Llevamos casi tres meses de confinamiento para prevenir el contagio masivo y la reducción de muertes por la pandemia covid-19, el mismo tiempo en el que millones de mexicanos han estado esperando recibir apoyo gubernamental con alimentos o un ingreso económico mínimo que les permita subsistir durante esta crisis sanitaria, demanda que sigue insatisfecha por los diferentes niveles de Gobierno.Por otra parte, iniciamos la "nueva normalidad" en la que nos encontramos con más de 12 millones de empleos perdidos, 11 millones de mexicanos que entraron en pobreza y una economía nacional que se desploma abruptamente.
El derrumbe económico del país se acelera por la crisis sanitaria llevando a millones de mexicanos a condiciones de pobreza y desigualdad social inaguantables, provocando también que varios sectores se movilicen pidiendo políticas gubernamentales de incentivos económicos y fiscales, así como de asistencia social.La pandemia está alcanzando niveles devastadores en todos los aspectos socioeconómicos y el Gobierno de la 4T no está brindando los apoyos que requieren los entes productivos: las micro, pequeñas y medianas empresas (MiPyMEs), que generan un alto porcentaje de empleos, contribuyen con más del 50 por ciento del Producto Interno Bruto del país y que su tasa de supervivencia, en tiempos normales, en el primer y segundo año son muy bajas, no obtuvieron apoyos que les permitiera resistir el estancamiento económico; millones de trabajadores, sobre todo los que laboran en el sector informal, tampoco han sido beneficiados con ningún tipo de apoyo económico o alimentario, por lo que ante la falta de ingresos quedan expuestos al hambre, a la enfermedad y a un alto riesgo de perder la vida; los productores y jornaleros del campo sufren también limitaciones por falta de trabajo, insumos y maquinaria agrícola.
La inequidad económica que sufren los mexicanos se explica por el modelo económico de libre mercado, muy eficaz para producir riqueza, pero inservible para repartirla socialmente.Tan sólo en el año pasado (2019), según la Oxfam, en México el 40 por ciento de la riqueza se concentra en el 1 por ciento de la población más acaudalada y en el mundo la riqueza de los multimillonarios creció a un ritmo de 2 500 millones de dólares por día, mientras los ingresos de la mitad de los pobres de la población en el mundo cayeron 11 por ciento.El embate de la pandemia profundiza las condiciones de pobreza entre las masas y el Gobierno morenista no ha implementado medidas que atiendan estructuralmente las deficiencias de inequidad que arrastra el libre mercado capitalista, sólo implementó programas de Transferencia Monetaria Directa con la pretensión de mantener una base electoral segura para futuras elecciones, pero sin trascendencia en el ámbito del crecimiento económico.
Los problemas que enfrenta el país exigen un cambio de modelo económico por uno que distribuya con equidad la riqueza social entre todos los mexicanos, pero para llevarlo a cabo es necesario también un cambio de la clase política gobernante para conducir de diferente manera el Estado y la economía.El fracaso de la 4T de López Obrador para dirigir el país, su incapacidad y cerrazón para responder a las necesidades de la población vulnerable, exige la conformación de un frente nacional progresista, que compita democráticamente por el poder para corregir las desviaciones de la política económica e implementar un proyecto de nación en el que se priorice abatir los altos índices de pobreza y se promueva un crecimiento económico que garantice trabajo, buenos salarios y mejores condiciones de vida para todos los mexicanos.
La política de austeridad y abandono de la al 4T deja desamparado al pueblo pobre de México ante la pandemia covid-19 y en la crisis económica cuyos efectos apenas estamos observando.López Obrador no ha querido oír ni resolver la petición de implementar un programa de abastecimiento de alimentos gratuitos para toda la población que se quedó sin trabajo e ingresos y que hasta la fecha no tienen forma de solventar las necesidades familiares.Esta situación que aqueja a las masas trabajadoras y empobrecidas les plantea con mayor intensidad la necesidad histórica de educarse políticamente para participar activa y organizadamente en la lucha por el poder político del país, porque las dádivas que le han ofrecido hasta la fecha no han cambiado las condiciones de miseria en las que viven, sobre todo porque el problema fundamental del país no es la corrupción sino la injusta distribución de la riqueza que parte de un sistema económico diseñado para extraer la mayor plusvalía posible del trabajo obrero, concentrando la riqueza en muy pocas manos, y no para resolver las necesidades humanas y sociales que se presentan en nuestro país.
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