El pasado 8 de enero, el diario La Jornada publicó la nota informativa titulada “Movilización mundial para que la educación sea prioridad, pide la Unesco”. La educación es y debe ser base para el desarrollo de las naciones, el problema es que no se le da la importancia debida y los gobernantes siempre evaden sus responsabilidades.
En el planeta, 244 millones de niños y niñas no están escolarizados, de acuerdo con informes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
La nota del diario dice que “la Unesco urge a priorizar la educación ante la crisis mundial de aprendizaje”. Existe una gran crisis presupuestaria y de aprendizajes. Por lo cual la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) lanza un llamado a la movilización mundial para hacer de la educación una prioridad a nivel global.
Se enfrenta una crisis en aprendizajes básicos como la lecto-escritura y matemáticas, pues se estima que 60 por ciento de los niños de 10 años, en todo el planeta, son incapaces de leer y comprender un texto sencillo.
El problema estriba en que los sistemas educativos actuales no consiguen proporcionar un aprendizaje de calidad para todos a lo largo de toda la vida ni ayudan a construir una sociedad pacífica, ordenada, justa y sostenible.
A todo lo anterior se suma, la pandemia de covid-19 que azotó a la humanidad y generó la mayor perturbación de la educación en la historia, y ha agravado la crisis ya existente en materia de inclusión, calidad y pertinencia.
En septiembre pasado, la Unesco convocó a la Cumbre sobre la Transformación de la Educación, en la que representantes de 130 países se comprometieron a reiniciar sus sistemas educativos y a acelerar sus acciones para poner fin a la crisis de aprendizaje.
Pero ha habido poco avance. La educación adolece de un estancamiento y el gobierno no ha sabido o no ha querido inyectarle recursos para mejorar su infraestructura y mejorar sus programas de enseñanza.
Existe un gran rezago escolar. Las cifras estadísticas en nuestro país están maquilladas en todos los sentidos.
No sabemos dónde estamos. La calidad de la educación de México ocupa el lugar 102 de 137, según el Programa para la Evaluación internacional de Alumnos (PISA) realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), y para salir de ese lugar se necesita que se le dé prioridad al ámbito educativo.
México sigue estando por debajo del promedio de la OCDE en muchos indicadores relativos a la inclusividad del mercado laboral, siendo la pobreza un problema grave y persistente. La economía de México no despunta, está enferma de gravedad.
Un ejemplo. Del Fondo Bancario de Protección al Ahorro (FOBAPROA) ya hemos pagado 3 billones de pesos, pero aún nos falta por pagar un billón. Y esto ata el desarrollo de un pueblo como el nuestro aparte de otras problemáticas que aquejan a nuestro país.
La 4T no tiene un plan o estrategia definida para salir de este atolladero y la calidad educativa es deficiente.
El Día Internacional de la Educación, que se conmemora cada 24 de enero, tendrá como lema “Invertir en las personas, priorizar la educación”, a fin de mantener en la agenda global la urgente necesidad de impulsar acciones para acelerar la mejora de la educación.
La educación debe respetarse como un derecho humano y reconocerse como clave para alcanzar un desarrollo real y sostenible. De igual manera debe ser el derecho a la alimentación de toda la niñez.
Se debe lograr una educación universal que permita a los niños y niñas adquirir el conocimiento y las aptitudes necesarias para adoptar formas de vida saludables y asumir un papel activo en la toma de las decisiones que les van a afectar en el futuro ya que existen niños y adolescentes que no han logrado asistir a la escuela.
Según la UNESCO, 617 millones de niños no pueden leer ni tienen los conocimientos básicos de matemáticas. Los más pobres, dice la misma organización, enfrentan mayores gastos para acceder a la educación.
Se estima que 39 por ciento del presupuesto total de educación lo asumen los hogares de países de ingresos bajos como el nuestro, y 12 por ciento de las familias tienen que pedir prestado para pagar la educación de sus hijos.
En nuestro país son más de 24 millones de estudiantes de preescolar, primaria y secundaria. Al menos 1.9 millones conforman el ejército de trabajadores de la educación. El reto es grande porque 232 mil escuelas públicas y privadas necesitan todo el apoyo tanto en infraestructura como de mejora de planes y programas educativos.
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