Ya es muy conocida la estrategia electoral que usarán los partidos políticos tradicionales, para hacerse con el voto ciudadano en las próximas elecciones del día 6 de junio: las alianzas partidistas. Y aquí, en realidad ningún partido se salva, pues no es muy difícil enterarse bien, que quienes no declararon oficialmente su alianza formal en su momento, que, por lo general serán los partidos conocidos como "morralla” en la jerga electoral, servirán de comparsa a sus mayores, sumando a los suyos y restando a los otros, desde afuera, todo aquello que conviene a sus verdaderos aliados. Tenemos pues, las alianzas formales ya registradas, y las alianzas de facto, no registradas, pero muy bien identificadas, como los casos aquellos de los "nuevos partiditos” que, sin llamarse morenistas, se declaran abiertamente partidarios del proyecto "Cuarta Transformación” (4T) e impulsores de la política actual del presidente. No hay duda pues, nuestra antigua democracia está mudando de nuevo la pelleja, se agotó ya la partidocracia para dar paso a un nuevo pelaje: la moderna "aliansocracia”.
Pero la partidocracia estaba ya definida oficialmente como "Una situación en la que se produce un abuso del poder de los partidos&rdquo, y yo sostengo que las "alianzas", dígase lo que se diga, no son sino precisamente una de estas tantas situaciones. Pero la ley electoral dice que son válidas y un derecho legítimo de todos los partidos políticos. Y así lo creo también. No obstante, sostengo que las alianzas privilegian mucho más el interés particular de las cúpulas partidistas, que el de sus militantes mismos.
Y la estructura electoral ya está integrada, afinada y lista para operar. En el caso de Colima, incluso, la mayoría de los partidos ya tienen designados, desde ahora, sus candidatos o candidatas por CDMX, local y municipios. La infaltable y típica propaganda electoral de estos tiempos, también ya está casi a todo lo que da haciendo lo suyo por doquier: difundir caras, perfiles y rostros con cualquier pretexto, cualquiera, así sea este el más simplista y ridículo donde casi todo se vale. Y no hay de otra, la red está tendida y casi lista, sólo faltan los votantes, las víctimas. Ante este latente panorama, ¿qué nos queda entonces al resto de los ciudadanos? La respuesta que yo imagino no es otra: la alianza, pero esta vez, entre todos los votantes.
Pero ya lo dije en otro momento y es propicio repetirlo ahora: no hay mal que por bien no venga. Lo primero que hay que decir entonces, es que la casi extinta vieja partidocracia, así como la moderna política de las alianzas de los partidos, nos enseñan claramente lecciones históricas que no debemos olvidar el día que acudamos nuevamente a emitir nuestro voto. De hecho, nos muestra tangiblemente la manera, de cómo enfrentar sus aviesas y perversas intenciones, y evitar la burla y el escarnio que casi siempre resulta para los votantes mexicanos, en cada nuevo proceso electoral. Veamos.
Primeramente, es claro que, con las alianzas, los partidos políticos tradicionales nos dicen elocuentemente, que su credibilidad ante los posibles votantes está prácticamente agotada. Ya no hay partido alguno, que pueda presumir y sostener un verdadero y seguro proyecto de nación. De tenerlo, seguramente lo defenderían solos. Es por esto que, prefieren traicionar su ideología y hasta sus principios, antes que perder su registro, y con ello, sus prerrogativas económicas. Aliándose para competir, los partidos políticos nos dicen que ya no confían ni en ellos mismos, y que, su extinción política ya no está lejos. Se sabe, por ejemplo, que, en Colima, ya hace casi 10 años que el PRI no compite sólo.
En segundo lugar, al optar por la alianza, los líderes partidistas traicionan a sus verdaderos militantes. ¿Qué será de aquellos verdaderos panistas colimenses, que, apenas hace cinco años que repudiaron excretando a los priistas, que ahora deben votar por el o viceversa?, ¿y qué, de los de Nueva Alianza afectados por la 4T, que ahora deben votar por Morena? Esto es un verdadero galimatías político que nada tiene qué ver con el interés y los principios del verdadero militante. Pero, además, pensemos, ¿qué garantías de fidelidad con sus compromisos de campaña, ofrecerán los candidatos de los partidos, ahora que traicionaron hasta la propia camiseta de sus militantes? Nada, ya no pueden ofrecer nada, como no sea un vil y altanero embuste.
Pero ya dije que las alianzas van, y, contra la alianza partidista, no nos queda ahora de otra, más que la alianza popular. Es decir, que ya llegó la hora de la unidad popular. Las alianzas de los partidos nos enseñan, que ya no debemos votar solos por nuestra cuenta y riesgo, que debemos buscar también aliarnos para salir a votar. Urge entonces hacer caso a la lección. Y aquí también es preciso recurrir a la experiencia de las luchas populares.
¿Qué hacer pues para votar aliados ante el panorama actual? Si se me permite, diré lo que opino, con el entendido de que no diré cosa nueva alguna, que no sea lo que no haya ya intentado la organización política a que me debo y que honrosamente dirijo en Colima. Primero, no votar nunca más ya por los partidos, sino por los candidatos. Pero no debemos elegir al candidato, atendiendo sólo a lo que diga él, en su propagando, de sí mismo, eso nunca; debemos conocer su trayectoria, sus convicciones, pero sobre todo sus hechos. Nada habla más claro de un individuo que sus hechos.
Pero no será posible conocer bien a los actores políticos, si no contamos con la asesoría y el respaldo de una organización honesta y bien informada, y es aquí, precisamente, donde comienza la necesidad de la alianza popular. Los partidos se alían ahora en pos de sus intereses, entonces, el pueblo también debe hacer los mismos, es decir, aliarse para votar por sus intereses.
La alianza popular para votar, debe enfocarse en las necesidades más apremiantes del pueblo, y de esa manera, dirigir la votación conforme a sus intereses inmediatas. Alíense pues las víctimas del coronavirus, en reclamo de atención médica, vacunas y un cese definitivo a la muerte; alíense todos los desempleados, en reclamos de trabajo seguro y bien pagado; únanse los afectados por la falta de vivienda, en reclamos de un patrimonio seguro para su familia; júntense los padres de niños con cáncer, los enfermos de diabetes, de VIH, y de otras enfermedades crónicas, en busca de atención oficial; súmense los afectados por los homicidios dolosos y los afectado por la inseguridad. Organícense todos los campesinos, los colonos, las amas de casa, los estudiantes y los profesionistas, afectados por la injusticia social. Organicémonos y cambiemos el voto por una vida más digna para nuestras familias. Ya es la hora del cambio, y aliados y organizados lo podemos lograr. Nos venos en las urnas.
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