Hemos señalado en la primera parte de este artículo que el carácter principal del Maximato (1928-1934) fue el de fungir, en términos políticos, como periodo de transición entre la etapa armada de la revolución, cuya última parte cobró la forma de rebeliones y asesinatos a mansalva, y la institucionalización del nuevo Estado mexicano, del Estado burgués, a través de la creación del Partido Nacional Revolucionario, como única vía válida de ascenso al poder, que para afianzar su papel de mediador entre las clases sociales en pugna tuvo que disputar y restarle poder a la figura institucional de la presidencia de México.
Sin embargo, tal periodo de inestabilidad política transcurrió al mismo tiempo y quizá como resultado de la gran crisis económica que inició en 1929 en Estados Unidos (EE. UU.), conocida como crack del 29 y que tuvo profundos efectos en nuestro país.
Según el historiador Ricardo Pozas, autor del artículo titulado “El Maximato: el partido del hombre fuerte 1928-1934”, en el censo industrial de 1930 la inversión en el ramo ascendía a más de mil millones de dólares, había 48 mil 540 talleres y fábricas establecidas en el país, divididos en 148 clases de industrias; el total de empleos generados sumaba cerca de 400 mil; en el petróleo trabajaban alrededor de 50 mil personas y en la minería unos 100 mil. La magnitud de la crisis puede sintetizarse al contrastar estas cifras con la cantidad de desempleados que había para 1934, cuya cifra ascendía a más de 300 mil mexicanos.
El nuevo Estado burgués, en medio de la crisis, puso en marcha la creación de mecanismos eficaces que le permitieran tener el control ideológico y político de las clases trabajadoras, crucial para evitar cualquier brote de rebelión e impulsar la recuperación económica. Aunque la clase obrera no representaba un porcentaje alto de la población, era crucial tener su control, así que durante el Maximato se emprendió el debilitamiento de la Confederación Regional Obrera de México (CROM), la central obrera que había luchado al lado del constitucionalismo. Hubo una escisión en la central encabezada por Lombardo Toledano y Fidel Velázquez en 1932, misma que conduciría eventualmente a la creación de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), en 1936, la gran central obrera ligada desde su origen al partido de Estado y, por tanto, al propio gobierno.
Por otro lado, igual o más importante era el control del campesinado porque, para 1929, el 70 por ciento de la población vivía en el campo. Debido a la crisis, la producción agrícola cayó gravemente, por ejemplo, en el caso del frijol y el maíz, los productos fundamentales del consumo nacional, la cosecha descendió por debajo del 50 por ciento de lo producido antes de 1910. Esta situación provocó desempleo entre los asalariados del campo y mucha pobreza. Al mismo tiempo se reforzó la posición de los grandes propietarios de frenar e incluso eliminar el reparto agrario establecido en el artículo 27 constitucional argumentando la baja en la producción y la caída de las exportaciones.
Según el historiador citado, durante la gestión de Pascual Ortiz Rubio (1930-1932) se promulgaron una serie de leyes que limitaban el reparto agrario, además, la creación de ejidos o restitución de derechos comunales sobre la tierra fue frenado totalmente en doce estados del país, lo que hizo que su gobierno perdiera el apoyo de los agraristas y los revolucionarios que los dirigían, esta es una de las razones centrales por las que no pudo mantenerse en el poder y tuvo que renunciar la cargo.
Existía, sin embargo, una visión distinta por parte de un sector de la clase dominante que veía en el reparto agrario una forma de asegurar su permanencia en el poder y una manera de dinamizar al campo mexicano, al mismo tiempo en que se creaban instituciones para otorgar créditos agrícolas. Esta posición se impuso temporalmente y dio como resultado el triunfo del general Lázaro Cárdenas en 1934 como presidente de la república, quien se identificaba con el sector pro agrarista dentro del PNR, para dominar al campesinado fue necesario, sin embargo, acabar con las organizaciones en el campo opuestas al régimen, como la Liga de Comunidades Agrarias Úrsulo Galván encabezado por el veracruzano Adalberto Tejeda, cuyos guerrilleros fueron desarmados, o las ligas agrarias formadas por los comunistas, masacradas y reprimidas en 1930.
En 1933, durante la campaña de Cárdenas, nacería la Confederación Campesina Mexicana (CCM), para coordinar el apoyo de los campesinos a su candidatura; eventualmente esta central daría origen a la Confederación Nacional Campesina (CNC), en 1938.
La victoria de Cárdenas supuso el triunfo del sector pro agrarista moderado del PNR e implicó, además, igual que en el caso de los obreros, el sometimiento de esta numerosa clase social a la dirección política, económica e ideológica del Estado burgués.
Ciertamente el fortalecimiento de la organización campesina y obrera desde el Estado, puede verse como una medida progresista para el momento, porque permitió la creación masiva de ejidos en el campo y, en el caso de los obreros, la aplicación más o menos efectiva de la legislación laboral y el respeto de los derechos que la Constitución de 1917 había establecido en su favor. No todo es negativo en la realidad.
Sin embargo, actualmente, cuando se cumplen casi 100 años desde aquellos acontecimientos, es claro que la situación política y económica del país no es la misma. El capitalismo mexicano no está en ascenso y la clase dominante no tiene, en su amplia mayoría, los tintes progresistas de aquellos años. México ha quedado totalmente sometido al yugo económico del imperialismo norteamericano y se ha formado un capitalismo dependiente y subdesarrollado, bajo cuya forma se ha acelerado la concentración de la riqueza en unas cuantas manos, pero no así el bienestar ni el progreso de la mayoría de la población.
Recientemente, la Oxfam México, una ONG internacional, dio a conocer el informe ¿Quién paga la cuenta?, en donde explica cómo la fortuna de los megamillonarios del país creció hasta en 33 por ciento durante el periodo de pandemia, mientras que más de 10 millones de mexicanos cayeron en pobreza. “Por cada 100 pesos de riqueza creada entre 2019 y 2021: más de $21 fueron a parar al uno por ciento más rico y apenas 40 centavos al 50 por ciento más pobre”, indica el documento. Solamente Carlos Slim, el magnate dueño de la red telefónica del país y varios bancos, concentra más riqueza que la mitad de la población mexicana, mientras que cuatro de cada 10 mexicanos padece pobreza laboral, es decir, no puede costear la canasta básica con el salario que percibe. Este es el resultado de más de 100 años de desarrollo capitalista en México.
Además, desde hace varios años, la clase gobernante ha venido socavando los derechos sociales constreñidos en la Constitución de 1917: educación gratuita, salud para todos, vivienda social, servicios básicos dignos, empleos y salarios remuneradores, acceso al deporte y la cultura, todo en perjuicio de las clases trabajadoras. Los recortes presupuestales promovidos por el gobierno de López Obrador durante sus cuatro años de gestión son una continuidad de esta política neoliberal.
Al mismo tiempo, se ven claros intentos de fortalecer la figura presidencial por encima de los otros poderes, una medida antidemocrática que atenta precisamente contra los principios mismos de la República democrática-burguesa nacida de la revolución y, en lugar de fortalecerse los mecanismos de participación social y la organización de las clases trabajadoras, desde el púlpito presidencial se fustiga todo intento independiente de organización de los sectores populares. Se pretende liquidar los cimientos del orden constitucional, el principio de división de poderes y para ello es crucial para la 4T eliminar primero toda resistencia organizada de la población.
Ciertamente, igual que en el Maximato, vemos el intento de consolidar a Morena como el nuevo partido de Estado, una mezcla variopinta de corrientes ideológicas, pero a diferencia del PNR, no es el representante de una nueva clase social revolucionaria en ascenso, sino simplemente la mutación de una clase política decadente y caduca representante de clases sociales en la misma condición.
Morena también pretende someter a los sectores populares, pero no a través de la ampliación o reconocimiento de sus derechos fundamentales sino bajo la compra burda y vergonzante de conciencias a través de los programas sociales, mientras que se consiente el saqueo de nuestros recursos naturales y se entrega en bandeja de plata a los obreros y jornaleros para ser expoliados por las grandes empresas trasnacionales.
Hace 100 años se intentaba consolidar un nuevo orden social que, aunque fuera brevemente, abrió la posibilidad de mejorar la vida de amplios sectores populares. Actualmente asistimos a los intentos de darle un respiro a un modelo económico, político y social en franca decadencia, que tiene muy poco que ofrecer a los menos favorecidos, por eso para evitar el surgimiento de un verdadero y amplio movimiento social que haga cambios profundos, se busca reforzar los mecanismos más autoritarios y retrógradas del sistema político democrático-burgués, utilizando para ellos a Morena y al lopezobradorismo, un falso izquierdismo al servicio del gran capital y el imperialismo.
Así, a la pregunta de si vamos o no hacia un nuevo Maximato, podríamos responder que no, porque, aunque en la forma el presidente López Obrador busque, como hace 100 años, colocar a títeres en su lugar cuando salga formalmente del poder, los propósitos que persigue son distintos. Allá se trataba de consolidar un modelo social y político distinto al existente, aquí de conservar y defender uno que ya no funciona.
La historia ha demostrado que los intentos por mantener sin cambios regímenes sociales en decadencia a través de la fuerza, nunca acaban bien y más temprano que tarde son desechados por el movimiento de las grandes masas trabajadoras, las únicas capaces de lograr las verdaderas transformaciones históricas. Así pues, con todo y los mecanismos autoritarios y represivos cuatroteístas, tal momento también llegará en nuestro país y es tarea de los verdaderos revolucionarios no estar desprevenidos para cuando ocurra. Los antorchistas debemos persistir en nuestra tarea de construir y fortalecer al verdadero movimiento de los pobres y explotados de México para ocupar pronto el lugar que la historia nos exige. Que así sea.
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