El teatro, dictan las Conferencias Culturales del maestro Aquiles Córdova Morán, es la más popular de las artes por tres motivos fundamentales: primero, el teatro moderno tiene su antecedente en la celebración que el antiguo pueblo griego hacía de las fiestas grandes dionisiacas (en honor al dios del vino, la uva y la agricultura en general: Dionisos), en las que, a diferencia de las relacionadas con el culto a Apolo (apolíneas) practicadas por la oligarquía en las que predominaban la mesura y la reflexión, estas eran celebradas por los trabajadores del campo, por el pueblo en las que había vino, baile y desenfreno. Además, era común que afloraran como forma de manifestar la inconformidad social.
Por otro lado, tales fiestas estaban relacionadas, en cierto grado, con la percepción del cambio permanente ligado a los ciclos agrícolas que son, al final, ciclos de vida y muerte incesantes. Dichas celebraciones incluían procesión por aldeas y calles de Atenas, para terminar siendo colocada la representación del dios en el centro del Tetrhom, donde se formaban dos grupos: el de representadores (corifeo y coreutas) y el de los observadores.
El teatro, más que un simple entretenimiento, se convierte en una herramienta fundamental para la educación y la transformación del pueblo, ya que permite reflexionar sobre la vida, las emociones y la lucha por una sociedad más justa.
Segundo, a tales eventos acudía el pueblo en masa; según se sabe, se reunían más de 30 mil espectadores. Tercero, mediante el “drama”, palabra derivada del griego que significa acción, ya sea por medio de la tragedia, palabra que alude a la fiesta del macho cabrío probablemente por los sátiros que acompañaban la procesión de Dionisos y en las que se tratan asuntos graves sobre héroes (mitad dioses, mitad humanos) que terminan con la muerte o heridas mortales del protagonista, o mediante la comedia, en las cuales se tratan los asuntos de manera burlona, ridiculizando a los personajes.
De tal manera que los asuntos serios no dejen de serlo aún bajo este tratamiento, pero ambas son utilizadas para tratar de educar al pueblo, de formarlo, sobre todo en el terreno político. Por lo cual no es casual, por ejemplo, que los tiranos Pisístrato y Calístenes lo apoyaran, y que durante la democracia ateniense, el segundo gran dramaturgo Sófocles fuera amigo de Pericles, en el siglo V a de C.
Tampoco es casual que durante la Edad Media el teatro sólo se representara en las iglesias, y sólo tratara temas fundamentalmente de tipo religioso. O que ya durante la época del capitalismo, conocida como democracia burguesa, predomine en este la visión y los valores acordes con los intereses de la clase social dominante.
El arte juega un papel no sólo importante, sino fundamental en el desarrollo de los pueblos. Por eso, el hecho de que Antorcha, el pueblo pobre organizado, haga teatro, lleve el teatro al pueblo en general para que lo aprecie y para que haga teatro, no es un esfuerzo menor ni algo superfluo, sino parte fundamental de la educación de las grandes masas.
Porque el arte desempeña el papel de elevar el espíritu humano, de provocar placer estético y, al hacer en esa medida feliz a la gente, al reconciliarla con la vida, la hace estar dispuesta a compartirla con sus semejantes. Pero, además, el teatro ejerce una especie de catarsis, de purificación, en el grado en que los espectadores, al ver una puesta donde lo representado refleja en cierto modo una situación vivida —por ejemplo, algún sentimiento negativo de procurar un mal ajeno—, al ver las implicaciones y consecuencias negativas, dañinas, como si tal las viviera, ese sentimiento se desvanece en el espectador como si le quedara “lavada”, purificada el alma.
Además, el arte en general representa un conjunto de ideas elevadas, sentimientos sublimes y altos valores humanos, por lo que, al entrar en contacto con ellos, los contempladores de la obra de arte se vuelven mejores personas, sobre todo si lo hacen con el afán de comprenderlas, de aprehenderlas haciéndolas suyas.
Ello, a su vez, les sirve para desarrollar sus sentimientos de solidaridad, de hermandad con los demás hombres, y puedan ser fuente de convicciones y acciones tendientes a la construcción de una sociedad más desarrollada en todos los órdenes, pero sobre todo más justa, donde exista una distribución equitativa de la riqueza social que acabe con la insultante e irracional concentración de la misma en tan poquitísimas manos, causante de que millones y millones de personas carezcan hasta de lo más elemental para una existencia digna.
Se trata de elevar al pueblo, de aculturar al pueblo, de que aprenda a apreciar el arte para practicarlo y entenderlo; de elevar su nivel espiritual para que se transforme, capacite y decida a emprender la tarea de construir una sociedad nueva y mejor, donde el hombre deje de ser el lobo del hombre y vuelva a ser su hermano, comprendiendo su destino común como especie y buscando el desarrollo compartido de todos los pueblos, como lo están proponiendo los países que pugnan por un mundo multipolar, sin dominadores ni dominados. Esto representaría el principio del retorno a la Edad Dorada de la humanidad, que añorara tan profundamente en su inmortal obra “El Quijote de la Mancha”, el príncipe de los ingenios: don Miguel de Cervantes.
Por eso, los días 22, 23 y 24 de noviembre habrá de realizarse en el coloso de Villerías, el majestuoso teatro de la Paz, en San Luis Potosí, el Encuentro Nacional de Teatro del Movimiento Antorchista Nacional, en el que será, como siempre, el invitado de honor el pueblo pobre de México.
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