Ante los recientes hechos de violencia e inseguridad en Veracruz, cualquiera que lea el título de esta modesta colaboración dirá que es un fraude, porque la realidad es diametralmente distinta. Sin embargo, hace un par de meses, a lo largo y ancho del estado se levantaron decenas de espectaculares del gobierno de Cuitláhuac que decían: “Veracruz, segundo estado más seguro de México”, para ello, citaron como fuente al INEGI para dar mayor credibilidad al mensaje. Sin embargo, diversos medios de comunicación dieron pelos y señas de las mentiras descaradas del gobierno y lo acusaron de tergiversar la información de una institución pública y exigieron seguridad y justicia.
Sin lugar a dudas, Cuitláhuac García trató de colocar este slogan en todo el territorio veracruzano para dar un mensaje a la población de la “seguridad” que prevalece en el estado. Y así, consagrarlo como un logro en su administración que los gobiernos pasados jamás pudieron realizar. Sin embargo, la realidad es otra que se conjuga con los sucesos en otros estados gobernados por Morena como Zacatecas, Morelos y Veracruz los cuales viven bajo el asedio del crimen organizado, que reclama el cumplimiento de acuerdos con dichos gobiernos, pactados presuntamente desde las campañas electorales de 2018.
Como es de dominio público, los morenistas no respetan ningún acuerdo si no es aprobado por el presidente. Por ello, a la mitad de la administración se ha desatado una lucha encarnizada por la sucesión presidencial, estatal y comienza una guerra sin cuartel para luchar por el poder político y económico. Para desgracia de los veracruzanos esa lucha no se está llevando a cabo con trabajo y esfuerzo de los posibles presidenciables; se está haciendo a ultranza usando el aparato del estado, el aparato judicial, el poder político y económico contra sus contrincantes, pero al pueblo trabajador no ofrecen la más mínima muestra de su trabajo. Hay que revisar su historial y todos son semillas vanas.
Partiendo de los resultados de tres años, no hay nada que presumir. Inició el 2022 y comienza el cuarto año de gestión de Cuitláhuac García Jiménez como gobierno de los veracruzanos. A la mitad del camino, se vislumbran los logros de la cuarta transformación dejando atrás la muletilla de los morenistas que “necesitaban tiempo” porque todos los males son por culpa de gobiernos pasados. Sin embargo, los veracruzanos siguen esperando que se resuelvan los problemas más apremiantes como el empleo, salud, educación y seguridad.
Cuitláhuac García nunca ha sido un gran orador o agitador de masas, todo lo contrario, es un hombre gris con un discurso malo para comunicarse con la población y es una constante su equivocación o confusión de conceptos más elementales. Por ello es que se puede afirmar que Cuitláhuac García no ganó las elecciones por su capacidad de convencimiento, mas bien fue el llamado “Efecto AMLO” que lo llevó a la silla gubernamental. Había por lo menos dos candidatos con un alto coeficiente intelectual y probados en la administración gubernamental, pero los ciudadanos apoyaron el proyecto del presidente de la república y dieron voto de castigo a los partidos que los habían defraudado.
¿Cuáles son las obras de Cuitláhuac García a la mitad de su administración? Ninguna de impacto.
Se la ha pasado inaugurando tramos de carretera, algunas aulas, pavimentación de algunas calles y todos los días haciendo reuniones de la Coordinación Estatal para la Construcción de la Paz (Coesconpaz), pero obras de gran calado que repercutan en el mejoramiento de los ciudadanos no las hay. Existen unas obras y apoyos de transferencias monetarias directas por parte del gobierno federal, pero las obras de agua, drenaje, caminos, apoyos al campo y generación de empleos es nula.
Al incremento de la pobreza y marginación se está recrudeciendo una grave crisis en justicia y seguridad que están llevando a un punto de quiebre al gobierno veracruzano, donde en lugar de enfrentar los problemas de fondo y de manera eficaz, los funcionarios se ponen a negar la cruda realidad que vive el estado, asumiendo la actitud del avestruz que esconde la cabeza cuando hay un problema.
Parte de este fenómeno se manifestó esta semana, varios columnistas y periodistas locales denunciaron que en Veracruz se está viviendo una crisis sanitaria y que el gobierno no está actuando para resolver el problema. La entidad jarocha tiene el primer lugar en casos de VIH-SIDA, diabetes, dengue, tuberculosis y obesidad infantil. A este señalamiento ningún funcionario de gobierno salió a aclarar o refutar dicha información, por lo que queda por sentado la aceptación del problema.
En este mismo tenor, el World Justice Project (WJP) presentó su tercera edición sobre el Índice del Estado de Derecho IEDMX (2020-2021) donde integra ocho factores que son: límites al poder gubernamental, ausencia de corrupción, gobierno abierto, derechos fundamentales, orden y seguridad, cumplimiento regulatorio, justicia civil y justicia penal. El WJP reporta que el 2021 Veracruz se encuentra en el lugar 31 de 32 en justicia civil y 32 de 32 en justicia penal a nivel nacional.
Sería ingenuo pensar que los próximos tres años Cuitláhuac cambiará su forma de gobernar y que los problemas de las mayorías se van a resolver. Se van a complicar; para muestra un botón: Veracruz es el peor estado para impartir justicia, es primer lugar nacional en asesinatos a periodistas, se tiene encarcelados a más de 20 presos políticos, existen 145 mil desempleados, y no hay obras ni servicios básicos para las comunidades que lo necesitan. Esta es la política de la Cuarta Transformación.
La vox populi sigue sosteniendo que el gobernador es sólo una marioneta de Andrés Manuel López Obrador y que no tiene vida ni conciencia propia para desarrollar los destinos y resolver las necesidades del pueblo veracruzano. Queda claro que esta forma de gobernar es la que llevó al fracaso a los gobiernos anteriores y es la que está hundiendo en la miseria a los veracruzanos.
Ante esta situación lo que resta es organizar y educar a la clase trabajadora, esa concientización debe tener como meta la toma del poder político para gobernar. No queda otra alternativa, han pasado partidos, colores, personajes y no han resuelto el problema de la pobreza. Por eso, si la clase política esta preparando la sucesión presidencial y estatal, la clase trabajadora no puede quedarse esperando como simple espectador, también tiene derecho y la obligación de luchar por el poder político en México aunque parezca un sueño. Como dijo Lenin: “Es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños. De examinar con atención la vida real, de confrontar nuestra observación con nuestros sueños, y de realizar escrupulosamente nuestra fantasía”.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario