Al 8 de marzo los datos de la pandemia eran: fallecidos en total son ya 191 mil 069, casi 200 mil personas, es decir, 712 por día, que llegó a ser de 1,273, el 23 de febrero. Los casos totales han llegado a 2 millones 132 mil 427, 6 mil 561 por día; el 24 de febrero alcanzó 8 mil 642. No tengo el dato de la posición social de cada uno de los fallecidos, ni su total, tampoco el de género, pero puedo asegurar, que es en su mayoría el pueblo trabajador, y a quien más ha afectado es a las mujeres.
Miles y miles de mujeres asumen a diario la difícil realidad que, en su familia: esposo, hijos mayores, enfrentan o viven el contagio. Empieza el viacrucis, buscan donde reciba atención el esposo, el compañero, atender la necesidad de obtener el permiso y apoyo de los centros o lugares de trabajo, si lo hay, y si no es así enfrentar el problema de asumir el nuevo rol, la responsabilidad de hacerse cargo de todo, sí de todo. Dónde encargar a los hijos mientras se hacen los trámites, a veces la familia, o los vecinos por el temor al contagio, cierran las puertas ante la solicitud. Hay que peregrinar en busca de atención, ¿y la alimentación diaria?, ¿la atención de los hijos?, ¿la atención de la casa?
Si la mujer ha asumido el rol de ser la responsable de la casa por haber quedado sola, por ser madre soltera, por haber enviudado, etc. y si se contagia, el problema es aún más grande, pues quedaron los hijos desamparados, si se encuentra -como en la gran mayoría de los casos- lejos de su familia, porque salió a buscar mejores condiciones, se encuentra sola, extremadamente sola, entonces la situación se torna angustiante, y el sufrimiento es indescriptible. ¡Que esto es retórica! Sólo quien no conoce la situación del pueblo puede pensar así. Y mi interés no es victimizar a las mujeres, pues insisto, esto es pan de todos los días, sólo quien no lo quiere ver, no lo ve. Sumemos a esto la pérdida en estos casi tres años de programas y apoyos que se han eliminado por estar supuestamente afectados, “infectados por la corrupción”: Las estancias infantiles; oportunidades, becas y canasta básica; seguro popular; casas de apoyo contra la violencia; apoyo con medicina para niños con cáncer, programas que en el pasado beneficiaron a las mujeres, que representan poco más o menos la mitad de la población del país.
Y si a esto sumamos la explotación de la qué son objeto en los lugares donde son contratadas para desempeñar un trabajo: se les imponen horarios mayores a los permitidos por la ley, por igual sus salarios no son los estipulados por la ley del trabajo, sus prestaciones tampoco y mucho menos reciben el trato que su condición de trabajadoras exige. Además de recibir malos tratos por su condición de mujer, se les acosa y se les exigen tareas que no corresponden a su rol de trabajo. Se les exhibe, denigra e insulta y se les pide sumisión, disciplina y se conformen con su situación, o de lo contrario, sufrirán las consecuencias, despidos 3.2 millones de mujeres perdieron sus empleos en la primera mitad de 2020 (Inegi), maltratos o incluso: la muerte.
Sí, la muerte se ha enseñoreado en todo el país, se ve en el trabajo a la hora de ir, por ser muy temprano o al salir por ser tan tarde, sea en la frontera, sea en los suburbios, en los municipios más poblados, en los más pobres, a manos de los sicarios, narcotraficantes, explotadores de la prostitución, tratantes de blancas, o de los propios esposos, de las parejas, parientes, padres biológicos o de crianza, sean niñas, adolescentes o mujeres adultas, compañeros de trabajo o simplemente hombres desquiciados que se ensañan con sus víctimas, incluso corporaciones policiacas, cuya tarea es cuidar y protegerlas. Solo, en los primeros seis meses del 2020 fueron asesinadas 1,844 mujeres en México (Inegi).
Esto tiene una explicación, nada que no hayan vivido las obreras de todo el mundo, tiene una causa y no es la condición de mujer, no es por esta situación que es vejada, ultrajada e incluso asesinada. Es ésta una de las expresiones más descarnadas del sistema de mercado que para obtener la ganancia, la plusvalía cada vez mayor, tiene que degradar a esos extremos la vida humana no sólo de la mujer sino del hombre, del proletariado, es decir, de los obreros, de los trabajadores, de la clase que produce la riqueza: Es la férrea Ley “La de Acumulación Capitalista”.
La mujer, el hombre, trabajadores, ambos deben educarse políticamente para comprender que la explotación, no es de género sino de clase. Es la clase en el poder, la burguesía, decadente, la que explota, denigra y exprime hasta la muerte al trabajador, sea hombre o sea mujer, y comprender que la tarea es organizar al trabajador, no importa el género, para que asuman el poder político y puedan avanzar en la transformación de esta sociedad desigual que se ceba sobre los trabajadores y sobre la mujer proletaria.
Esta es la lucha revolucionaria a que el Movimiento Antorchista llama a las mujeres mexicanas y a los hombres mexicanos, pues son los trabajadores, la clase capaz de transformar la situación que viven hoy hombres y mujeres. La lucha es por el poder para el pueblo trabajador.
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