López Obrador ganó la elección de 2018, logró convencer de que la corrupción generaba todos los males del país y muchos votaron por Morena con la esperanza de mejorar su precaria situación, pero hoy a pocos meses de terminar el sexenio, nada ha cambiado: hoy el país está peor, utilizaron al pueblo para treparse en el poder, pronto enseñaron el cobre.
El Gobierno federal, compuesto de una facción de la pequeña burguesía intelectual, aliada con algunos de los empresarios más poderosos del país, ha sido incapaz, por su composición de clase, de enarbolar y hacer realidad las verdaderas y más profundas demandas del pueblo, de los trabajadores de la ciudad y el campo.
Todas las mañanas el presidente de la república nos lanza los temas del día: atacar a los críticos de su Gobierno; amenazar a las organizaciones populares que se niegan a someterse y luchan porque se respete su derecho constitucional a existir; difamar a las organizaciones feministas de que son manipuladas por "los conservadores", y por tanto su lucha no es legítima y no merecen ser atendidas; más de 10 millones de mexicanos pasan a engrosar las filas de los más pobres; el cierre definitivo de miles de pequeñas y medianas empresas, la pérdida de millones de empleos y por lo tanto cero crecimiento económico por la falta de apoyo gubernamental: una verdadera tragedia.
El verdadero anhelo de los morenistas era disfrutar, servirse del poder, para hacer lo mismo que criticaron de los gobiernos anteriores: amasar grandes fortunas. Haciendo a un lado toda simulación, tomaron por asalto las arcas nacionales, pues hoy la corrupción en el gobierno de la 4T se ejerce con toda impunidad, con total descaro.
Necesitamos un Estado fuerte, pero no totalitario: la 4T no debe olvidar que las dictaduras, que todas las formas autoritarias de gobierno son efímeras.
El presidente está siguiendo al pie de la letra el manual del neoliberalismo; reducir el Estado a su función básica, preservar el orden social capitalista, donde unos cuantos seguirán acumulando grandes fortunas y que las masas trabajadoras continúen empobrecidas y sometidas a las órdenes de los dueños del dinero.
Necesitamos un Estado fuerte, pero no totalitario: la 4T no debe olvidar que las dictaduras, que todas las formas autoritarias de gobierno son efímeras; que el Estado debe coordinar de manera eficaz todas las fuerzas económicas y sociales; que sea un garante de las libertades individuales y de todas las formas de organización popular.
Necesitamos gobernantes honestos y preparados, que apoyen decididamente la educación y la investigación científica; que conozcan las experiencias exitosas de otras naciones y se apliquen con inteligencia a nuestra realidad.
De lo que ya no podemos dudar, es de la total incapacidad de este gobierno para dirigir hacia un verdadero progreso y bienestar para todos mexicanos, con atención especial a los menos favorecidos.
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