No es para nadie nuevo que lo que pasa en el país imaginario del presidente Andrés Manuel López Obrador difiere completamente de lo que pasa en el mundo real. Dentro de sus vacuas y vagas elucubraciones, concibe que México es un país “feliz, feliz, feliz” en el que las crisis económicas, la pandemia ocasionada por la covid-19, la inseguridad, el desempleo, la pobreza y el hambre no afectan ni mortifican a ningún ciudadano; y si por ventura se ve cuestionado o exhibido la culpa siempre la tienen sus “adversarios”, los “opositores” inconscientes que quieren politizarlo todo para desprestigiar a su gobierno. En su cerrada y vacía cabeza (o llena de lo mismo que guardan las fosas de los que no cuentan con drenaje), no entra la autocrítica, mucho menos la crítica de todos aquellos que pretenden aportar algo para corregir el rumbo del país, o por lo menos advertir que el camino que se toma no nos llevará a buen puerto. Por el contrario, para el mandatario con ínfulas de mesías y salvador del pueblo mexicano solo el proyecto de país que él encabeza, junto a todo su séquito de aduladores y lisonjeros, es el único capaz de conducir por buen camino los destinos de la nación.
Sin embargo, existe un argumento de gran peso para demostrar lo contrario. Para el pensamiento dialéctico, la realidad existe independientemente de la conciencia del hombre; es decir, existe independientemente de su voluntad, por lo que no puede manipularse a través de simples deseos ni con un análisis superficial. De esta manera, la 4T, al ser producto de un análisis alejado por kilómetros de la realidad concreta, carece de lógica y razón y, por lo tanto, es incorrecta. Pero eso es algo que la ceguera de AMLO no le permite ver ni entender. En su papel de gran redentor, trata de imponer a toda costa su 4T, sin considerar ni importarle la realidad que actúa sobre nosotros, sin importarle las consecuencias de sus acciones y decisiones, llevándolo a actuar de un modo tiránico y despótico que contagia a sus embelesados colaboradores. Para muestra, tres botones.
El primero de ellos surge del regreso a clases “llueva, truene o relampaguee” anunciado hace algunos días en una de sus conferencias mañaneras. Dijo que México, junto a Bangladesh, es el país que más tiempo lleva con las escuelas cerradas, que ya fue bastante (la cita no es textual). Una decisión así no puede discutirse, creo que todos estamos de acuerdo en que las clases presenciales son indispensables para la formación de los estudiantes. No obstante sí pueden discutirse los términos en que se llevará a cabo tal regreso a clases presenciales: las escuelas están, en su mayoría, deterioradas por todo el tiempo que llevan cerradas, no cuentan con la adecuada ventilación ni el distanciamiento necesario dentro de las aulas; nada se dice acerca de cómo se llevará a cabo el filtro sanitario si no se cuenta con termómetros digitales, gel antibacterial ni sanitizante; varios profesores no cuentan con la segunda dosis de la vacuna y los estudiantes ni siquiera con una dosis. El regreso a clases improvisado de AMLO y la SEP, pues representan un riesgo inminente de contagios no solo entre la población escolar (hasta hace dos días había 8491 menores hospitalizados por covid-19), sino también entre sus familias y todos aquellos con quienes interactúen en el proceso. A pesar de las bien y variadas argumentaciones en contra, realizadas por padres de familia, maestros, científicos y politólogos, y de los datos duros sobre la pandemia, al presidente solo se le ocurre decir que “hay que correr riesgos” o que “los caminos de la vida no son lo que yo pensaba…” ¡Vaya mofa!
Segundo. Derivado de lo anterior, un grupo numeroso de estudiantes y profesores protestaron enérgicamente contra la improvisación de la SEP y solicitaron que el regreso a clases sea con la vacunación de la población de entre 12 y 17 años y con la aplicación de la segunda dosis a los docentes, además de insumos de desinfección, cubrebocas y termómetros para las escuelas, de lo contrario no volverían a clases. Pues bien, en Puebla el secretario de Educación Pública, Melitón Lozano, amenazó a los docentes con descuentos salariales si no acuden a las aulas o si se oponen al regreso a clases. Ante la defensa de la vida, la represión de la 4T.
Por último, el 17 de agosto, alrededor de 200 familias de las colonias La Habana, San José y Ejido Tlaltenco acudieron a las instalaciones del Gobierno de la Ciudad de México a solicitar apoyo ante las afectaciones sufridas por la inundación de sus hogares con aguas negras. ¿La respuesta? En lugar de una solución favorable, el cuerpo de granaderos (que según ya había desaparecido) de Claudia Sheinbaum, reprimió brutalmente la manifestación pacífica que se llevaba a cabo en esos momentos.
No hay duda. El hombre no puede negar ni escapar a la realidad que le rodea y los acontecimientos mencionados exhiben claramente que el Gobierno de la 4T es un gobierno tiránico y despótico, que no tiene pies ni cabeza, pero, sobre todo, que no es un gobierno a favor de los pobres y desprotegidos.
No, la realidad no se niega ni se evade, pero sí puede transformarse, y para ello solo hay un camino correcto a seguir: hay que politizarse y hay que organizarse; hay que formar el verdadero partido de los pobres de México, pues sólo unidos y concientizados podremos transformar para bien a está tan amada patria que pide a gritos justicia social. No olvidemos las sabias palabras de Bertolt Brecht:
“El individuo tiene dos ojos,
pero el Partido tiene miles.
El Partido ve muchos estados
y el individuo solo ve una ciudad.
El individuo tiene su hora.
pero el Partido tiene muchas.
El individuo puede ser aniquilado,
pero el Partido no puede serlo,
pues es la vanguardia de las masas
y lidera su lucha
con los métodos de los clásicos, creados
a partir del conocimiento de la realidad”.
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