El pasado 24 de febrero se cumplió un año del inicio de la operación especial militar de Rusia en Ucrania, una guerra por delegación, que nunca fue en realidad un conflicto puramente local ni resultado de la mente maquiavélica de Putin.
El paso de los meses ha demostrado que siempre se ha tratado de un conflicto bélico que enfrenta a Estados Unidos y los países imperialistas integrantes de la OTAN contra Rusia. Un conflicto que fue milimétricamente preparado y calculado por el imperialismo norteamericano durante más de una década para que al estallar provocará el mayor daño posible a la Federación Rusa, pues en palabras del propio presidente ruso, Vladimir Putin, el objetivo de los occidentales es dividir a su país en partes para luego ponerlas bajo su control. (RT)
Rusia es el país más extenso del mundo, con una superficie de 17 125 191 km², equivalente a poco más de la novena parte de la tierra firme del planeta, por lo que es depositaria de inmensas fuentes de riqueza, sin duda, un codiciado botín para el imperialismo norteamericano. Además, la Federación Rusa posee el mayor arsenal de armas nucleares del mundo, con cerca de 6.000 ojivas, por lo que su existencia misma representa un peligro para los planes de dominación global de los grandes capitalistas occidentales dueños de los gigantescos monopolios comerciales, industriales y financieros que cada vez concentran más riqueza en sus manos.
Los propios funcionarios norteamericanos han reconocido en innumerables ocasiones, que asediar a Rusia es parte crucial de sus planes de dominación imperialista. Apenas el pasado 22 de febrero, el presidente Joe Biden se reunió con los jefes de gobierno de Lituania, Estonia, Letonia, Polonia, República Checa, Hungría, Eslovaquia, Rumania y Hungría, países del Este de Europa que forman parte de la OTAN, en su mayoría ex socialistas, y les recordó cómo desde finales de los 90 y principios de los 2000 en Estados Unidos se impulsó la idea de incorporarlos a la alianza militar atlantista, con el objetivo de crear un cerco militar que rodeara Rusia. Basta ver la posición de estos países en el mapa, para ver el peligro que está representando para los rusos la expansión de la OTAN.
Andre Damon, del World Socialists Web Side, en una nota del 25 de febrero, nos recuerda que en 2014 el geoestratega estadounidense Robert D. Kaplan, dijo que su nación se había fijado “el objetivo político de romper el Estado ruso en sus principales componentes… porque sólo entonces quedará lo suficientemente debilitado como para dejar de ser un vecino formidable y peligroso”.
Como parte de estos planes, en 2014 se dio un golpe de Estado en Ucrania, promovido y financiado por Estados Unidos, para imponer un gobierno títere que permitiera la incorporación de este país a la OTAN, con lo que el cerco militar sobre Rusia se tornaba más peligroso. Al golpe militar del grupo de nacionalistas integristas ucranianos, fieles admiradores del nazismo y sus brutales crímenes, le siguió una cruenta guerra civil de ocho años en la región del Donbass (que hace frontera con Rusia), en la que los neonazis cometieron innumerables crímenes de guerra contra población civil mayoritariamente de origen ruso.
El genocidio del Donbass, tolerado por las potencias occidentales, y la inminente incorporación de Ucrania a la OTAN fue lo que provocó la intervención bélica de Rusia para desmilitarizar y desnazificar a Ucrania, y desde el principio los imperialistas brindaron su apoyo total a los neonazis ucranianos y utilizaron su dominación sobre los medios de comunicación y su poder económico para imponer una serie de sanciones comerciales contra Rusia y para desplegar una intensa campaña de propaganda rusofoba para presentar a los rusos como los villanos de la historia, sin mencionar nada de los antecedentes del conflicto que los propios capitalistas occidentales provocaron.
Durante este año de guerra, el envío masivo de armas, dinero y mercenarios por parte de las potencias imperialistas a Ucrania no ha cesado, sin embargo, actualmente Rusia tiene el control total del Donbass y avanza sobre otras regiones de la Novorossiya. De poco han servido los más de 68 mil millones de dólares en ayuda enviados por Estados Unidos, así como armamento pesado como los tanques Leopard alemanes o los sistemas antiaéreos norteamericanos. Esta guerra provocada por los grandes oligopolios occidentales ha provocado la muerte de más de 130 mil ucranianos, según lo reconocido recientemente por el presidente Volodomir Zelenski.
A pesar de que es evidente para todos la derrota de Ucrania, el imperialismo norteamericano no cede y prepara nuevos frentes de guerra en Europa y en Oriente, al mismo tiempo en que aumenta el acoso contra la otra potencia mundial que pone en peligro sus planes de dominación mundial, la China comunista, al colocar armamento militar en Taiwán y azuzar los deseos independistas de la élite capitalista de esta isla que pertenece a China. Otro polvorín que puede estallar en cualquier momento, por lo que esta nación ha decidido estrechar sus lazos con Rusia para oponerse firmemente a los planes de dominación unipolar, aunque momentáneamente no participe en el conflicto en Ucrania.
Esta situación global obedece al hecho de que, como ha quedado señalado anteriormente, el objetivo es destruir a estas dos grandes naciones, comenzando por Rusia, para hacer realidad el propósito de Hitler y del fascismo alemán, del que los monopolistas y oligarcas norteamericanos son herederos legítimos, propósito que consiste en dominar a todas las naciones del planeta, para apoderarse de sus recursos naturales y esclavizar a la mano de obra disponible, incluso quizá para realizar una limpieza étnica y eliminar a las razas inferiores, tal como lo soñaba el Führer.
Las potencias involucradas en Ucrania se encuentran ahora ante una difícil encrucijada que ha vuelto sumamente complicado ponerle fin al conflicto: por un lado, los imperialistas occidentales, reclaman el retiro inmediato de las tropas rusas, lo que implicaría para Rusia poner en peligro la existencia misma de esta nación, por lo que no aceptarán y, por el otro lado, Rusia exige la rendición de Ucrania, lo que supone para la OTAN retroceder ante el poder ruso, reconocer su superioridad y verse debilitados ante el mundo, algo que tampoco aceptarán. Este hecho vuelve sumamente delicada y peligrosa la situación para el mundo y nos coloca, más que nunca, muy cerca de una Tercera Guerra Mundial, provocada, eso sí debe quedar claro, por los deseos irracionales de un puñado de megamillonarios en el mundo y de sus gobiernos imperialistas. Una guerra mundial en la que tendrán protagonismo las bombas nucleares y la extinción de la humanidad estaría asegurada, por lo que no debe ser librada nunca (Putin, dixit).
Mientras esto ocurre, miles de trabajadores en todo el mundo, pero principalmente en los viejos países imperialistas de Europa organizan movilizaciones multitudinarias para protestar contra la guerra. “Miles protestan en Berlín y Londres por armar a Ucrania contra Rusia”, “Europa sacudida por marchas anti-OTAN: La tempestad llega a Italia”, “Multitudinarias manifestaciones en Europa contra la guerra en Ucrania”, son algunos titulares de medios europeos que pueden leerse en estos momentos. Los trabajadores europeos saben que el peligro de que la guerra se extienda a sus naciones es inminente y que están siendo utilizados como carne de cañón de un conflicto que en nada los favorece. Es deber de los trabajadores del mundo entero solidarizarnos con estos movimientos de protesta, desenmascarar los planes de dominación y exterminio global del imperialismo norteamericano y preparar el terreno para la transformación social en nuestras naciones. Esta es también la tarea de los antorchistas en México.
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