Este es el primer trabajo que escribo en el año que recién comienza. Por lo tanto, lo ofrezco sin presunción alguna, como prueba fehaciente de mi tarea y personal compromiso de acompañamiento sincero y permanente a todos mis compañeros, amigos, conocidos y no tan conocidos que tengan por humano gesto la generosa atención de la lectura. Reciban entonces, antes que nada, un cordial saludo de mi parte.
Dije en el trabajo con el que finalicé el año pasado que ojalá que en este, que recién comienza a desplegar sus alas para sacudirse el cascarón, el porvenir sea más humano para todos. Y como entiendo que, nada hay más humano para nadie que conocer y entender el carácter revolucionario de la verdad, en su provecho, cualquiera que ella sea, me permito intentar aquí una nueva reflexión que, espero, sea de alguna utilidad.
Comencemos.
Soy de los que opinan que, el deseo innato de los seres humanos de buscar siempre conocer la verdad sobre el origen de todos los fenómenos, incluido el ámbito social, es un ejercicio de carácter universal, es decir, no sólo es aceptado por todos los seres humanos en todos los campos de la investigación, sino, además, es imperecedero.
Rodolfo Mondolfo nos dejó dicho en una de sus geniales obras, El pensamiento antiguo, que “Entre el fin del siglo VII y comienzos del VI a. de C., el problema cosmológico [es decir, conforme a nuestra moderna definición, aquella parte de la astronomía que trata de las leyes generales, del origen y evolución del universo] es el primero en destacarse netamente como objeto de investigación sistemática distinta, del indistinto complejo de problemas que ya ocupaban la mente de los griegos, aun antes del surgimiento de una reflexión filosófica y propia”.
Mondolfo nos habla aquí de la preocupación principal de los genios más destacados del pensamiento antiguo: la verdad sobre el origen del universo; en otras palabras, del origen del todo.
Estoy seguro de que para cualquier mente destacada de nuestra época y, sobre todo, conforme a los innumerables progresos que la ciencia ha conquistado hasta nuestros días, decir esto aquí podría resultarles ya incluso un lugar común. Pero, no olvidemos que hablamos del ser humano de hace casi 27 siglos.
Además, no es del hecho en sí ni de los resultados a que llegaron los genios posteriores de la humanidad hasta nuestros días de lo que yo quiero hablar hoy. Ya habrá otro momento para eso.
El razonamiento de las dificultades que encontraron los hombres del siglo VI a. C. y posteriores, y sus conclusiones, es lo que me interesa destacar, dado que esto bien pudiera servirnos hoy, si lo aplicamos con conciencia, para descubrir la verdad donde quiera que ella se encuentre, oculta y prisionera por los ideólogos más destacados de las modernas clases dominantes.
¿Cuál es el origen de los discursos con los que los candidatos van a tratar de arrancarnos el voto? ¿La realidad social o un invento tramado maliciosamente por las clases económicamente dominantes?
Mondolfo atribuye a Aristóteles de Estagira el razonamiento más conocido acerca de los problemas a que se enfrentó la humanidad antigua en su búsqueda de la verdad y, según esto, el estagirita los agrupó en tres grandes campos que referiré a continuación.
Primer problema a resolver para conocer la verdad: “el devenir y el ser” (Aristóteles, Metafísica, I, 3). Es decir, ¿cuál es la sustancia generadora del universo, o sea, la sustancia que es el origen del todo? Mondolfo dice que, “El problema de la relación entre el ser y el devenir corresponde, por eso, a una triple exigencia: de encontrar lo que engendra todas las cosas, lo que permanece en las variaciones y lo que unifica la multiplicidad”. En otras palabras, digo yo, al intentar analizar cualquier fenómeno que sea, es fundamental que comencemos por descubrir cuál es el origen del fenómeno a que nos estamos enfrentando.
Trivializando un poco para entender mejor lo dicho, traslademos este razonamiento a otro fenómeno: al de la vida cotidiana a que nos enfrentamos, con miras al siguiente proceso electoral. Ante esto diría yo: ¿Cuál es el origen de los discursos con los que los candidatos de todos los colores van a tratar de arrancarnos el voto?, ¿es la realidad social en que vivimos? o, por el contrario, ¿es un invento tramado maliciosamente por las clases económicamente dominantes para afianzar nuestro sometimiento?
Contrastar el discurso con nuestra sufriente vida cotidiana no será nada difícil. Lo difícil será obrar en consecuencia con la verdad. El sometimiento de los oprimidos por los opresores es la sustancia del origen de los discursos electorales.
Sigamos. Segundo problema conforme a Aristóteles: “de la sustancia a la causa”. El estagirita afirma que, “…ya sea que toda corrupción [degeneración] y toda generación derive de un único principio o de muchos, ¿por qué sucede esto y cuál es la causa? En efecto, no es el mismo sustrato, seguramente, el que opera la propia transmutación, como por ejemplo el leño y el bronce no son, cada uno de ellos, la causa de las propias transformaciones, ni tampoco hacen el uno el lecho y el otro la estatua; otra cosa es la causa del cambio” (Aristóteles, Metafísica, I, 3).
Aquí podemos decir que, una vez descubierto el punto de origen del fenómeno que analizamos, la cuestión ahora será descubrir cómo es que, partiendo del punto de origen de nuestro fenómeno, llegó este punto a constituirse en todo el fenómeno que tangiblemente analizamos, y cómo es que llegó también a generar o degenerar en otros fenómenos.
Y otra vez. Si ya descubrimos las mentiras de la clase dominante en los discursos de los candidatos, ahora la pregunta crucial es: ¿cómo es que esta mentira ha llegado a ser creída como verdad indiscutible en los discursos electorales, por casi todos los que los escuchan?
La respuesta no puede ser otra. Sucede por todo el inmenso aparato propagandístico de que disponen los gobiernos agoreros del sistema capitalista. En otras palabras: por la realidad ideológica y política en que vivimos. Recordemos a Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Hitler: “una mentira mil veces dicha, se convierte en una gran verdad”.
Y finalmente, el tercer problema: “de la causa al fin”. De esto, el sabio de Estagira dijo lo siguiente: “Pero, establecidos estos principios, que se mostraban insuficientes para resolver el problema de la generación de la naturaleza de los entes, los filósofos posteriores, constreñidos por la verdad misma, como hemos dicho, se dieron nuevamente a la tarea de investigar el principio ulterior.” Y concluyó: “Así, quien dijo que también en la naturaleza hay una inteligencia, como en los animales, que es la causa de la ordenación y de la distribución, pareció un hombre despierto y de buen sentido en comparación con las divagaciones de los predecesores” (Aristóteles, metafísica, I, 4).
Llegamos a la conclusión que por hoy nos conviene recordar. Es el sometimiento de las clases oprimidas a los opresores, el fin que busca la inteligencia que hay en los discursos de los candidatos de todos los partidos oficiales conocidos hasta ahora.
Sé bien que no será fácil para el ciudadano común, aislado y desprevenido, descubrir todo esto que digo de los discursos electorales. Y es aquí entonces, donde cobra toda su magnitud, fuerza e importancia la verdadera organización popular. Organización y educación política serán mucho más necesarias ahora para los desamparados de siempre, para garantizar su bienestar en los tiempos que vienen. No lo olvidemos.
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