A principios del año 2020 nadie se imaginaba las dimensiones de la mortandad que ocasionaría el coronavirus SARS-CoV-2. Los responsables de la salud de los mexicanos desde el principio trataron de minimizar los estragos que ocasionaría en México, a pesar de que desde el mes de diciembre del 2019 se tenía ya información suficiente para tomar medidas preventivas; hacer lo posible de reducir el número de víctimas mortales. Lejos de ello, se manipulo la información, desde la tribuna oficial se dio información inexacta por no decir falsa de la verdadera situación que se avecinaba.
Recuerdo que a los estudiantes se les dijo que se les adelantarían sus vacaciones de semana santa con el fin de que se pusieran en cuarentena y no se expusieran al contagio de este nuevo virus. Aseguraban las autoridades encargadas de la salud, que era solo una medida más y que era suficiente que se respetara la cuarentena, que en el próximo mes de mayo todo volvería a la normalidad.
Nos enteramos por los medios de comunicación de situaciones como la de Italia, EE. UU. o Ecuador, donde los espacios médicos para la atención de pacientes que necesitaban terapia intensiva para superar esta crisis fueron rebasados, los pacientes con covid-19 morían en sus domicilios o en la vía pública. Nos enteramos de la desesperación de familias pobres que tenían que enfrentar esta situación prácticamente solos. En esos días apenas iniciaba la hecatombe.
¿Cómo se manejó esta situación por parte de los responsables de la salud pública en México? Hay bastantes análisis al respecto y los resultados de esta gestión son públicos y cualquiera los puede consultar si le interesa. Y, estos son los resultados en números al día 13 de agosto del año en curso: 603 nuevas víctimas; suman ahora 248,017 fallecidos. Hay ya 3´274,944 mexicanos contagiados; se incrementaron 24,975 en 24 horas, la cifra más alta en lo que va del año.
Así la situación. Y por parte de las autoridades federales, ni siquiera se insinúa la intención de brindar apoyo alguno a los sectores más marginados de nuestro país, quienes finalmente son los que ponen la gran mayoría de las víctimas mortales.
Por si no fueran suficientes, como muestras de ineptitud, los resultados hasta hoy presentados en el manejo de la pandemia causada por el coronavirus, el gobierno federal se ha dado a la tarea de convencernos que es necesario que los estudiantes regresen a las aulas para tomar clases presenciales, pero, nada dice sobre las medidas que se tomarán para garantizar condiciones seguras para que los jóvenes estudiantes realicen sus actividades académicas sin riesgos. Nada dice porque se ha propuesto nada hacer para garantizar condiciones sanitarias mínimas para los alumnos.
Esta actitud irresponsable la hace pública justo cuando hay resultados contundentes de estudios recientes de que el virus causante del covid-19 ha evolucionado, ahora aparece la variante Delta. La OMS informa que esta variante ha demostrado ser capaz de aumentar la transmisibilidad, causar una enfermedad más grave, reducir el beneficio de las vacunas y los tratamientos, que es casi dos veces más contagiosa que las variantes anteriores; tan contagiosa como la varicela, que se replica rápidamente en el cuerpo infectado. Esta es la enfermedad que ahora también está matando a jóvenes y niños.
Ante estas circunstancias al gobierno federal solo se le ocurrió anunciar, a través de su secretaria de Educación, la profesora Delfina Gómez, un decálogo para enfrentar esta contingencia en los espacios educativos, ahí donde se concentrarían nada más que 25 millones de estudiantes aproximadamente.
Lo más relevante de este decálogo, primo hermano del “detente” presumido por el presidente al inicio de la pandemia, es que con la mayor desfachatez del mundo se hace público solo para eludir la responsabilidad constitucional que tienen las autoridades federales para garantizar la salud de los mexicanos, perjudicando principalmente al futuro de México: los jóvenes.
¿Dónde quedo el mandato constitucional conferido al presidente que dice que: “…toda persona tiene derecho a la protección de la salud…?
No siendo suficiente lo anterior, López Obrador, acostumbrado a su retórica seudodemocrática, una vez más, engaña al pueblo, haciéndoles creer que son parte esencial en la toma de trascendentales decisiones para el buen funcionamiento del país, y así, con esta argucia, deja la responsabilidad al padre de familia para que decida si envía o no a clases presenciales a su hija o hijo. Nada dice ni asume algún tipo de responsabilidad para garantizar condiciones saludables a los jóvenes estudiantes, por que ello implica destinar recursos económicos suficientes para acondicionar los edificios educativos que han estado más de un año abandonados y no es difícil imaginarse en qué condiciones se encuentran, pero para él, esto no es una prioridad; ya conocemos cuáles son sus prioridades.
¿No es esto traicionar al pueblo al querer hacerse pasar como democrático eludiendo su responsabilidad de garantizar la salud y el bienestar de los mexicanos? ¿Dónde quedo su propuesta de hacer realidad el progreso con justicia y promover una manera de vivir sustentada en el amor al prójimo, a la naturaleza a la patria y a la humanidad, que pregonaba apenas iniciada su administración?
Hace un año, nos enterábamos a través de las noticias de lo que sufría un paciente con covid-19, ese paciente en la vida lo hacíamos porque no lo conocimos. Con el aumento de las victimas a la velocidad que estas se están incrementando, es lógico que en estos días la víctima sea alguien conocido, sea un vecino, un compañero, un amigo o un familiar muy querido de nosotros. Varios de ellos no tienen la suerte de superar esta infección y desgraciadamente mueren. Son ya varios nuestros compañeros y conocidos, víctimas de esta mortal enfermedad. A nombre de ellos, con los que conviví y juntos anhelamos una patria mejor, alzó la voz y exijo que el Estado mexicano asuma su responsabilidad y garantice bienestar y salud; principalmente para los mexicanos más desprotegidos.
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