De acuerdo con estadísticas de la ONU-Hábitat, la situación de la vivienda en México es aún problemática para más de 8 millones de viviendas. En términos de población, esto significa que más de la tercera parte de la población mexicana viven en condiciones de hacinamiento, que no tienen servicios básicos o tienen carencias materiales de construcción. Frente a este panorama las políticas gubernamentales son modestas y solo tocan la epidermis del problema, y eso cuando están por la labor. Por eso, obras como Contribución al Problema de la Vivienda conservan vigencia a más de 150 años de su publicación, no solo en los países pobres como México, sino en todo el globo terráqueo.
Engels escribió los artículos que conforman la obra en un contexto en el que Alemania iniciaba su inserción en el capitalismo. Esto implicó una transición vertiginosa y drástica de la manufactura a la gran industria. Las ciudades más grandes de Alemania se llenaban de obreros rápidamente. En términos de la calidad de vida de la clase trabajadora, la transición trajo consigo males que la afectarían negativamente. Entre ellos están la proletarización de la clase media, el éxodo del campo hacia ciudades hacinadas, extensas jornadas laborales para hombres, niños y ancianos sin ninguna diferencia, y, claro, la situación de la vivienda.
La situación de la vivienda en Alemania en ese momento era calamitosa. En Berlín se notaba una masiva afluencia de familias buscando mejorar sus condiciones de vida, así como a otras ciudades industriales. Las ciudades industriales, como Londres, Leeds, y Manchester no fueron diseñadas pensando en la forma de vida de los trabajadores, sino para albergar grandes fábricas y tener espacio disponible para las necesidades de transformaciones repentinas de la producción dentro del capitalismo. Berlín estaba constituida de la misma forma y las necesidades de vivienda de los obreros no eran prioridad en la industrialización, en la construcción de la ciudad.
Con el surgimiento de este problema, fruto de las contradicciones del sistema capitalista, aparecen también las propuestas de los charlatanes de la época. En palabras de Engels: “(...) es aquí donde aparece en todo su esplendor la <
El problema de los planteamientos de los burgueses y de los pequeño-burgueses es que analizan la penuria de la vivienda como un asunto aislado de las cuestiones sociales. Lo plantean como si fuera una falla de funcionamiento del capitalismo y no como un resultado de las mismas fuerzas del mercado capitalista. A ello, Engels responde: “La penuria de la vivienda para los obreros y para parte de la pequeña burguesía de nuestras grandes ciudades modernas no es más que uno de los innumerables males menores y secundarios originados por el actual modo de producción capitalista” (p.19).
Ante estos “males menores y secundarios”, Engels responde que toda solución de los problemas de la clase obrera es inherente a su lucha histórica, a la abolición de la propiedad privada. En un mundo donde los medios de producción son privados, en la sociedad se hace lo que brinde más ganancia y esto nunca tiene nada que ver con la justicia. En el caso de la vivienda, la industria de la construcción solo construye casas para quien pueda pagar, y no para quien las necesita. Dada la naturaleza del modo de producción capitalista, la vivienda también es una mercancía.
En la discusión, Engels argumenta que la fijación del precio de la renta o de la vivienda está regida por la ley del valor, lo que pone límites a la pretensión del gobierno para mejorar la situación de la vivienda. Sin embargo, el crecimiento de las ciudades ha hecho del suelo un proceso de valorización que da lugar a procesos especulativos (Harvey, 2007). A medida que se desarrolla la producción capitalista y, con ella, el sistema de crédito y financiero, el suelo es considerado más y más como un bien financiero, lo que resulta en que las viviendas también lo hagan. Engels lo tenía en cuenta, al mencionar que “el crecimiento de las grandes ciudades modernas da a los terrenos, sobre todo en lugares centrales, un valor artificial, a veces desmesuradamente elevado” (p.20). Estas consideraciones sobre la ciudad como un espacio del capital permiten establecer la necesidad de una lucha más abarcadora por mejores condiciones de vida de los trabajadores. No solo en el ámbito de la vivienda, sino también en el de espacios que tomen en cuenta las necesidades de todos los habitantes.
En México, como en otros países pobres del mundo, sucede algo muy parecido a lo que sucedía en la Alemania del siglo XIX. El problema de la vivienda para la clase trabajadora aparece, como se conoce ahora, con el proceso de industrialización en las ciudades mexicanas más grandes. Es decir, el proceso por el que la economía mexicana dejó de basarse en la producción de productos agrícolas y comenzaron a ganar terreno las actividades industriales. La industrialización de la primera mitad del siglo XX trajo como consecuencia la urbanización, pero sin desarrollo social, similar a los que Engels describe en su obra.
La modernización económica de México, que incluye el proceso de industrialización, ha pasado por dos modelos distintos. El primero corresponde al crecimiento económico impulsado por la exportación de productos agrícolas y el desarrollo del sector industrial orientado a la producción de bienes para el mercado interno, lo que implicaba la sustitución de importaciones de bienes manufacturados de otros países desarrollados. La consecuencia de esta fase fue la ampliación de infraestructura industrial. El segundo modelo, el modelo neoliberal, se caracteriza principalmente por la elevada concentración del ingreso y por la inserción a las cadenas globales de valor, por lo que en la industria mexicana se generalizó la maquila y la manufactura de enclave.
En México la industrialización no ocurrió de la misma forma que en los países europeos. Por un lado, la urbanización no siguió el mismo empuje de la industrialización ni estuvo espoleada por ésta, sino más bien la urbanización fue seguida por una débil sustitución de importaciones, porque la población del sector primario había sido empujada por una reforma agraria que no terminaba de aplicarse y que ahí donde se aplicaba no creaba las condiciones de producción para combatir la pobreza. Esto ocasionó que la gente que expulsaba el campo no encontrara en la ciudad seguridad económica. Por otro lado, el Estado llevaba a cabo políticas con énfasis en lo urbano para más tarde atraer los capitales; por ejemplo, la inversión pública se concentraba en las ciudades e iban dirigidas a la construcción de incentivos para las empresas. Es decir, la inversión pública estaba destinada a facilitar la inversión para la clase capitalista y no para mejorar las condiciones de los trabajadores.
Al igual que en la Alemania del siglo XIX, en México, a mediados del siglo XX, se produjo un éxodo de las zonas rurales hacia las ciudades. La diferencia es que aquí, como en la mayoría de los países de América Latina, los niveles de urbanización casi duplicaron los niveles de industrialización. Esa gran afluencia de poblaciones migrantes expandió la oferta de trabajadores que no podían ser absorbidos por el sistema productivo. En las décadas posteriores, buena parte de esa población desocupada que se encontraba ya viviendo en las ciudades terminaría alojada en barriadas y dependiendo de la economía informal (Almandoz, 2008).
Para comienzos de la década de los años setenta era evidente que el desarrollo económico no alcanzaría a beneficiar a la mayoría de la población, especialmente a aquella que comprendía a la masa de pobres urbanos, la cual seguía engrosando su número con la migración rural-urbana. En México el fracaso del modelo que había generado crecimiento económico, pero sin desarrollo, se agravó en 1982 con la crisis de la impagable deuda. El agotamiento del modelo de sustitución de importaciones fracturó el frágil soporte que representaba la industrialización para la urbanización, cuyo nivel había llegado en 1980 a 79.4%; es decir, este porcentaje de la población vivía en ciudades (Garza, 2007).
Para este momento, ingentes flujos de personas arribaban a las ciudades desde el campo. La Zona Metropolitana del Valle de México llegó a colocarse, ya desde 1980, entre las cinco megalópolis más grandes del mundo con 12 millones (Garza, 2012). La ciudad exhibía los efectos más dramáticos de la sobreurbanización, como la hipertrofia de la economía informal y, en esa medida del sector terciario, que oculta el excedente de fuerza de trabajo (Jaramillo, 2012); y en términos de vivienda, la proliferación de asentamientos humanos sin planear y con carencias de servicios al interior de sus construcciones, así como de servicios urbanos en su entorno.
Una vez entendido el proceso de urbanización en México ¿Qué pueden esperar las clases populares como respuesta por parte del Estado para el tema de la vivienda? En México se siguen aplicando soluciones pequeñoburguesas y pseudosocialistas, que no funcionaron en los tiempos en que Engels escribía la obra en cuestión, ni están funcionando ahora.
Varios gobiernos de países del Sur Global renunciaron a la lucha contra la degradación urbana desde la década de los años setenta, mientras que organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial asumían los papeles dirigentes en el desarrollo de las políticas de vivienda. Los préstamos del Banco Mundial para todos los países pobres, en 1972, ascendieron a 10 millones de dólares (mdd), mientras que en el año 1988 los préstamos sumaron 2 mil mdd. Para las necesidades de la población urbana de los países pobres, esto fue una gota de agua dulce en un mar. Sin embargo, lo notable es el papel cada vez más importante que tenían estos fondos en la política urbana de cada país (Davis, 2014). La preponderancia se vería en la ortodoxia que permearía las políticas locales.
En México, en 1990 se transformó el sistema institucional de vivienda. De un modelo intervencionista se adoptó un modelo facilitador y articulador del conjunto de acciones habitacionales. El cambio más importante consistió en delegar la promoción de vivienda social al sector privado, mientras que las instituciones funcionarían como simples financiadores de créditos hipotecarios para los adquirientes de vivienda (Schteingart, 2006). Los organismos nacionales de viviendas (Onavis) son instituciones que actúan como entes financieros de la oferta de créditos hipotecarios individuales para la adquisición de vivienda. Los Onavis más famosos son el Instituto Nacional del Fondo de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) y el Fondo de la Vivienda del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (Fovissste) (Ziccardi, 2015).
Los créditos de los Onavis están basados en el ingreso de las personas con empleos formales. Esto tiene dos implicaciones. La primera es que, a medida que pasa el tiempo, los trabajadores de salarios menores tienen menor probabilidad para adquirir un crédito para su vivienda. De tal manera que las capas más elevadas de la clase trabajadora son quienes pueden acceder a ellos. La segunda es que los trabajadores informales, que en México son más de la mitad, quedan totalmente fuera de estos créditos subsidiados del Estado (Guzmán, 2015).
Hasta ahora esta política de créditos subsidiados no ha remediado el problema. Si bien ha logrado disminuir el déficit cuantitativo de vivienda, no ha creado las condiciones adecuadas para la habitabilidad. Uno de los principales problemas de la vivienda en las ciudades mexicanas es que la multiplicación de los conjuntos habitacionales en las zonas periféricas lejanas de las ciudades ocasionó una fuerte demanda de suelo, servicios urbanos, transporte público, vías de comunicación, equipamiento.
El problema de la vivienda vista como algo unilateral, sin contemplar otros rubros de la vida de la gente, termina cayendo en políticas pequeñoburguesas y pseudosocialistas, que crean en las personas la falsa ilusión de que tienen un patrimonio. Una solución sería la creación de ciudades planificadas y productivas que eliminen la miseria urbana, el centralismo y el desempleo (abierto y oculto). Sin embargo, el mismo desarrollo del capitalismo indica que dentro de sus límites es imposible que se logre un cambio de esa magnitud que beneficie a to
En el espíritu de la crítica al socialismo burgués que hace Engels, es importante señalar que los más pobres no solo necesitan vivienda, también carecen de empleos que eleven sus potencialidades técnicas y organizativas. Es necesaria una política que tenga detrás conciencia de clase y el estudio científico de la realidad social y material. Solo así México podrá solucionar la penuria de la vivienda y los demás problemas emanados de la explotación.
Bibliografía
Engels, F. (1978). Contribución al problema de la vivienda. Progreso.
Davis, M., & Salido, J. M. A. (2014). Planeta de ciudades miseria. Madrid: Akal.
Garza, G. (2007). La urbanización metropolitana en México: normatividad y características socioeconómicas. Papeles de población, 13(52), 77-108.
Garza, G. (2012). Distribución espacial del sector servicios en la Ciudad de México, 1960-2008. Estudios demográficos y urbanos, 27(1), 9-55.
Guzman, José (2015) El financiamiento y su impacto en el mercado inmobiliario para sectores populares En Ziccardi, A. Política de vivienda y municipios en México. UNAM. PP (359-380)
Harvey, D. (2007). Espacios del capital. Hacia una geografía crítica. Madrid: Akal.
Jaramillo González, E. S. (2012). Urbanización informal: diagnósticos y políticas: Una revisión al debate latinoamericano para pensar líneas de acción actuales.
Schteingart, M. (2006). Entre el estado y el mercadola vivienda en el México de hoy (No. 363.50972 E5).
Ziccardi, A. (2015). Política de vivienda y municipios en México. UNAM
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