Está cerrando el año 2022, y ya se siente la nostalgia de las fiestas decembrinas. Estos serán días de convivencia entre las familias, pues es cuando se dan la oportunidad de acercarse entre sí envueltas en el halo de espiritualidad, paz y felicidad por la llegada del redentor de la humanidad, según los creyentes.
También serán días de reflexión, pues junto con la navidad viene el año nuevo, cuando necesariamente se hace una evaluación de las metas individuales, familiares y sociales, escenarios donde está inmersa la gente, por consiguiente buscará que en 2023 se superen las expectativas de trabajo, salud, académicas y demás.
Sin embargo, aunque se quiera ser muy optimista, la realidad se impone y nos hace descubrir los factores que intervinieron para que los objetivos planteados no pudieran lograrse, entre ellos aparece siempre la falta de empleo, la presencia de alguna enfermedad o también los temas de inseguridad generadores de violencia, así como el encarecimiento de los productos de la canasta alimentaria básica que afecta a todos, pero no de forma igual.
Así es como nos encontramos con que las empresas se las han arreglado para no perder sus ganancias, como la estrategia de hacer chiquitos los productos de consumo, en lugar de aumentar su precio, que no es algo nuevo, empero, el fenómeno se ha hecho más evidente en los últimos meses ante el aumento del precio de las materias primas, porque todo puede pasar, menos que los ricos pierdan su dinero.
La reduflación es un término que une dos palabras: reducción e inflación. Esta técnica consiste en la reducción del tamaño y la cantidad de un producto mientras se mantiene su precio anterior, de esta forma se consigue que los consumidores no noten el aumento de los precios, aunque en realidad paguen más por menos debido a la proporción de la mercancía.
A nivel mundial, son distintas las compañías que han reducido el tamaño de sus productos a causa de la inflación. En México observamos en la estantería de tiendas de abarrotes que las empresas de Bimbo y Sabritas usan esta estrategia comercial al poner menos cantidad de la habitual en sus productos sin alterar el precio de venta. Si uno se detiene a observar el gramaje impreso en la envoltura se descubre que, en lugar de tener los 100 gramos de antes, ahora sólo tienes 90 de ellos y lo demás es sólo aire, elemento que se ha usado desde siempre como un medio para evitar que la mercancía se dañe.
Se entiende que si hay aumento del precio de los insumos que se emplean en el proceso de producción y que luego forman parte de la mercancía terminada, debiera, de forma hasta natural sufrir el aumento de su precio, lo que no tendría por qué ofender a nadie; pero el problema está en que afecta directamente a los consumidores que es la inmensa mayoría del pueblo empobrecido porque no pasa así con su salario, al contrario este se reduce en relación inversa a la inflación registrada en un periodo de tiempo determinado.
Así que, la reduflación es una de las soluciones que utilizan los dueños de las empresas como una salida fácil para disimular la inflación, pero no es la única; y afecta, además, la calidad nutricional de los productos alimenticios, y lo mismo pasa con la adición de agua a los combustibles como la gasolina o el diésel deteriorando a vehículos automotores, entre otros.
Los consumidores también hemos observado como las bolsas están llenas de aire o bien cómo han aprovechado la campaña de disminución de azúcar porque en realidad significa un ahorro en el precio del producto, lo que se advierte en la tabla nutricional y claro que esto beneficia a los empresarios para no perder sus ganancias que son algo sagrado.
Lo cierto es que la reducción suele pasar desapercibida por la gran mayoría de los consumidores que no están pendientes de eso, por lo demás es una práctica legal toda vez que en el etiquetado se dice el contenido en gramos o mililitros que estás comprando, así que no hay robo: pero la sumatoria de esas pequeñas cantidades que pueden pasar inadvertidas, representan el interés de los ricos por cuidar sus ganancias, medida empleada en épocas de crisis económica como las actuales.
Ante todo esto, ¿qué hacen la Secretaría de Salud o la Procuraduría Federal del Consumidor? Nada. Ellos están solamente para obedecer las órdenes que les dicta el gobierno una vez que son analizadas e impulsadas por los ricos empresarios que se mantienen incrustados en el aparato gubernamental y son parte de los consejeros del presidente en turno, tal como lo vemos en la actualidad con el gobierno de la transformación de Andrés Manuel López Obrador.
Y a cuatro años de la 4T, muy pocas cosas han cambiado, y el próximo año 2023, como los anteriores, la gente deberá apretarse el cinturón, pues pasadas las fiestas vendrá la conocida cuesta de enero, cuando se resiente el efecto del aumento del precio de todos las mercancías y el anunciado incremento del salario que presume el gobierno quedará en nada, por lo que los trabajadores de México seguirán luchando para salir adelante. Por todo lo demás, su servidora les desea felices fiestas.
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