MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El ave canta

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El pasado 28 de septiembre se llevó a cabo en todas las capitales del país el II Encuentro Nacional de Declamación, organizado por el antorchismo nacional.

El evento se circunscribe en el marco de la actividad artística que realizamos en toda la patria, convencidos de que la cultura y el arte deben ponerse al alcance del pueblo como una herramienta transformadora que despierte el espíritu rebelde y de hermandad en la búsqueda de un México más justo.  

Gracias a las redes sociales, constaté el éxito que tuvo la convocatoria. Centenas, quizá más de mil declamadores, hicieron gala de sus capacidades en todo el país, demostrando que somos una organización con auténtico arraigo entre el pueblo y con una sólida estructura nacional.  

Los zacatecanos hicimos nuestro modesto esfuerzo dando voz a Ismael de la Serna, Juana de Ibarbourou, Pablo Neruda, Antonio Mediz Bolio y Marcelino Dávalos.

Fue un auténtico banquete cultural en el que jóvenes, niños, amas de casa y los mismos dirigentes pusieron el mayor de sus esfuerzos para estremecer a quien los escuchaba.

Debo confesar que, aunque son muchos años participando en eventos similares, no pude evitar estremecerme ante la calidad y, sobre todo, la pasión de los declamadores en cada participación.

Y si la poesía no fuera suficiente, los organizadores nos deleitaron con un programa a cargo del grupo de danza encabezado por el profesor Jorge Ramos.

Nuestro evento se efectúa a poco de que concluya el sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien dictaminó la desaparición de nuestro movimiento, aseverando que se acabaría el trato con intermediarios y cerrando en absoluto la atención de las demandas sociales que enarbolamos.  

Vino después la confiscación de cuentas bancarias de los líderes, la persecución con la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), la compra de voluntades en bastiones electorales como Chimalhuacán e Ixtapaluca en el Estado de México, y la réplica de esta política a nivel local en distintas entidades.

Al ver que no lograba su objetivo, cada vez que tenía oportunidad, el primer mandatario arremetía de nuevo, buscando frenar nuestra labor por asfixia o intimidación. Pero bajo la dirección del maestro Aquiles Córdova Morán, llegamos al final del actual sexenio enarbolando la misma bandera: la edificación de una patria más justa, que sabemos sólo puede ser obra del pueblo organizado que pugne por un nuevo modelo económico.  

La cruzada obradorista sólo sirvió para templar nuestro espíritu, para enaltecer nuestro ánimo y conminarnos a no claudicar.

A unos días del final del Gobierno represor, hoy vienen a cuenta los versos de Salvador Díaz Mirón: el ave canta, aunque la rama cruja, como que sabe lo que son sus alas. Ante los decretos de extinción, nosotros cantamos, bailamos y declamamos, sabedores de que más temprano que tarde venceremos, que nadie lo dude.  

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