Las cifras oficiales sobre el contagio y las muertes por covid-19 en México han sido seriamente cuestionadas sin que hasta el momento se responda cuál es el tamaño real del problema que enfrenta el país.
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha abandonado a los mexicanos a su suerte: 344 mil 478 defunciones y siete millones, 443 mil 315 contagios registrados al momento de escribir estas líneas.
Para López Obrador, la pandemia y todo lo que ésta implicó, jamás fue relevante, más relevancia les dio a las elecciones de 2024 para mantener a Morena en el poder al precio que sea, fue siempre su objetivo.
Por otra parte, la violencia bate récords en el gobierno de la Cuarta Transformación. Un problema que se profundiza cada día que pasa y no cesa con la estrategia de abrazos no balazos, impulsada desde la primera magistratura. La fotografía de violencia más cruda está en la región occidente del país, que comprende los estados de Jalisco, Michoacán, Colima y Guanajuato, donde la diversificación de crímenes aumenta y los números rojos se eleva; en promedio, son casi 100 asesinatos por día en el actual sexenio, México atraviesa la época más sangrienta de su historia y López Obrador poco hace a pesar de que la seguridad es prioridad en su gobierno.
La economía mexicana, cuyo talón de Aquiles ha sido tradicionalmente una alta tasa de desempleo, se encuentra entre los números rojos de América Latina. No hay un plan de reactivación paulatina, y el deterioro del empleo es brutal. López Obrador presumió que crearía más de dos millones de empleos, pero la 4T registró 541 mil empleos en los años que lleva de gobierno, sus números no son más que las cuentas del gran Capitán de Lope de Vega.
De los casi 12 millones de mexicanos que perdieron su empleo por la pandemia, 10.3 millones eran informales, y no se han recuperado siquiera esos, mucho menos los formales, de este fenómeno, las mujeres y los jóvenes son los más afectados. Esta dentellada se siente con más fuerza en las familias que por años se han visto privadas de adquirir la canasta básica.
La economía se desmorona, se debilitan y se desprecian las instituciones, el sistema de salud se está colapsando, la polarización social se ahonda, los derechos humanos están en crisis. Todos los días se añaden problemas y el futuro de los mexicanos es más sombrío, los engranajes de la maquinaria del nuevo gobierno manchan sin cuidado todo aquel que se proponga a criticar con seriedad las acciones de la Cuarta Transformación.
La 4T se apresura a borrar de golpe los avances logrados en materia económica, política, social, científica y educativa en las dos últimas décadas. Los jóvenes sufren el impacto de los problemas sociales actuales y las consecuencias de la pandemia y afrontarán las peores arenas movedizas en los próximos años. López Obrador gobierna con el sentido común, para él no importa la ciencia, el arte y la educación no están en su agenda.
El aparato mediático centra su atención en temas como inseguridad, desempleo, pandemia, en las campañas del año próximo y hasta el espectáculo de su marcha divisionista del 27 de noviembre, ¿y la educación? A casi tres años de gobierno de AMLO no se ha presentado un diagnóstico serio del sistema educativo, tampoco hemos visto un plan que contribuya a contener la degradación social acelerada que vemos por todos lados. Sabemos en cambio los malos resultados que tiene nuestro país en matemáticas, español y otras disciplinas evaluadas a nivel global.
Deficiente infraestructura, insuficiente oferta educativa y personal docente, los programas y planes de estudio no responden a las demandas actuales: en la educación media superior sólo se tiene una unidad escolar por cada dos mil jóvenes; el 25 por ciento de las plantillas docentes en primaria y secundaria están incompletas, en promedio hay 34 alumnos por cada profesor en la educación secundaria (la media para los países de la OCDE es 13 por cada docente); dos de cada 10 alumnos de educación básica no cuentan con mobiliario básico, la cifra se dispara a siete de cada 10 en preparatoria.
En la educación primaria, sólo cuatro de cada 10 escuelas cuentan con computadoras e internet para alumnos; tres de cada 100 instituciones de todos los niveles no tiene sanitarios y el 97 por ciento de las escuelas tienen carencias de infraestructura de algún tipo; alrededor de 1.4 millones de niños y jóvenes en edad estudiantil invierten tiempo y dinero excesivos de traslado a sus instituciones; en la educación primaria indígena hay 21.8 alumnos por cada docente; en las comunidades rurales 6 de cada 10 jóvenes de 15 a 17 años se encuentra viviendo aislados y sin escuelas cercanas; a escala nacional tres de cada 10 alumnos abandona los estudios por falta de dinero; en todos los niveles 33.9 por ciento de los estudiantes tiene conocimientos insuficientes en lectura y comunicación y la lista sigue.
Frente a este tétrico panorama, y la marcada brecha digital y de comunicación inmediata que acentúa la desigualdad social y la igualdad de oportunidades entre el estudiantado mexicano, debemos levantar la voz para exigir al Gobierno Federal que el tema educativo vuelva al centro de la discusión nacional y se atienda de una forma adecuada a la realidad.
Urge un pueblo culto, conocedor, preparado, consciente de la realidad, que sepa discernir y que sea consciente de sus derechos y de la forma más eficaz de conquistarlos. De otra forma, algunos podrán seguir vendiendo y regalando su voto, nuevamente, al mismo gobierno que tiene al país sumido en más miseria.
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