Dos mundos distintos: uno, el de los ricos, y el otro, el de la inmensa mayoría, el de los pobres. Demasiados diferentes diría yo. Ambos conviven en nuestro país porque los ricos necesitan del trabajo de los pobres para aumentar su fortuna. Unos cuantos, adinerados, contados con los dedos de la mano, son dueños de tanta riqueza y voluntades en México, son los que forman parte de esa élite que diseña la travesía de esta vida; los destinos míseros de millones de almas en el mundo entero le deben su existencia de acuerdo a su voluntad caprichosa. ¿Como es posible que viva semejante Leviatán? ¿De qué se alimenta?
No siempre ha sido así. Cervantes, en el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, nos da pormenores de una sociedad que debió existir en el pasado, y dice así: “Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quienes los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro se estima, se alcanzase en aquella en venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces, los que en ella vivían ignoraban estás dos palabras de tuyo y mío. Era en aquella santa edad todas las cosas comunes: a nadie le era necesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzar de las robustas encinas, que libremente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. (…) Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia: aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre; que ella, sin ser forzada ofrecía, por todas las partes de su fértil y espacioso seno, lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que la poseían”. Esto, y otro tanto más, se puede leer en el capítulo XI de la obra cumbre de la literatura universal, del autor español Miguel de Cervantes Saavedra.
Actualmente una fiebre maligna: “desear tener mucho dinero”, carcome los pensamientos del hombre y lo llama al egoísmo, a la avaricia, la envidia y al individualismo como una filosofía de vida, que deshumaniza a la sociedad. El afán de lucro y de riqueza, como un fin en sí mismo para vivir plenamente la felicidad anhelada; este es un pensamiento nefasto y pernicioso, sembrado muy adentro de la cabeza del pueblo para mantenerlo esclavizado en el trabajo diario. Y es así, como el obrero se levanta de su desvencijado camastro por las mañanas queriendo ser rico; con este pensamiento férreo corre tras la zanahoria inalcanzable, como nos cuenta la popular fábula “El burro y la zanahoria”. Entregando con ahínco toda su fuerza de trabajo a cambio de un pésimo salario, que apenas le alcanza para reponer su menguada energía, para seguir corriendo y corriendo cada día tras sus sueños de riqueza.
De la explotación del hombre se alimenta el modelo económico llamado capitalismo. Desde que se acuñó la palabra “mío” y “tuyo”, es decir, desde que nació la propiedad privada, el mundo de los capitalistas ha ido perfeccionando el grado de sometimiento a la gran masa, despojándola de todo, hasta de la posibilidad de pensar por sí misma, creando una máquina humana para producir mercancías, y nada más. El Leviatán de Thomas Hobbes crece y actúa, se desarrolla y fortalece, facilitando a los dueños de los medios de producción, que siempre son los mismos, la posibilidad de aprovecharse del trabajo ajeno, de la mano de obra del obrero. El poder político y el poder económico, subyugan a la masa trabajadora, dándole solo lo necesario para vivir y reproducir su mano de obra.
Este modelo económico capitalista no permite el desarrollo pleno del hombre; lo mutila de su humanidad, lo forma como egoísta, avaricioso e individualista. Esta forma de existencia política y económica no se puede eliminar en una conferencia mañanera. Por eso, yo creo que miente López Obrador cuando dice: “primero los pobres”; porque en realidad escatima en el gasto social para la salud del pueblo mexicano, y sin rubor alguno, siembra a lo largo y ancho del país, a más de 300 mil 764 muertos por SARS-CoV-2, según reporte de la Secretaría de Salud. (Diario de Colima, 13 de enero, 2022).
Mientras aún continúan sin medicamentos los anaqueles de los centros de salud; mientras familias enteras de Tecomán no cuentan con vivienda propia, y esperan pacientemente la respuesta de la gobernadora Indira Vizcaíno, para tener un lote donde edificar su humilde vivienda; en esta parte del mundo que se llama Tecomán, los pobres sufren. Faltan condiciones para que los estudiantes vayan a la escuela; les falta buena alimentación y suficiente, para estar saludables; y, desde luego les falta un lugar propio donde vivir.
Los pobres de México tenemos que organizarnos y exigir mejores condiciones de vida para todos. Si los trabajadores generamos la riqueza social, y somos los que movemos las grandes máquinas en la ciudad y los que movemos el arado en el campo, entonces tenemos derecho no solo a una vivienda digna y decorosa, tenemos derecho a mucho otros servicios y prestaciones. Pero nuestras necesidades no resolverán por mandato divino; tenemos que organizarnos y luchar por un mundo mejor, más justo, más equitativo y más humano.
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