El crimen horrendo perpetrado por terroristas contra el pueblo ruso en el Crocus City Hall, que ha conmocionado a todos los hombres de buena voluntad en el planeta, reclama de todos nosotros importantes reflexiones por lo que revela del mundo que nos tocó vivir en este 2024 y arroja luz sobre el camino que debemos tomar los que nos esforzamos por construir un mundo mejor.
La primera cuestión a dilucidar son las pretensiones de los terroristas que además de sus armas de alto poder portaban ingentes cantidades de líquido inflamable. Lo primero que hicieron fue asegurarse de cerrar las puertas para que nadie pudiera escapar, dispararon a quemarropa sobre la multitud y esparcieron los líquidos provocando un tremendo incendio que velozmente devoró todo a su paso.
El rastreo del origen de las transferencias que recibieron los terroristas conduce hacia los que asesinan con fines políticos, no religiosos, y la ruta de escape hacia Ucrania revela a sus protectores.
El Crocus City Hall era una sala de conciertos para más de cinco mil personas. ¿Qué quedó de él? Montones de fierros quemados, más de 140 muertos (entre ellos seis niños) y cientos de heridos.
Es claro que su plan era una matanza mayor. ¿Por qué no lo lograron?
Un ciudadano narra su experiencia: “Tuve un segundo para pensar, así que empujé a mi mujer y corrí hacia su izquierda, agarré el fusil con la mano izquierda y tiré de ella hacia abajo, y empecé a golpearle en la cabeza con la mano derecha”.
El hombre dijo que otro visitante se acercó corriendo y también le golpeó varias veces, tras lo cual el terrorista perdió el conocimiento”. Cuando se le preguntó si se había dado cuenta de que sus acciones contribuyeron a salvar la vida de decenas de personas, el hombre respondió afirmativamente. “Más tarde, cuando ya nos habíamos marchado, me di cuenta de que, aparte de mi mujer y yo, se habrían salvado unas 200 personas”, añadió (RT, de 23 marzo 2024).
“La gente estaba en estado de shock, algunos lloraban, otros gritaban, había algunos que simplemente se quedaban quietos y no sabían qué hacer”, contó el chico. Un escolar de quince años que trabajaba a tiempo parcial en el guardarropa de la sala de conciertos Crocus City Hall, donde la noche del viernes se produjo el atentado terrorista, rescató a más de 100 personas cuando el edificio estaba en llamas.
En un video grabado por el propio chico, que se llama Islam, se le ve dirigiendo la evacuación y orientando a los asistentes: “¡Todo el mundo fuera, por ahí! ¡A la Expo, a la Expo!”, grita, refiriéndose a la zona de exposiciones Crocus Expo, que está conectada con otras instalaciones de Crocus City por pasadizos cubiertos.
Explicó que a todos los empleados se les había dado instrucciones por si algún día se producía una emergencia, y él solo tuvo que seguirlas con claridad (RT, 23 marzo 2024).
La valentía y la solidaridad de varios ciudadanos rusos frustraron los malévolos planes de los terroristas e impidieron que la tragedia alcanzara mayores dimensiones.
¿Quiénes patrocinan a estos seres sin alma? El cúmulo de datos que han arrojado las investigaciones presenta como una mentira redonda el asesinato en masa como objetivo de fanáticos islamistas, por dos razones fundamentales: los fanáticos se inmolan en el acto con el que dañan a los enemigos de su fe, no buscan escapar; tampoco persiguen dinero por sus acciones.
Precisamente el rastreo del origen de las transferencias, que recibieron los terroristas antes del crimen es lo que conduce hacia los que asesinan con fines políticos, no religiosos. Y la ruta de escape hacia Ucrania revela a sus protectores.
No pasará mucho tiempo antes de que se esclarezca en qué medida participaron la CIA, el M16 (servicio secreto del Reino Unido) y la inteligencia de Ucrania. El objetivo del asesinato es por demás claro: amedrentar a los ciudadanos rusos, demostrarles quién tiene la fuerza, la ferocidad y el evidente propósito de aniquilarlos.
Y esto lleva de la mano a la causa de fondo: los que lideran a los económicamente poderosos del planeta no pueden soportar la existencia de 87.5 millones de rusos que acuden a las urnas reconociendo la legitimidad de su sistema de Gobierno, los saca de quicio que 76.2 millones aprueben la mano enérgica del presidente Putin en la conducción de las operaciones militares tendientes a hacer respetar su soberanía.
El pueblo ruso, que ratificó en las urnas su alta conciencia cívica; que dejó claro que no le teme al sacrificio de una guerra con tal de defender su derecho a su desarrollo pleno; que orgullosamente se planta a la vanguardia de la construcción de un mundo multipolar: tal es el objeto del odio visceral de los imperialistas de todos los colores.
Pero con tal odio sólo evidencian su impotencia. Efectivamente, el mayor enemigo que tenemos todos los pueblos que aspiramos a un mundo mejor es el imperialismo que, agonizante como está, no se detiene ante la barbarie para manifestar su enojo.
Esa es la primera lección. La segunda, los mexicanos necesitamos elevar nuestra conciencia cívica, unirnos en torno al proyecto de país que deseamos construir y afrontar todos los desafíos que se nos presenten, demostrando la misma valentía y solidaridad que los rusos.
Dos pruebas más del elevado espíritu cívico de los rusos. Varios jóvenes de la república popular de Donetsk recibieron una oferta de desconocidos a través de Telegram para organizar un atentado contra una escuela: “El 25 de marzo me desperté, abrí Telegram y vi que había recibido una notificación de una cuenta extraña con este mensaje: ‘Hola, Yegor, estamos dispuestos a pagarte 1.5 millones de rublos [unos 16 mil 185 dólares] para que organices un atentado terrorista en la escuela no. 1 de Novoazovsk; más tarde te diremos el lugar de la reunión’”, compartió con Sputnik (27 marzo 2024) el estudiante de esta escuela, Yegor.
También se difundió que tras el ataque terrorista, subió a mil, y se mantuvo toda la semana, el número de ciudadanos que diariamente se registran para servir en el ejército de la Federación rusa.
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