Del pasado 9 de septiembre de 2021 el presidente, Andrés Manuel López Obrador nos hizo otra de sus acostumbradas trampas en Hermosillo: inauguró un hospital general que todavía no estaba terminado.
Recordará usted, que, en compañía de la exgobernadora, Claudia Pavlovich hizo que todos los medios de comunicación dieran la noticia de la inauguración de un edificio que, según ella, cambiaría la forma de vida a los sonorenses y que se les atendería médicamente de una manera más que digna; el nuevo hospital general, con especialidades y equipamiento, y que poco le faltaría para que fuera el cielo mismo en la tierra: Dinamarca en Hermosillo.
A seis meses de la inauguración, ese hospital aún no funciona. Y, para desgracia de los que necesitan de sus servicios, apenas el 9 de marzo de 2022 la Secretaría de Salud de Sonora anunció oficialmente como noticia extraordinaria que ya se encuentra con un 76 por ciento de avance.
Allí tiene usted retratado perfectamente al mentiroso presidente de México. No es ánimo de calumniarlo ni ponerle piedritas en su camino. Él solito se encarga de mostrar quién es verdaderamente.
Con la salud no se juega. En su momento, López Obrador quiso despertar grandes expectativas y hacer creer a miles de ciudadanos que sí está trabajando, no como antes; pues allí están sus resultados. La verdad, no se nos hace algo bueno para la nación tener que llamar mentiroso al representante principal de todos los mexicanos porque eso daña su representatividad, sobre todo en momentos internacionales tan difíciles, pero él solito se pone la soga al cuello.
El hospital, dijo López Obrador, sería de 290 camas, con instrumentos de la más alta tecnología, área de atención a quemados, 26 especialidades, desde la más básicas hasta trasplantes, cirugía del corazón, equipo de imagenología, resonancia magnética, tomografía y una larguísima lista de servicios médicos (Nuevo Hospital en Hermosillo: Estos serán los servicios que ofrecerá (elimparcial.com)). La inversión fue, en ese momento de 2,200 millones de pesos, según se dijo (y seguramente sin moches ni intermediarios) al inaugurarlo afirmó, sin empacho alguno, que ya estaba terminado y equipado, con 1082 empleados al día de la inauguración. Nada, no hubo tal. Llevan 11 años prometiéndole a Guaymas un nuevo hospital y nada, tampoco Guaymas se “dinamarquisa”, ni el puerto ni nada.
El propio presidente le demuestra al sonorense modesto, una vez más, que no puede confiar en su palabra, que lo que afirma no es creíble porque él se ha encargado de dinamitar su propia credibilidad.
Aquella promesa de López Obrador, que le hizo al pueblo de México en enero de 2020, de que en un año tendríamos un excelente sistema de salud como el de Dinamarca o Noruega y de que las medicinas llegarían a todos lados, como la Coca-Cola fue demagogia y engaños para que los mexicanos votaran otra vez en ese entonces por sus cómplices levanta dedos y sus alcaldes títeres, para seguir teniendo el poder y llevarnos hacia su feroz e irracional autocracia, su dictadura de la clase gobernante.
Entre tanto, los sonorenses humildes deben recordar que más allá de las palabras engañosas de AMLO, que los medios de comunicación difunden, está una realidad que, a pesar de estar maquillada, muestra como prueba irrefutable la demagogia presidencial. La pobreza en nuestro país incrementó, entre 2018 y 2020, el equivalente a 3.8 incómodos millones de personas.
El Coneval afirma que la población con carencias en el acceso a la salud aumentó de 20.1 millones de mexicanos en 2018 a 35.7 millones en 2020. Y con estos datos es un absurdo que dicho hospital sonorense lleve más de seis meses sin rendir frutos: el humanismo que tanto presume ALMO sólo existe como demagogia electorera. Mientras tanto nuestra gente padece.
Qué bueno por los que puedan pagar excelentes servicios en clínicas y hospitales privados. Los demás tendremos que organizarnos y luchar, sin pérdida de tiempo. Hay que quitar del poder a los actuales gobernantes porque sus resultados nos demuestran que no están del lado de los humildes, sino que sólo protegen sus inversiones y a sus inversionistas. Hay que apurar el paso de la organización popular.
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