorías, está muy lejos de lo que pregona la Cuarta Transformación. Los pobres de México no podemos seguir esperando, el cambio hay que hacerlo organizados.
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