Hace dos años, cuando la doctora María Elena Álvarez-Buylla asumió el cargo de directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), reprochó que la “ciencia neoliberal” había dejado al país con una desarticulación e incapacidad para innovar, lo que causó un atraso que dificultaba una respuesta contundente ante la covid-19, un problema que ella se comprometió a corregir.
De acuerdo con Álvarez-Buylla, la “ciencia neoliberal” tiene como características: capacidad de articulación limitada, baja eficiencia en innovación, transfiere millonarias cantidades de dinero al sector privado y abandona la ciencia básica. Agregó a todo ello que para enfrentar estos problemas, causados por las anteriores administraciones, se requiere de un régimen como el que se construye con el Presidente Andrés Manuel López Obrador, pues el sistema neoliberal ya fracasó. A dos años de la gestión de Álvarez-Buylla en el Conacyt y tres de la 4ª tranformación en el país, ¿podría decirse que se dio un viraje sustancial hacia el éxito en la investigación y desarrollo tecnológico?
Para comprender por qué la intención de Álvarez-Buylla estuvo condenada al fracaso desde un inicio es necesario recordar dos cosas: primero, que el Conacyt fue creado en el sexenio de Luis Echeverría Álvarez como parte de una estrategia de desarrollo conocida como Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), y tuvo como objetivo impulsar la creación de tecnología propia para proveer a las empresas nacionales e ir eliminando paulatinamente la dependencia tencológica.
Segundo, que el abandono de la ISI como modelo de desarrollo se da en un momento de debilidad de nuestro país al encontrarse al borde de una crisis de divisas, que buscando evadir el riesgo, se pidió un préstamo al Fondo Monetario Internacional (FMI), lamentablemente éste préstamo fue usado por Estados Unidos como añagaza para hacer que México aceptara los ajustes que el organismo internacional exigía que se aplicaran; a saber, la privatizacion de empresas públicas, el abandono de la protección a la industria nacional, de la promoción de las exportaciones, reducir el presupuesto a organismos que impulsaban el desarrollo tecnológico, como el Conacyt, etcétera. México en 1982, aceptó las cláusulas del FMI, abandonando el sueño por construir una industria nacional de primer mundo y la soberanía de nuestro país quedó corpore insepulto.
Podemos concluir por tanto que, fue por intereses extranjeros -y no por antojos del “prianismo”- que México se vió obligado a abandonar una estrategia que se ha demostrado exitosa para llevar a un país al desarrollo. La “ciencia neoliberal” no fue creada por los gobernantes corruptos, como lo ha dicho nuestro presidente, ni como lo afirmó Álvarez-Buylla, sino que tiene como origen el interés del imperialismo a tener en la dependencia tecnológica a los países pobres, y por tanto, sometidos.
¿Podría combatirse esa dependencia y sometimiento a los intereses del vecino del norte con recortes presupuestales a la investigación, desapareciendo fideicomisos, y persiguiendo a los científicos como si fueran criminales? Aunque la respuesta es obvia, ese es el método de la 4ª Tranformación.
A nadie debió sorprender la inmediata renuncia del doctor Juan Enrique Morett Sáchez a la presidencia de la Junta de Honor del Programa Cátedras del Conacyt, una vez que se inició la “transformación” dentro del Consejo. Pero lo que sí debería alarmar a todos fue la carta en la que presentó su renuncia, cito la parte final de la carta: “a contracorriente de los enunciados del gobierno federal, el Conacyt se ha tornado antidemocrático y autoritario, destruyendo sin justificación muchos de los avances en materia de organización, evaluación y autonomía que se habían conseguido a lo largo de décadas de esfuerzo de muchos académicos. La ruptura entre la dirección del Conacyt y la comunidad científica, plenamente documentada, debilita nuestra labor cotidiana y opera en contra de los interes del actual gobierno de México […]”.
Es claro que la opinión del doctor Morett Sánchez es un eufemismo. El castigo que han sufrido las insituciones en nuestro país no van en “contracorriente de los enunciados del gobierno federal”, sino que están en sintonía, vale la pena recordar la amenaza de recorte al presupuesto del gasto de la administración pública, que incluía al Conacyt y a centros de investigación como el CIDE, con el argumento de que ahí también había corrupción; la eliminación del apoyo a las olimpiadas de matemáticas desde el año pasado; hace año y medio, la renuncia de la física Julia Tagüeña Parga a la coordinación del Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT) por falta de recursos; la más reciente cacería de científicos del Conacyt por parte de la Fiscalía General de la República; o la flagrante violación a los estatutos del CIDE por parte del Conacyt y la designación del ex alcalde morenista José Romero Tellaeche como su director. Así se construyen las bases para el desarrollo tecnológico en nuestro país en los tiempos de la 4ª Transformación.
Para un país con las características que tiene el nuestro, no debería ser el objetivo ser el receptor número uno de capitales que tienen como objetivo dilapidar nuestros recursos naturales u ofrecer trabajos precarios a nuestros pobladores, sino debería ser el superar las barreras que hoy nos dividen de los países desarrollados; y estas barreras solamente pueden superarse instrumentando un plan que modifique la forma en que el país está inserto en la economía mundial, no como un país exportador de productos primarios, no como exportador de bienes intermedios o como proveedor de mano de obra barata para maquilar mercancías para el mercado mundial, sino como un país con mano de obra altamente calificada que desarrolle, produzca y exporte bienes de alto valor agregado, para con ello acceder a términos de intercambio más ventajosos y acceder a un mayor nivel de bienestar para su población; en el régimen actual también vamos caminando hacia el sentido opuesto.
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