En un mundo de necesidades que bien pudieran salvarse con gobiernos sensibles, humanistas y bien preparados, sin afán único de enriquecerse a costillas de lo que sea y como sea, con estas prácticas, la corrupción es motivada por el modelo económico prevaleciente hasta el momento. No hay forma de esconderlo ni engañar a los más maltratados por el sistema, y que no saben cómo defenderse, cómo negar colonias proletarias abandonadas, rancherías y pueblos en el olvido.
¿En dónde está el progreso que tanto cacareó y prometió López Obrador en campaña? Las interrogantes siguen suspendidas por falta de resultados.
El modelo económico capitalista, en su modo neoliberal, tiene relativamente poco de haber surgido. El neoliberalismo como tal es una teoría política y económica que tiende a reducir al mínimo la participación e intervención del Estado. También ha sido descrito como una forma de liberalismo que apoya la libertad económica y el libre mercado, cuyos pilares básicos incluyen la privatización y la desregulación.
En su sentido más usual, el neoliberalismo se refiere a una serie de teorías y propuestas económicas que comenzaron a tomar auge en la década de 1970, cuestionando al keynesianismo dominante hasta entonces, para volverse en los años siguientes predominante en el mundo occidental.
La teoría económica keynesiana sostenía que el libre mercado carece de mecanismos de autoequilibrio que lleven al pleno empleo, justificando la intervención del Estado mediante políticas públicas orientadas a lograr el pleno empleo y la estabilidad de precios.
Todo eso se acabó una vez implantado el modelo neoliberal que sólo busca la máxima ganancia, sin importar el obrero ni la fuente natural de donde se extrae la materia bruta que deriva en materia prima. Es aquí donde tristemente nos encontramos inmersos, sin que nadie haga algo por favorecer a la clase trabajadora carente de lo necesario para existir dignamente.
La crisis actual representa la decadencia del proyecto de expansión capitalista neoliberal, encabezado por monopolios y oligopolios transnacionales, los estados imperiales y los organismos internacionales.
A través de este artículo tratamos de hilvanar algunas ideas para tratar de explicar críticamente la crisis sistémica del capitalismo neoliberal que afecta fundamentalmente al trabajador que sólo cuenta con su fuerza de trabajo, física y mental, y develar algunas de sus expresiones.
Aquí se argumenta que la crisis representa la decadencia del proyecto de expansión capitalista neoliberal, encabezado por los monopolios y oligopolios transnacionales, los estados imperiales y los organismos internacionales, instancias que dan cuerpo al llamado imperialismo regional y mundial, y que posicionan a la humanidad entera en una encrucijada.
El gran capital aún contempla mantener y profundizar la sobreexplotación del trabajo inmediato e incorporar totalmente a su dominio el trabajo científico–tecnológico, además de privatizar, mercantilizar y devastar el medio ambiente y mantener el modelo económico neoliberal y sus políticas de ajuste estructural, sin importar el destino de la clase desposeída.
Salta a la vista la necesidad de postular, generar y desarrollar alternativas de progreso social y económico en el horizonte posneoliberal y, más aún, poscapitalista, a fin de generar mejores condiciones de vida y trabajo para la mayoría de la población y, en suma, garantizar las múltiples necesidades que supone la reproducción de la vida humana y el metabolismo social hombre–naturaleza.
Es urgente la unidad consciente del pueblo trabajador y darle un rumbo distinto a nuestra sociedad que se encuentra en una fase decadente, siendo la mayoría de la raza humana; las cadenas de ignominia deben ser liberadas.
Necesitamos de forma perentoria un modelo económico y social diferente, que incentive y promueva la producción de todo bien necesario para vivir verdaderamente como humanos, dignamente, acabando con la concentración y producción sobrante, cosa que no va a realizar la clase capitalista en su modo neoliberal.
La clase laboral debe emprender la lucha revolucionaria y sólo el pueblo plenamente consciente, unido, educado y organizado llevará a su realización la gran proeza de un mundo libre de injusticia, sin cardos ni espinas que laceran y destruyen la dignidad humana; un mundo sin miseria material y espiritual.
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