No es ninguna exageración, el peligro que se cierne sobre los habitantes del planeta es muy real. El imperialismo norteamericano nos pone al borde del precipicio y todos debemos saberlo, porque de nosotros depende detenerlo.
La historia nos dice que así procedió el presidente George W. Bush desde 2002, en su afán de derrocar a Saddam Hussein y apropiarse del petróleo y las riquezas naturales de Irak. Entre sus estrategias de comunicación incluyó la denigración del enemigo (al que llamó dictador brutal, terrorista y enemigo de la libertad), la presentación de la guerra como la defensa de una causa noble (la causa estadounidense de la libertad) y la apelación a sentimientos positivos compartidos por la audiencia (como la búsqueda de “un futuro mejor para el pueblo iraquí” y una mayor “seguridad para el pueblo estadounidense”. Bush logró la autorización de la ONU para que el 20 de marzo de 2003, una coalición liderada por Estados Unidos junto a países aliados como Reino Unido y España, iniciara la invasión de Irak.
“La principal justificación para esta operación fue la afirmación de que Saddam Hussein poseía y desarrollaba armas de destrucción masiva. El líder iraquí fue derrocado. Sin embargo, nunca se encontraron armas. El conflicto que Estados Unidos aseguró que no se prolongaría más de unos meses no finalizó hasta más de siete años después”. (BBC Mundo recuerda las declaraciones clave a 15 años del inicio de la guerra de Irak, 20 de marzo de 2018).
En 2004, dos prestigiosos periódicos estadounidenses, The New York Times y The Washington Post, públicamente se disculparon ante sus lectores por no haber cuestionado lo suficiente la información proveniente de la Casa Blanca, haciendo una referencia particular a la afirmación de que el entonces presidente de Irak, Saddam Hussein, tenía armas de destrucción masiva, la justificación principal para iniciar la guerra en 2003. “Ese mismo año en su informe anual la BBC reconoció que en su cobertura de Irak no había tratado la información procedente de fuentes militares con el suficiente escepticismo”. “La confusión de la guerra afectó a todas las cadenas y nosotros no fuimos una excepción”, dijo entonces el director general de la corporación Greg Dyke, en respuesta a las críticas”. (BBC Mundo, 20 de marzo de 2013)
Todo el mundo sabe las nefastas consecuencias de esta invasión a Irak, una de tantas guerras de agresión lanzadas por el imperialismo norteamericano contra los pueblos que no se pliegan a sus órdenes y no le entregan sus recursos naturales a cambio de limosnas.
Hoy vemos que la historia vuelve a repetirse. Biden ya echó a andar toda su maquinaria mediática para desprestigiar a la Federación Rusa y su presidente Vladímir Putin desde fines del año pasado. Y ahora está fabricando el pretexto perfecto para que la OTAN, con todo el arsenal que ya tiene acumulado en los países fronterizos con Rusia, se lance a invadir ese país y logre su objetivo de desmembrarlo en 20 republiquitas que sean fácilmente controladas con gobiernos títeres de Washington.
“El martes, el presidente estadounidense, Joe Biden, acusó a Rusia de llevar a cabo un genocidio en Ucrania. En una declaración posterior a reporteros en Iowa, añadió: “lo llamo genocidio porque se ha vuelto cada vez más evidente que Putin está intentando únicamente borrar hasta la idea de ser ucraniano”. “La acusación de Biden de que Rusia está llevando a cabo un genocidio procura envenenar la opinión pública y fomentar el odio popular hacia Rusia. Fue un pretexto abierto para el anuncio que la Casa Blanca haría el día siguiente de que EE. UU. enviara helicópteros de ataque y cientos de vehículos acorazados a Ucrania en la mayor escalada de la participación militar de EE.UU. en la guerra hasta la fecha” (WSWS, André Damon 15 abril 2022)
Anunciando esta acción, el Pentágono declaró: “Estados Unidos se ha comprometido a entregar más de 3.2 mil millones en asistencia de seguridad a Ucrania desde el inicio del Gobierno de Biden”. Esto incluye 2.6 mil millones en solo las últimas seis semanas (WSWS, misma fecha)
Según destacados analistas europeos el mensaje que se está enviando al Gobierno ruso es que, como ocurrió con las acusaciones similares de “genocidio” contra Yugoslavia, Irak y Libia, EE. UU. está poniendo a Rusia en la mira para una guerra y cambio de régimen. La acusación además de falsa es absurda. Hasta el 3 de abril, Naciones Unidas informó de la muerte de 1,842 civiles en Ucrania durante la guerra. Pero ya sabemos que cuando la ONU hace declaraciones que no le convienen al imperio, nadie les hace caso.
Si bien Biden no señaló las acciones que justifican su cargo de “genocidio”, su anuncio ocurrió después de una campaña mediática la que se acusaba a Rusia de masacrar a civiles en Bucha, a las afueras de Kiev, y de un ataque con misiles contra civiles en una estación de tren en Kramatorsk. En cada caso, no hubo pruebas definitivas de que fuera Rusia, y no las fuerzas ucranianas, la responsable de los ataques. Sin embargo, los medios estadounidenses han declarado categóricamente que ambas acciones fueron medidas deliberadas para matar a civiles y autorizadas por el Kremlin, y que las negaciones rusas son mentiras.
Estos últimos acontecimientos parecen indicar que EE.UU. dirige su embestida en dos direcciones: las sanciones antirrusas y la guerra en Ucrania. “Según la base de datos Castellum.ai, Rusia es ahora el país más castigado por las sanciones, por delante de Irán, Siria, Corea del Norte y Venezuela, pues desde mediados de febrero pasado se activaron más de 6.901 nuevas medidas restrictivas contra el país eslavo, en adición a las más de 2.750 que ya estaban en vigor” (Sputnik, Alexandr Demyanchuk 16 de abril de 2022). Y, en la guerra de Ucrania, en lugar de limitarse a “desangrar a Rusia” mediante un conflicto prolongado “busca una victoria estratégica decisiva, que permita que la guerra se extienda a territorio ruso y conduzca a un posible cambio de régimen en Rusia” (WSWS, André Damon, 15 abril 2022). El lector atento juzgara si hay motivo para alarmarse.
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