Es difícil opinar sobre los grandes problemas del sistema educativo mexicano, en la fecha actual, sin referirnos con precisión al nivel del sistema escolar, en el que se expresan con mayor claridad: educación básica, media superior o superior. Es obligado también para esto, tomar en consideración no solamente las reformas de la última década, sino además, las grandes reformas que se definieron al respecto, a principios de la última década del siglo pasado.
Me parece indispensable un análisis que rebase la comprensión de lo educativo solamente, entre los límites y los alcances del sistema escolar mexicano; así como entender las limitaciones que pone la institución escolar en la solución de los grandes problemas de la educación en nuestro país, y la necesidad de ampliar las miras para incorporar en la política educativa una gran cantidad de procesos sociales, y muchas otras instituciones que en los hechos están contribuyendo, o dejando de contribuir, a la naturaleza y calidad de la educación de los mexicanos.
Los problemas educativos actuales, son una buena medida de la intensidad que ponen las instituciones a la tarea, y que parecieran ser siempre los mismos: problemas de cobertura; problemas de calidad; de "gestión inadecuada"; o de recursos insuficientes. Pero es evidente, que tienen ahora expresiones muy específicas que hablan de la evolución que ha habido en las últimas décadas y de la interacción entre problemas identificados, soluciones propuestas y resultados logrados; los cuales están sin duda determinados por la naturaleza de la interacción política entre nuevos y viejos actores, ante viejos y nuevos problemas; y por la naturaleza de su intervención en las relaciones del poder (hacer) educativo. Es por ello que, sin hacer una relatoría de todos los problemas que afectan a la educación en estos momentos, o de todas las reformas que se han propuesto para su solución, selecciono aquellos que considero son los más importantes o significativos.
Hablemos de los problemas de cobertura (y las políticas que se pusieron en marcha), La reforma educativa de 1970, fue especialmente importante en la creación de nuevas instituciones de educación media superior, que pudieran atender el crecimiento de la demanda en este nivel, en esa época de la historia reciente de la educación en el país: adicionalmente a las preparatorias universitarias y las vocacionales del IPN, se crearon los Bachilleratos Tecnológicos bivalentes, el Colegio de Bachilleres y el CONALEP; a partir de la federalización de la educación en 1993 se crearon los CECyTEC, con el impulso aportado por los estados, y en los últimos años se han incrementado, nuevamente, las opciones de bachillerato abierto y a distancia, video bachillerato y tele bachillerato, para atender incluso poblaciones suburbanas marginales y rurales.
A partir de 1994, con la creación del CENEVAL, se hizo un gran esfuerzo para que todos los jóvenes egresados de secundaria, encontraran un lugar en el nivel medio superior, racionalizando las oportunidades que ofrecen todas las modalidades de este nivel por medio de un examen de asignación en función de méritos y de oportunidades; sin embargo, ahora nos enfrentamos a la decisión de los jóvenes de elegir ciertas modalidades y no cualquiera disponible. Por otro lado, la noticia de que la reforma de la educación media superior aseguraría la equivalencia de todas las modalidades y la posibilidad de realizar fluidamente el recorrido escolar por cualquiera de ellas, no se ha traducido en hechos. La deserción en este nivel sigue siendo la más impresionante, cercana al 50 por ciento de quienes ingresaron a alguna de las modalidades. Por supuesto, los grupos de jóvenes que se manifiestan, en particular en la Ciudad de México, no representan al total de los jóvenes de todo el país, quienes, sin tal capacidad de presión política, se ven en la necesidad de aceptar las opciones disponibles a su alcance geográfico y económico.
La exigencia de los egresados de los bachilleratos por ingresar a las universidades públicas, expresa también un viejo problema con nuevos rasgos. Ahora todos los certificados, independientemente de la modalidad que los emita, tienen validez para exigir el ingreso a la universidad, aunque no respaldan de la misma manera la calidad del aprendizaje. Los estudiantes tienen el certificado, pero no los conocimientos para superar los exámenes de admisión a programas y universidades que elevan sus estándares en función de la demanda que tienen.
Las evidencias señalan que el incremento de la cobertura y de los grados de escolaridad cursados por las nuevas generaciones de mexicanos, no ha resuelto serios problemas de calidad. La calidad del sistema escolar ya no se supone a partir de las estadísticas de reprobación y deserción; se cuenta ahora con una nueva evidencia, aparentemente incuestionable, que se fundamenta con precisión matemática por la vía del desempeño de los jóvenes en pruebas estandarizadas nacionales e internacionales.
Según estas evidencias, los niños y los jóvenes mexicanos no dominan las competencias de matemáticas, lectura y ciencias naturales; el porcentaje de alumnos que se clasifica en la categoría de dominio insuficiente se coloca entre los más altos de los países que participan en las pruebas. Buena parte de los debates académicos y periodísticos actuales, se centra en la necesidad de explicar esos resultados y de encontrar la fórmula que permitirá resolverlos.
Pero no sólo se identifica la calidad con el desempeño en estas pruebas, que nos informan sobre las competencias de los jóvenes en ciertas áreas, pero nos dejan en ignorancia respecto de su "formación integral"; también se considera que la calidad de la educación mejorará a partir de todo tipo de evaluaciones: selección para el ingreso al bachillerato o a la universidad; pruebas de evaluación del aprendizaje al egreso de (ciertas) licenciaturas; prueba de evaluación (concurso) para el ingreso a las plazas docentes disponibles; y la más reciente y problemática, la evaluación universal de maestros.
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