Jesica Montiel camina con dificultad. “Ya no tengo quince años”, piensa en voz alta. Saluda a gritos a varios de sus vecinos que encuentra en el camino: se dirige a su trabajo. Es cocinera. Mentalmente repasa la lista de compras que hará en cuanto llegue: aceite, pechuga de pollo, frijoles y agua, pero ¿quedó crema?, se pregunta. Está ansiosa por empezar a cocinar; cada minuto cuenta.
“Llegué a Texcoco hace quince años”, recuerda, en busca de un sueño: tener mi pedacito de México, tener un lugar dónde vivir, cuenta con ilusión en la mirada. Doña Jesi, como la conocen, llegó como una de las fundadoras de la colonia Víctor Puebla en Texcoco. Cuenta con orgullo cómo construyeron, con mucho sacrificio, su amada colonia y su ampliación.
Jesica Montiel es una de las texcocanas que forman parte del 25 % de mexicanos cuya vivienda no tiene agua entubada, ¡en pleno siglo XXI!, según el Censo de Población y Vivienda 2020 (Inegi). Según este censo, el porcentaje de viviendas con agua entubada dentro de las mismas en Texcoco es de 75.1 % y en el Estado de México es de 97.3 %.
Sin embargo, estos datos del Inegi son una referencia vaga, pues es muy frecuente que en colonias o pueblos que tienen instalados sistemas de agua potable y son reportados en las estadísticas en tal situación, por múltiples razones, no llega el líquido, no fluye por las tuberías o el abastecimiento está seriamente racionado a los hogares; sólo llega algunos días de la semana: el famoso tandeo, explica el economista doctor Abel Pérez Zamorano (“Marginación Urbana, el caso del oriente mexiquense”, 2014).
Y la situación no mejora. Casi la mitad de la población en México no tiene acceso diario al agua, aunque México tiene agua suficiente para todos sus habitantes. Según datos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), México tiene agua renovable suficiente para darle 10 mil 36 litros diarios a cada mexicano, pero eso no ocurre (No es Normal, Viri Ríos, 2023).
Dice el doctor en economía Brasil Acosta en su libro ¿En Texcoco se vive bien? (Esténtor, 2019) que la escasez del líquido se está convirtiendo en un problema que, de no ser atendido con la suficiente prontitud y disposición, tarde o temprano va a convertirse en un problema grave que dará al Gobierno dolores de cabeza y a los ciudadanos serios problemas en su calidad de vida, lo cual traerá aparejados problemas de la salud y, además, generará descontento social que puede transformarse en un conflicto inconveniente en caso de no atenderse como es debido oportunamente.
Mientras que desde 1996 doña Jesi no ha tenido agua potable en su casa, cuando se estableció la embotelladora de agua Bonafont en el Barrio de San Juanito, en la cabecera municipal de Texcoco, la multinacional con sede en Francia ha producido millones de litros extraídos de pozos de agua texcocanos en cantidades que no revela Conagua. Se trata de una explotación que ha sido denunciada y que no ha encontrado eco en ninguna autoridad.
Además de Bonafont, hay otras embotelladoras que se dedican a la producción y distribución de bebidas refrescantes en el municipio. Estas son: Grupo Pochteca, Femsa –la embotelladora más grande de productos Coca-Cola en el mundo–, PepsiCo, la compañía global de alimentos y bebidas, que opera en más de 200 países y que cuenta con una planta en el municipio, y Jarritos, una marca mexicana de refrescos de sabores naturales que tiene su origen en el estado de Jalisco y que tiene una planta, adivinó amable lector, también en Texcoco.
Estas refresqueras extraen de los mantos acuíferos de la región alrededor de siete millones 900 mil metros cúbicos de agua por año, lo que contribuye a la sobreexplotación y al deterioro de los recursos hídricos. Por cada metro cúbico de agua que extraen, pagan una tarifa de 19.82 pesos, lo que representa un costo mínimo en comparación con las ganancias que obtienen, lo que ha generado críticas y protestas por parte de los habitantes de Texcoco, quienes sufren la escasez y la contaminación del agua.
Este es un problema que se agrava si lo contrastamos con los datos sobre el déficit de agua en la región del lago de Texcoco. Según un informe de Conagua, el acuífero de Texcoco tiene una recarga media anual de 145.1 millones de metros cúbicos y una extracción de 246.5 millones de metros cúbicos, lo que resulta en un déficit de 111.8 millones de metros cúbicos.
Este déficit se debe a la sobreexplotación de los mantos freáticos y la nula recarga de estos, así como al crecimiento de la población y al desperdicio de agua potable. Otros reportes indican que el déficit de agua en el Estado de México es de 311 millones de metros cúbicos, y que la sobreexplotación de los acuíferos provoca hundimientos, contaminación y escasez del recurso. No olvidemos el triste nivel que registró el sistema Cutzamala en noviembre de 2023: menos del 39.8 % de su capacidad.
Esto ha generado que muchas familias tengan que comprar pipas de agua o recurrir a fuentes no seguras, lo que afecta su economía y su salud. Además, hay comunidades que carecen de drenaje y saneamiento, lo que aumenta el riesgo de enfermedades e infecciones.
¿Qué podemos hacer para solucionarlo? Primero: Unirnos y organizarnos para exigir que se acabe la nula regulación de parte de los tres niveles de gobierno para garantizar el derecho al agua para TODOS, y que debería ser la prioridad, no el negocio de gigantescos consorcios internacionales.
Segundo: ¿Cuál ha sido el papel del municipio de Texcoco para remediar el problema? ¿Qué hizo Sandra Luz Falcón en cinco años para resolver el problema del agua del 25 % de la población que vive este problema todos los días? NADA, y ya solicitó licencia para competir por la candidatura de Morena a la diputación local.
Según el Censo de Población y Vivienda Inegi 2020, el porcentaje de viviendas con agua entubada dentro de las mismas en Texcoco es de 75.1 % y en el Estado de México es de 97.3 %.
Tercero: Para resolver esta situación, los afectados deben, además, exigir (ya rebasamos hace 100 años la etapa de solicitar amablemente), la ejecución de algunas de estas posibles soluciones:
- Reforestar de verdad, para provocar más lluvias y recargar el acuífero.
- Colocar plantas de tratamiento en las descargas de drenaje a los ríos y, con ello, dejar de ensuciarlos y obtener de ahí agua para riego.
- Fomentar la educación de los niños para el cuidado del agua de manera permanente.
- Realizar obras de conservación y restauración de suelos rurales.
- Regular la extracción de agua en pozos profundos del municipio.
- Evitar el mal uso del agua de los mantos freáticos.
- Uso adecuado de la tecnología para ahorrar agua (por ejemplo, del uso del agua a través de la agricultura protegida)
- El uso de abono orgánico permite mantener la humedad de la superficie y recuperar suelos.
- Fomentar la recolección de agua de lluvia en las escuelas a través de las techumbres que suman más de 110.
Estas son solo algunas ideas; la punta del iceberg. Pero si organizamos asambleas donde participen todos los sectores de las comunidades y se prepara un plan de trabajo para exigir al Gobierno que se cumplan estas alternativas, es un buen primer paso. Debemos participar de manera colectiva, permanentemente, y no olvidar el asunto, pero debemos empezar ya. Si no hacemos algo al respecto, nos arrepentiremos: ya llegamos a un punto sin retorno.
Finalmente, al llegar a su cocina, Jesica Montiel escribe en su lista lo que le hace falta para cocinar. Toma su bolsa ecológica, su carrito y, antes de salir, utiliza su teléfono celular para enviarle un mensaje de WhatsApp “al muchacho del agua”: le hacen falta unos garrafones.
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