El despotismo fue una forma de gobierno que tenían algunas monarquías, principalmente en Europa, durante el siglo XVIII en la cual los reyes tenían el poder absoluto, es decir, el soberano que gobierna con un poder total sin someterse a leyes ni a limitaciones; es por tanto, una persona que abusa de su superioridad, de su fuerza o de su poder en su relación con los demás. Es una persona intransigente que siempre quiere que se haga su voluntad.
El rechazo a este tipo de gobierno por la población provocó que se instrumentara el despotismo ilustrado, el cual pretendía responder a través de actos modelo de “hombre honesto” del siglo XVIII: intelectual, racionalista cultivado, amante de las artes e innovador en materia política. Para ello, los reyes se rodearon de filósofos y personas ilustradas para aparentar un cambio en la gobernanza. Este nuevo gobierno instrumentó medidas ilustradas, es decir, trató de “educar al pueblo”. La frase que sintetiza al despotismo ilustrado es “todo por el pueblo, pero sin el pueblo”.
A lo largo de la historia muchos gobernantes han recibido esa denominación, el más evidente es Ricardo III de Inglaterra, para el mundo el rey déspota por excelencia; ya que es reconocido por sus acciones crueles contra el Parlamento, la población y contra su propia familia a través de reformas internas; ejemplo de ello fue la ejecución de sus sobrinos, los príncipes Eduardo y Ricardo en la Torre Londres, quienes eran los herederos de la corona y fueron asesinados para que Ricardo III se mantuviera en el poder.
Para nuestro ejemplo, la referencia anterior trae a la mente la situación actual de nuestro país, al punto que muchas veces se confunde al gobierno déspota con el tirano, sin embargo, Jean Jacques Rousseau en su obra El Contrato Social aclara estas dudas diciendo: “En sentido vulgar un tirano es un rey que gobierna con violencia y sin respeto a la justicia ni a las leyes. Pero tomándolo rigurosamente, un tirano es un particular que se arroga la autoridad real sin tener derecho a ella: así entendían los griegos la palabra tiranos, y la atribuían indiferentemente a los buenos y a los malos príncipes cuya autoridad no era legítima, en cuyo supuesto tirano y usurpador son dos palabras sinónimas”.
Prosigue: “Para dar diferentes nombres a cosas diferentes, yo llamaría tirano al usurpador de la autoridad real, y déspota al usurpador del poder soberano. El tirano es el que se mete contra las leyes a gobernar según ellas; y el déspota es el que se hace superior a las mismas leyes. Así el tirano puede dejar de ser déspota; pero el déspota es siempre tirano”.
Siguiendo los principios de Jean Jacques Rousseau se puede aclarar cual es el gobierno que tiene México en estos momentos de supuesta transformación. Que a diferencia de los reyes del siglo XVIII ahora son gobiernos “democráticos” emanados del voto popular y reconocidos por las instituciones autónomas nacionales e internacionales que dan fe y legalidad a dichos gobernantes. Pero, ¿qué ha sucedido con la democracia en México?
En el 2018, el pueblo mexicano festejó la alternancia del poder político por la llegada de un partido nuevo, pero que tiene sus orígenes en la misma clase política del viejo PRI. Con un discurso de izquierda a favor de los pobres y la promesa de acabar con la corrupción fueron los ejes que convencieron a los ciudadanos que estaban hartos de su situación económica.
Este discurso de “primero los pobres” es el mismo que utilizó el derechista Vicente Fox en el año 2000, ambos candidatos le dijeron al pueblo lo que quería escuchar en el momento preciso en que se vivía una crisis política y económica en nuestro país.
Por lo tanto, fue una fiesta nacional la que se vivió porque el pueblo hizo sentir su voluntad para cambiar a un partido viejo y decrépito por otro “nuevo”.
A tres años de distancia y a media administración en el gobierno estatal y federal no se ven los cambios por ningún lado, han fracasado en la economía, salud, empleo y educación; han aumentado 10.5 millones de pobres más de los existentes, el 60% de la población económicamente activa vive en la informalidad, hay mayor delincuencia y la corrupción brota como pus con los familiares y amigos más íntimos del gobierno estatal y federal.
Este proyecto fallido ha generado críticas de los partidos de oposición y organizaciones sociales como el Movimiento Antorchista Nacional quienes han señalado las fallas y los abusos del poder para someter la voluntad de gobernadores, funcionarios y liderazgos como sucedía en el siglo XVIII.
La política de López Obrador es clara, desaparecer a los partidos políticos y organizaciones sociales para tener el camino libre y perpetuarse en el poder. Eliminar todo aquello que critique a su gobierno y a su partido. Hay que recordar los ataques infames que lanzó en contra de las organizaciones y sus líderes, así como los intentos para quitar el presupuesto a los partidos políticos, los organismos autónomos y las instituciones académicas como la UNAM, CONACyT y el CIDE.
Está cumpliendo al pie de la letra su amenaza de “al diablo con las instituciones” para imponer su ideología utilizando todo el poder del Estado. Al grado de utilizar la Fiscalía General de la República en contra de académicos, abogados, empresarios, periodistas, columnistas y líderes sociales para acallarlos porque han puesto los puntos sobre las íes. Lo mismo que sucedía en el siglo XVIII.
Esta misma forma de represión se está aplicando en Veracruz, el gobierno de Cuitláhuac García está utilizando el aparato judicial para encarcelar a todos los que se opongan o piensen diferente a su gobierno. Sin embargo, en los últimos días sucedió algo inesperado, el Senador Ricardo Monreal de Morena, se sumó a las protestas en contra de la fabricación de delitos y persecución política, por lo que defendió a las víctimas. De esta manera logró que se liberaran a seis jóvenes que fueron acusados de ultrajes a la autoridad, delito que ya fue derogado en el 2017 por inconstitucional, pero en Veracruz ha sido el arma para encarcelar a notables políticos y luchadores sociales. Esta acción del senador morenista tuvo como reacción del gobierno estatal que encarcelaran a José Manuel del Río quien es brazo derecho del senador en Veracruz a quien acusaron de homicidio.
Otro caso importante que se ha denunciando es la fabricación de delitos en contra del dirigente del Movimiento Antorchista en Veracruz, Ing. Samuel Aguirre Ochoa a quien el gobierno de Cuitláhuac García quiere encarcelar. El delito del Ing. Samuel es contar con el apoyo y simpatía de 120 mil antorchistas que ha organizado durante 37 años, mismos que han luchado a brazo partido contra todo tipo de gobiernos para que en Veracruz la riqueza se distribuya de manera equitativa para que los veracruzanos puedan salir de la pobreza.
Como es evidente los gobiernos que llegaron por la vía democrática se han convertido en verdaderos déspotas. Quieren perpetuarse en el poder así tengan que matar a su propia progenitora. Sin embargo, la historia demuestra que este tipo de gobiernos han sido repudiados y derrotados por el pueblo trabajador. Por ello, los antorchistas tienen que prepararse para organizar y educar al pueblo pobre, porque de ello depende tener un gobierno del pueblo y para el pueblo. No hay duda que la hora del Movimiento Antorchista Nacional está más cerca que nunca y debemos acelerar el paso para subirnos al carro de la historia.
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